Fueron por la lana rusa y están regresando trasquilados
Los gobiernos se caen a pedazos
El síntoma más claro de que las cosas no le salieron de acuerdo a lo planeado a Estados Unidos y sus socios europeos es que los gobiernos de ultraderecha, derecha y casi-derecha se están cayendo a pedazos.
El llamado “efecto búmeran” se hace sentir pues lo que se había planificado como un tiempo de quiebra económica, sufrimiento social e inestabilidad política para Rusia ha terminado por ser eso exactamente, pero para los países que pretendieron doblegar al gran oso eslavo.
Estados Unidos vive una complicada situación económica y su presidente, Joe Biden, se encamina a encajar una fea derrota en las elecciones parlamentarias de mitad de período. Ello si antes no lo relevan del cargo debido a sus frecuentes señales de desarreglo mental ocasionado por la edad.
En Europa ya han caído los gobiernos conservadores de Boris Johnson (Reino Unido), Kiril Petkov (Bulgaria) y Kaja Kallas (Estonia). Y están “en salsa” Mario Draghi (Italia), Pedro Sánchez (España), Mark Rutte (Países Bajos), Olaf Scholz (Alemania) y Emmanuel Macron (Francia), acosados por graves crisis internas y protestas populares o de sectores influyentes.
Incluso el gobierno de la lejana Sri Lanka cayó de resultas de la crisis generada por la guerra subsidiaria que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) provocó en Ucrania. Y, según los analistas, este derrumbe fue apenas el primero de una serie.
Escandalazos, escándalos y escandaletes
El descontento y el fracaso de la estrategia antirrusa ha destapado toda clase de cañerías dentro de los países que se autodenominan “occidentales”. Algunos de los casos develados han contribuido ya al desplome de algunos gobiernos. Otros están por hacerlo.
Boris Johnson ha tenido que renunciar por los efectos perversos de la guerra en Ucrania, pero también por sus propios escándalos internos de corrupción y de incumplimiento de normas durante la pandemia.
Vientos de vergüenza personal soplan sobre el canciller alemán Olaf Scholz y el presidente francés, Emmanuel Macron.
Mientras tanto, crece el escandalazo que podría ser la puntilla contra Joe Biden, en Estados Unidos, pues reúne componentes de drogas, sexo y pedofilia (atribuibles al hijo del mandatario, Hunter Biden), pero también de corrupción corporativa, injerencismo internacional y armas químicas y biológicas, aspectos en los que el actual presidente habría intervenido directamente.
EEUU y Europa piden cacao (gas, |petróleo, combustible nuclear)
En materia netamente económica se aprecian claramente las señales de la inminente derrota, no de Ucrania (que es el país-carne-de-cañón) sino de la coalición otanista.
Las medidas coercitivas unilateralmente aplicadas por Estados Unidos y la Unión Europea contra Rusia debían haberla puesto de rodillas a estas alturas del año. Pero está ocurriendo algo muy distinto: los países europeos afrontan graves situaciones de abastecimiento de gas, petróleo e, incluso de combustible nuclear. Esto ya está causando graves problemas, pero que no son nada comparados a los que se presentarán cuando llegue el otoño y, luego, el invierno al hemisferio norte.
La arrogante Europa ha podido constatar cuán dependiente es no solo de los hidrocarburos rusos, sino también de los insumos para sus plantas nucleares de producción de energía eléctrica. Igualmente han verificado su dependencia en materia de alimentación.
En suma, Estados Unidos y Europa han quedado, como se dice en criollo, pidiéndole cacao al país que pretendían aplastar mediante sus mal llamadas “sanciones”.
Hasta el marketing les sale mal
Como suele decirse, cuando las cosas están saliendo mal, si montas un circo resulta que crecen los enanos.
En el caso de Estados Unidos y Europa, hasta las operaciones marketineras que han intentado para aislar a Rusia les han salido chuecas.
Así ha pasado con la estrategia de sacar a Rusia y a sus atletas de las competencias deportivas. Se han anotado varios “éxitos” en ese sentido, como la exclusión de la selección eslava del Mundial de Fútbol de Qatar y de tenistas rusos de torneos de Grand Slam por negarse a condenar “la guerra de Putin”.
En Wimbledon fueron segregados Daniil Medvedev, Andrey Rublev, Karen Khachanov, Aslan Karatsev, Daria Kasatkina, Aryna Sabalenka, Anastasia Pavlyuchenkova y Veronika Kudermetova. El carácter antideportivo de la medida se evidencia en el hecho de que Medvedev es el número 1 en el actual ranking de la ATP.
Pues bien, la ganadora en la rama femenina fue Elena Rybakina, quien aparece oficialmente como de Kazajistán, pero es nacida en Moscú en 1999 y formada en una de las mejores escuelas de tenis de Rusia, el Spartak Tennis Club, de donde también salieron campeones como Marat Safin, Yevgeny Kafelnikov y Anastasia Myskina.
Rybakina se nacionalizó kazaja en 2019. Por eso pudo participar en Wimbledon y ganar el torneo. Cuando fue entrevistada para el público presente y la televisión, pretendieron que diera una declaración política contra Rusia. Ella, demostrando que no solo sabe defenderse con la raqueta, evadió las preguntas alegando que su inglés no es muy bueno.
Entre los organizadores del aristocrático campeonato británico había varios muy enfadados porque se les metió una rusa de contrabando. Es decir, montaron su circo y le crecieron los enanos.