—¿Por qué progresista y en qué se diferencia el teatro progresista del teatro sin apellidos?
—Es muy divertida esta discusión porque desde que comenzó la organización del festival esa ha sido la pregunta recurrente. En realidad es muy evidente, porque progresismo es la construcción de una mirada distinta, multipolar, de la autodeterminación de los pueblos. Todo lo que hacemos tiene una tendencia hacia el progresismo, hacia una discusión que pase del hombre por el hombre para hacer una humanidad más humana, como diría Alí Primera.
—Ese es, por cierto, el lema del festival…
—Sí. Ese juego de palabras deja claro el mensaje. Este festival está inserto en la conmemoración de los 30 años del 4 de febrero, y 20 del 13 de abril. Allí hay una respuesta de porqué el apellido “progresista”. ¿Buscamos la negación del discurso opuesto? No, buscamos la reflexión y el debate sobre un discurso que nos es propio y que queremos exponer. Queremos decir que el teatro sirve no solo para la recreación, que es su base fundamental, sino también para la reflexión. El teatro debe ser siempre un yunque y un martillo para modificar la realidad.
—Al observar los grupos asistentes, se aprecia que algunos vienen de países con gobiernos de derecha, reaccionarios, conservadores. Entonces, cabe suponer que esos grupos tienen un pensamiento alternativo en su entorno nacional, son opositores. ¿Pero qué pasa con los que vienen de Cuba, de Nicaragua, de Bolivia y con los nuestros, de Venezuela, países con gobiernos que entran en la categoría ideológica del progresismo?
—Ahí podemos ver el ejemplo de Colombia, un país que toda la vida, desde la construcción de la república, ha sido gobernada por la derecha. Pero el teatro que nos visita es el de La Candelaria, uno de los más emblemáticos de América Latina, con más de 50 años en una trinchera sobre la humanidad, buscando una alternativa que pueda ser mucho más humana. Tan fuerte es su voz disidente ante gobiernos de esas características, que la compañera, amiga y maestra Patricia Ariza es, hoy en día, la ministra de Cultura designada por Gustavo Petro. Eso indica que los pueblos no necesariamente coinciden con una determinada forma de gobierno, sino que hay movimientos que siguen pensando en otra realidad posible, más transparente, clara y reflexiva que no tiene que ver con el imperio.
—En el caso de Cuba, Nicaragua, Bolivia y Venezuela, ¿no cabe suponer que los grupos de teatro representados sean oficialistas o gobierneros?
—Una de las cosas más importantes del teatro, de su razón de ser, es el conflicto. Es el nudo gordiano de todo. Si no hay dos fuerzas en pugna que chocan y desencadenan reacciones, no hay teatro. Ese conflicto está presente en cada uno de los colectivos teatrales del país y hay colectivos teatrales que no necesariamente son gobierneros o partidarios de nuestras ideas, y otros que sí tienen su visión reflexiva, pero entienden que deben colocar su hombro, su esfuerzo y su teatro, en función de la construcción de lo que pregonamos como progresismo, no solo para Venezuela, sino para América Latina y el mundo. Para la selección de los grupos nacionales que estarían en el Festival se hizo un llamado y hubo 189 solicitudes de participación. Eso significa que hay un teatro vivo, hombres y mujeres que siguen trabajando en todos los rincones del país porque entienden que el teatro sigue siendo un espacio importante y vital para el desarrollo de la humanidad.
—¿No hay pretensión de hacer una especie de realismo socialista, como el que existió en la Unión Soviética o en la Revolución Cultural de China?
—Tengo una anécdota sobre eso. Estábamos en el año 95, si mal no recuerdo, en el Festival Internacional de Teatro de La Habana y allí Alberto Pedro Torriente, que en paz descanse, presentó una obra que se llamaba Manteca. Es la historia de un cochinito que había llegado “sin balba” (lo dice con acento cubano) a la casa un 31 de diciembre, cuando no había que comer. El conflicto de la familia era si mataban al cochinito para comérselo o se quedaban con el cochinito…
—Hay que puntualizar que era una Cuba en la etapa más dura del Período Especial…
—Sí. Y estábamos allí con el ministro de Cultura (Armando) Hart y yo decía, para mis adentros, “aquí va a haber un conflicto de marca mayor”. La pieza termina con la reflexión de que el cochinito no solo es un símbolo para el pueblo cubano sino que significaba la esperanza del desarrollo de una nueva posibilidad. El ministro se levantó y comenzó a gritar “¡Bravo, bravo!”, y nosotros, pegados de la butaca, no sabíamos qué hacer. Pero es que eso es el teatro: la posibilidad de mirarnos por dentro y de decir que en nuestros gobiernos hay cosas que funcionan y cosas que no funcionan. El teatro, el arte y la cultura pueden proporcionar una mirada sobre ambas.
—¿Este Festival Internacional de Teatro Progresista sustituye al festival de teatro de Venezuela antes realizado?
—No. A lo largo de las últimas décadas ha habido varios intentos de festivales en el país; de distintas organizaciones. Una de las más resaltantes fue la que produjo el Ateneo de Caracas con Carlos Giménez a la cabeza, que fue durante más de quince años uno de los festivales más emblemáticos de Venezuela y América Latina. Luego lo retomó la Alcaldía de Caracas, por iniciativa de Freddy Ñáñez, para nosotros mejor conocido como “Chucho”. Así se mantuvo hasta que la pandemia obligó a cerrar los teatros. Por supuesto que nosotros deseamos que este festival continúe en el tiempo, pero está dentro del marco de los 30 y 20 años que ya señalé.
—¿Cómo serán las actividades de formación?
—La mayoría van a estar ligadas a la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Unearte). Vamos a tener la presencia de la directora de la revista Conjunto, Vivian Martínez Tabares, de Casa de las Américas; Omar Valiño, director de la Biblioteca Nacional de Cuba; el maestro argentino Jorge Dubatti, de la Universidad de Buenos Aires, nos va a acompañar online. Habrá encuentros con las agrupaciones visitantes para confrontarlas, para reconocer qué teatro se está haciendo en cada lugar, qué teatro estamos haciendo nosotros, siempre con una mirada sobre el progresismo. Queremos despejar para qué sirve el teatro que estamos haciendo en América Latina en este tiempo.
Datos sobre el Festival
Fechas: Del 29 de julio al 7 de agosto
Sedes: Caracas (13 salas) y 8 estados (La Guaira, Miranda, Aragua, Carabobo, Yaracuy, Barinas, Bolívar y Monagas)
14 países (12 con espectáculos y 2 en el área de formación)
17 Espectáculos internacionales
30 Espectáculos de sala por grupos venezolanos
17 Espectáculos para comunidades
1 Pabellón infantil en la Casa Cultural Aquiles Nazoa (La Casona)