Por: Roy Daza
La estabilidad política de Venezuela es hoy una realidad tangible; está en desarrollo, avanza por una autopista de acuerdos en el campo económico, en el esfuerzo por romper el cerco que nos tendió Trump, en la reinstitucionalización del país, en la revolución judicial, en el afán por recuperar la producción petrolera; y en la titánica tarea de revolucionar la democracia.
Y todo eso es posible; porque nuestro pueblo derrotó a los lacayos de la oposición tutelada por los gringos. Aquí, los intentos de invasión fueron aplastados por la unidad cívico-militar, la calumnia y la mentira no pudieron imponerse por el valor y la gallardía de la gente humilde; la misma que resiste con heroicidad el bloqueo económico, y convirtió en realidad el poema: “Creo en los poderes creadores del pueblo”, sin lo cual no es posible explicar el renacimiento de la Patria.
Ahora pasamos a una nueva fase; en la que tenemos que enfrentar al enemigo en nuevas condiciones, articular distintas fuerzas sociales, construir los andamios de una nueva mayoría política, y prepararnos para la batalla decisiva de 2024; y ello implica gobernar desde las comunidades, denunciar el bloqueo al que estamos sometidos y los actos de sabotaje terrorista, —como el que se registró en Anzoátegui la semana pasada—, y salirle al paso a quienes difunden la peregrina idea de un “outsider” que sería el “salvavidas” de la derecha.
A este pueblo ninguna encuestadora lo va a poner a pelear con un espejo, con un fulano outsider, que no existe en la realidad política nacional, porque aquí todos nos conocemos, y el enemigo principal interno está plenamente identificado: la banda de “alimaña”.
La oposición está destartalada, sin política y sin liderazgo, los dejaron “colgados de la brocha”; pero existen.
Entonces, no perdamos de vista que nuestra arma secreta es la unidad férrea de las fuerzas revolucionarias, en un tiempo tormentoso en el que los virajes políticos se desarrollan a máxima velocidad.