En la esfera interna de Colombia, hay enormes razones para creer que no se trata de un simple cambio de rostros en el Ejecutivo
Todo cambio de gobierno genera algún nivel de ilusión; pero algunos no son más que formalidades burocráticas; mientras otros abren expectativas incluso más allá del país donde ocurren. El cambio de gobierno en Colombia, en este mes de agosto de 2022, probablemente sea el que más esperanzas ha despertado en el país vecino y también en el contexto latinoamericano reciente.
No es para menos, pues la mayoría de los analistas opinan que en Colombia no está comenzando un nuevo gobierno, sino que podría estar inaugurándose una nueva era. Con el ascenso de Gustavo Petro y Francia Márquez, Colombia reivindica su derecho a tener ilusiones.
Esto es visto así tanto en el plano interno como en el hemisférico; más específicamente, en lo que toca a las relaciones colombo-venezolanas estamos ante la posibilidad cierta de un retorno a la normalidad, luego de años de oscuras aberraciones.
La apuesta del cambio interno
En la esfera interna de Colombia, hay enormes razones para creer que no se trata de un simple cambio de rostros en el Ejecutivo.
En primer lugar, como lo han repetido historiadores y politólogos, se trata de la primera vez en casi dos siglos (si contamos desde la disolución de la Gran Colombia) que en la nación neogranadina hay un gobierno alternativo, cercano a la izquierda, no dominado por la oligarquía y dirigido por líderes sin vínculos con el paramilitarismo o el narcotráfico, que han estado enfrentados a la clase política tradicional.
En esos 200 años, Colombia pasó de tener gobiernos encabezados por las mismas familias capitalinas (la oligarquía de Bogotá y sus alrededores) al dominio de una nueva casta política, liderada por Álvaro Uribe Vélez, que se ha colocado incluso más a la derecha que los oligarcas.
La ausencia —hasta ahora— de un gobernante cercano a la izquierda, no es por falta de liderazgo; lo que ha ocurrido, a lo largo de una cruenta etapa de la historia, es que las fuerzas conservadoras borraron de la faz de la tierra cualquier liderazgo insurgente; perpetrando para ello magnicidios y masacres a gran escala.
Ramón Martínez, colombiano que hubo de residenciarse en Venezuela huyendo de la violencia criminal que se desató contra su partido, Unión Patriótica, opina que “van más de 200 años de abusos de la oligarquía contra el pueblo colombiano; por lo que hoy estamos viviendo un momento histórico inédito en estos dos siglos”.
Juan Eduardo Romero, historiador, politólogo y diputado a la Asamblea Nacional por el estado Zulia; expresa que “la victoria de Petro nos alegra porque interrumpe una etapa de dominación de clase en Colombia; aunque es necesario estar conscientes de que él tendrá el gobierno; pero no necesariamente el poder, algo parecido a lo que ocurría con el comandante Chávez cuando arribó a Miraflores en 1999”.
La posibilidad de romper realmente con la estructura de poder oligárquico-narcoparamilitar que ha regido por tanto tiempo depende el desempeño político del nuevo gobierno.
“Gustavo Petro debe conducirse con amplitud para terminar de quebrar al otro bloque político; el de la derecha y el uribismo. Si lo logra, tal vez se abra un ciclo de gobiernos de izquierda en nuestra hermana República”, expresó el historiador y diputado suplente venezolano Lionel Muñoz Paz.
Advirtió que el uribismo está muy arraigado en la estructura del Estado, y ese será uno de los huesos más duros de roer para Petro y su equipo; sobre todo porque el período constitucional colombiano es de tan solo cuatro años y no permite la reelección.
Para afrontar ese trabajo de desmontaje de un sistema tan enquistado, Petro ha trabajado con artes de orfebre la conformación de su gabinete. Al mismo tiempo, su bancada en el Congreso adelantó labores para impulsar un plan legislativo que, según el Senador Iván Cepeda Castro, abarca implementar el Acuerdo de Paz con la reforma rural integral; una reforma tributaria que no descansará sobre los hombros de los pobres y las capas medias; y la llamada Ley contra el Hambre.
“La esperanza es que estamos ante un proyecto de largo aliento. El trabajo apenas está comenzando”, dice Adriana Patricia Castaño, abogada, activista del Comité de Mujeres con Francia Márquez; quien se ha perfilado desde el principio como una figura fundamental y con luz propia en el nuevo gobierno.
Si la llave Petro-Márquez logra sus objetivos de hacer un gobierno para el cambio (más allá de la consigna); se estima que la vicepresidenta podría proyectarse desde muy temprano como la líder llamada a darle un horizonte superior a los cuatro años a este proyecto.
Márquez acumula trabajo en una serie de campos identificados con las luchas políticas más vanguardistas de este tiempo: feminismo, ecologismo y afrodescendencia. Además, procede de una de las regiones más pobres de Colombia, y tuvo que realizar trabajos muy humildes y estudiar de noche para ir alcanzando sus metas. La gira que acaba de realizar como vicepresidenta electa demostró la madera de que está hecha y la potencialidad de su liderazgo.
La repercusión latinoamericana
El ascenso de Petro no solo ha generado expectativas internas, sino también en el vecindario latinoamericano. La victoria del candidato progresista fue tal vez el peor revés para la derecha en muchos años, a pesar de que también hubo cambio de signo político en los gobiernos de México, Argentina, Chile, Perú y Bolivia (luego del paréntesis dictatorial).
El peso de lo ocurrido en Colombia es mayor; dado su carácter de enclave de Estados Unidos y la OTAN en la región, y porque allí el uribismo ha sido siempre una formación antagónica de la Revolución Bolivariana. De hecho, Colombia logró permanecer al margen de la notable primera ola progresista de América Latina, en los años iniciales del siglo. El traspié que ha dado en 2022 tiene por ello un significado adicional.
Este cuadro de nuevos gobiernos progresistas podría tener su complemento, este mismo año, con una victoria en Brasil de Luiz Inácio Lula Da Silva.
Las expectativas en Venezuela
Esto no significa que se deba esperar una Colombia alineada con el gobierno de Nicolás Maduro en sus enfoques de política exterior, pero al menos tampoco será Petro un contendiente enfermizo, como lo fueron Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos y muy especialmente Iván Duque. “Debemos entender que Petro se ha deslindado ideológicamente del bolivarianismo, pero habrá muchos campos de coincidencia”, asegura Ramón Martínez.
Para Venezuela, la salida (por la puerta trasera) de Duque y su jefe político, Uribe, del Palacio de Nariño es una buena noticia per se. Los gobiernos del uribismo hicieron la guerra contra Venezuela en un sentido recto de la palabra; pues desde Colombia se dirigieron casi todas las operaciones violentas destinadas a derrocar al gobierno venezolano, incluso desde tiempos del comandante Chávez, pues debe recordarse el episodio de la invasión paramilitar detectada en una zona rural muy cercana a Caracas.
Entre las funestas consecuencias de la hostilidad del uribismo contra Venezuela está la destrucción del comercio bilateral formal y su reemplazo por un muy dañino ecosistema económico controlado por los factores más negativos que tienen presencia en la frontera: narcotráfico, paramilitarismo, insurgencia armada, delincuencia común, contrabando, ataques al cono monetario, trata de personas y minería ilegal.
En el período que ha concluido se produjo el colapso total, pues el nefasto gobierno de Duque aceptó el rol que le asignó Washington de ser la base de operaciones para el eufemísticamente llamado “cambio de régimen”. Duque creyó que era capaz de hacerlo y apostó todo a ello, sacrificando así la economía de la extensa frontera de 2 mil 219 kilómetros.
El Diputado Romero ha analizado este fenómeno y advierte acerca de la urgencia de revertirlo. “El cierre de la frontera ha creado un macromercado ilegal de más de 30 mil millones de dólares. En ambos países hay una necesidad política de regularizar el comercio entre Colombia y Venezuela para que deje de estar en manos de la antisociedad”.
El momento es auspicioso y se hizo evidente porque, aun antes de asumir la presidencia, Petro envió al canciller designado, Álvaro Leyva, a avanzar en el restablecimiento de la relación comercial.
Este gesto, por sí solo, habla de un cambio radical respecto a un gobierno como el saliente, que solo procuró dañar, romper, destruir, sabotear la relación bilateral.
El primer vicepresidente del PSUV, diputado Diosdado Cabello Rondón, subrayó la importancia de la visita de Leyva, a la que tildó de histórica. “Manda un mensaje al pueblo colombiano y venezolano, y al mundo entero. Lo que antes podía verse como una esperanza o como una proyección de mejorar las relaciones entre Colombia y Venezuela, hoy parece que está asentándose sobre bases sólidas”, dijo.
La agenda de asuntos bilaterales es muy extensa, luego de cuatro años de abierta hostilidad. Entre los temas resaltantes está el rescate de Monómeros, la empresa binacional tomada como botín de guerra por la oposición, con el subterfugio del gobierno encargado.
En ese mismo sentido, al cesar el gobierno uribista podrían destaparse numerosos asuntos de corrupción similares a Monómeros y abrirse un debate en Colombia respecto a los dirigentes políticos opositores que han llevado una vida parasitaria en Bogotá, amparándose en su supuesto estatus de exiliados y perseguidos políticos.
También aparece el asunto de las migraciones, tan manipulado por el régimen de Duque, que lo ha utilizado como fuente de enriquecimiento personal y de sus allegados.
Igualmente, un punto a discutir será la lucha contra las actividades de los Terroristas Armados Narcotraficantes Colombianos (TANCOL) en varias zonas de la franja fronteriza, una consecuencia del abandono de la región por parte del Estado colombiano.
Advertencia: Nada será fácil
Los cambios en la política interior y en la economía que se propone realizar Petro no van a resultar tarea fácil. Tampoco lo será el avance hacia el restablecimiento de unas relaciones respetuosas con Venezuela.
La oligarquía, el uribismo y sus instrumentos institucionales, y la muy pérfida maquinaria mediática colombiana harán todo lo posible por evitar que el nuevo gobierno demuestre que Colombia tiene alternativa.
Respecto a Venezuela, ese cúmulo de factores reaccionarios asumirá, ahora desde la oposición, el mismo papel belicista y camorrero que venían desarrollando desde el gobierno. Cualquier esfuerzo que se haga para mejorar las relaciones bilaterales va a ser condenado por el statu quo desplazado; con el manoseado argumento de que se le da oxígeno a “una dictadura”.
“Ahora surge un nuevo y nada despreciable reto. La repercusión inmediata hacia Venezuela será el previsible restablecimiento de relaciones para beneficio de ambos países”, opina el historiador Lionel Muñoz Paz.
“El gran problema es que en Colombia los poderes institucionales están cooptados por la derecha: hay ventajismo en todo”, dice la activista Karen Dávila, mientras Ramón Martínez acota que luego de veinte años de dominio absoluto, “las estructuras mafiosas están dentro del gobierno y de altos mandos militares”.
«Con la salida de Duque de la presidencia de Colombia se va del Palacio de Nariño toda una estructura de delincuencia organizada y se abre un nuevo espacio para que los colombianos consigan la paz, que es la paz de Venezuela y de todo el continente. Pero imaginen los planes que están preparando para que 100 días del Gobierno del Presidente Petro sean lo más parecido a un infierno, porque ellos se quedan con el poder en casi todas las instituciones en Colombia», advirtió el Diputado Cabello.