Boris Johnson, todavía primer ministro británico, ha puesto la torta primero y luego su renuncia. Sus pares del partido conservador ya están en la búsqueda de personal para sustituirlo lo más pronto posible. La prensa europea señala algunos papelones e indiscreciones suyas o de sus más cercanos colaboradores, como la causa de su pronto pase al olvido histórico.
En las redes sociales, malintencionados de oficio, le echan la culpa a la seguidilla de mala suerte que acabó con la popularidad y apoyo político de un significativo número de mandatarios latinoamericanos, socios todos del fallido Grupo de Lima. Para estos especuladores, al igual que para el imaginario venezolano, los macris, duques, piñeras y etcetera, fueron víctimas del cuasi monopolio de mala vibra atribuido a Lilian Tintori.
Pero la movida en la cúpula política londinense tiene otra razón: la inteligencia inglesa han concluido que Lilita no tuvo nada que ver. Los 007 de la Reina Isabel han determinado que la caída de Johnson, es culpa absoluta de Juan Guaidó.
Y aunque esto no le quita méritos a Tintori y su nube negra, si convierte al hombre de la lengua mocha en la excepción que confirma la regla. Pues resulta que el jefe del estado de Narnia, baqueano de trochas fronterizas e imagen pública de Los Ratrojos, ha puesto su granito de arena en la defenestración del ya con fecha de vencimiento primer ministro del Reino Unido.
No hay que olvidar que este inglés, quien ha demostrado problemas serios para abrir un paraguas, pero mucha habilidad para quedarse con las 31 toneladas de oro venezolano secuestradas por el Banco de Londres, cometió el error de dejarse fotografiar con Guaidó cuando este lo “visitara” en Downing Street, en enero de 2020.
Y a pesar de que el mandatario británico no quiso declarar, Juanillo terminó de empavarlo con un tuit en que señalaba su “agradecimiento al Primer Ministro Boris Johnson por el respaldo a Venezuela. El Reino Unido nos ayudó en nuestra primera lucha por la libertad, la lucha de independencia. Ha sido y será un socio fundamental para el pueblo venezolano”.
Pues bien, tanto al filibustero como al pedigueño se les acabó el tiempo. El primero sale del poder frustrado por dejar un país con graves problemas económicos, sociales, políticos y hasta territoriales (se viene la independencia de Escocia y los líos en la frontera con Irlanda). El segundo sigue frustrado por nunca haber llegado al poder y por no lograr impedir que la nación en la que aún vive esté saliendo de la crisis que el tanto propició.