Con motivo del ciclo de conferencias para “Entender el Libertador desde el Marxismo”, promocionado por la Asociación Cultural española “Volver a Marx”, conversamos con la profesora Alexandra Mulino, venezolana, una de los ponentes.
—¿Cuál es la pretensión política del ciclo de conferencias “Entender al Libertador desde el marxismo”, promocionado por la Asociación Cultural española “Volver a Marx”?
—Debo subrayar la labor militante y creativa que llevan adelante personalidades de la izquierda europea opacadas por el poder mediático y editorial hegemónicos. Este es el caso de la Asociación Cultural Volver a Marx.
En mi caso, fui invitada el 19 del corriente a debatir sobre el álgido tema: La sociedad feudal-colonial española en América, siglos XVI al XIX; en el marco de la agresión imperialista de los Estados Unidos contra la legítima autodeterminación de los pueblos, especialmente la del proceso bolivariano liderado por Hugo Chávez y, actualmente, por Nicolás Maduro. Las derechas y las ultraderechas abiertamente atacan, por cualquier vía, la lectura anticolonial desmitificadora del eurocentrismo, básicamente, del anglocentrismo.
—¿Por qué es central el estudio de la sociedad colonial y cómo aún determina las relaciones sociales y económicas en América Latina?
—De suma importancia su pregunta, diría medular. Salvador de la Plaza y otros intelectuales de la teoría de la dependencia crítica venezolana, intentaron estudiar nuestra realidad social y económica caracterizando sus relaciones de producción en detrimento de las explicaciones positivistas, evolucionistas y deterministas. Con lo expuesto quiero subrayar la importancia de examinar las consecuencias del coloniaje español a fin de comprender nuestro presente a partir del materialismo histórico y dialéctico, asunto que nos permita explicar y diferenciar la estructura de la coyuntura; cuestión que muchos antimarxistas confunden creando desconcierto político-ideológico en las filas de la clase obrera y de los trabajadores en general.
—Has vivido en España durante mucho tiempo ¿Cómo aprecian el país a partir de su política interna e internacional?
—Estimada compañera, viví 4 años en España durante mis estudios doctorales. Mi experiencia académica fue del todo satisfactoria pero su realidad “invertebrada”, tal como la caracterizó José Ortega y Gasset, allí continúa. La cultura colonialista, monárquica, católica y franquista aún conforma la medula de sus relaciones sociales, culturales y políticas, amén de su dependencia estructural con Estados Unidos y el resto de Europa Occidental. De esta suerte, la racionalidad política, represiva y jurídica de ese Estado todavía concibe a Venezuela y al resto de la América Latina como colonias y a sus habitantes como “tercermundistas”. Por supuesto que las izquierdas duras españolas tienen posiciones anticoloniales, y digo “duras” para diferenciarlas de los socialdemócratas. En el caso de la derecha menos reaccionaria, aún manejan el tema del iberoamericanismo a través del tema de la lengua en común.
—Como marxista y feminista venezolana ¿Cuál es tu análisis de la situación política actual?
Justamente, la política colonialista del imperialismo estadounidense, en esta fase de la acumulación de capital, sin rostro humano, donde predomina el trabajo muerto sobre el trabajo vivo; toda pretensión política y económica de fortalecimiento del Estado de Derecho y de Justicia, trata de un obstáculo que debe destruirse. En efecto, la macroeconomía del área hemisférica dominada por este hegemón requiere Estados Mínimos y sumisos a su dinámica contable sin importarles la dignidad de sus habitantes, al fin y al cabo somos concebidos como razas inferiores. Hoy en día esa taxonomía colonial es aún funcional para el capitalismo salvaje que lidera dicha metrópolis. Pues bien, sobre la base de lo expuesto, el gobierno de Nicolás Maduro es uno de los más asediados. Por la vía del bloqueo financiero y comercial, intentan romper el espinazo del Estado Nacional debilitando sus lazos económicos, sociales y culturales. La Reserva Federal requiere políticas monetarias y financieras que impidan el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales y regionales en términos endógenos; vulnerando, paso a paso, por la vía del bloqueo, sabotajes internos, corrupción, red política conformada por el narcotráfico; además de las culturas del latifundio, del petróleo (que denomino la cultura de las transnacionales petroleras estadounidenses), y la de Juan Bimba (la instaurada por la Acción Democrática de Rómulo Betancourt), que no han sido implosionadas por la tan necesaria revolución pedagógico-curricular; las transformaciones cualitativas necesarias para la liberación nacional.
—¿Qué hacer? ¿Abrir las compuertas del FMI?
—Sin una base material, el gobierno se hunde. El actual gobierno nacional no dará ese viraje, sería su fin y no trata de su esencia política. En consecuencia, se plantea el desarrollo de las Zonas Económicas Especiales (ZEE), pero bajo el control del Estado, esa es la diferencia substancial con otros gobiernos de economías abiertas pero con Estados Mínimos. Justamente, se intenta acompasar las ZEE con la reactivación del mercado interno y las necesarias transformaciones en el campo (asunto difícil por los intereses de los latifundistas). Esto último es sumamente complejo; porque debe llevarse adelante una política financiera en un área totalmente desregularizada. Por ello, el Ejecutivo Nacional plantea y lucha por un orden multipolar. Desgraciadamente, la Zona Dólar favorece a las economías subterráneas y especulativas. Por todas estas razones, el Estado debe ser interventor, sin olvidar ni subestimar la dimensión superestructural que consolidaría una consciencia social aún alienada a los intereses de los mercados metropolitanos. Por ello, es necesaria una revolución cultural en contra de la cultura lumpen que es colonial y neocolonial. Consolidar una economía endógena pasa por desterrar la cultura consumista, individualista, corrupta, ostentosa, endorracista y apátrida que encontramos inclusive en el seno del propio gobierno como expresiones de la lucha de clases.