El asesinato de la periodista y politóloga rusa Daria Dúguina, ejecutado por un atentado terrorista en Moscú y que al parecer iba dirigido contra su padre el Filósofo Alexander Duguin, dan a conocer apenas una muestra de la demencial escalada del conflicto en Europa del Este; que no presenta mejoras a la vista.
De hecho, tal como fue advertido, la narrativa bélica de la Organización del Tratado del Atlántico Norte OTAN, incluso incorporando a la República Popular China como amenaza abierta, no era un mero ejercicio de palabras; al punto que poco o nada importa al momento la situación de los pueblos europeos, que sufren en carne propia las consecuencias de las acciones desarrolladas por sus gobiernos; al pie de los intereses y determinaciones estadounidenses.
Ahora bien, sobre el atentado en particular, el cual ya ha sido adjudicado a los servicios de seguridad ucranianos, la posición del Presidente de Rusia Vladimir Putin fue vertical al calificarlo como: “Un crimen vil y cruel acabó con la vida de Daria Dúguina, una persona brillante y talentosa con un verdadero corazón ruso: amable, amoroso, comprensivo y abierto. Periodista, científica, filósofa, corresponsal de guerra, sirvió honestamente a las personas, a la Patria, demostró con hechos lo que significa ser patriota de Rusia”.
Semejante acto, violento, desesperado y cruel, ocurre en un contexto donde la economía Rusa está triplicando sus exportaciones; su moneda, el Rublo, se ha sobrevalorado en casi un 60%, dejando de lado toda la narrativa occidental catastrófica, al tiempo de agudizarse una crisis energética con un invierno encima; justo en los territorios que le han declarado la guerra económica.
Aunado a esto, el crecimiento de la inflación y los precios de bienes y servicios en toda la Unión Europea, cuyos gobiernos se tambalean ante fenómenos casi desconocidos por ellos hasta estos últimos tiempos.
De hecho ya existe la previsión de prohibición de exportación de gas a Rusia a partir del 1ero de noviembre momento en que supuestamente las reservas de gas de Europa estarán en 80% y ya no dependerán del país eslavo.
En razón de la prohibición eventual, el Presidente de Serbia Aleksandar Vucic ha sido dramáticamente claro: «¿[Qué] vamos a hacer con la electricidad, [qué] vamos a hacer con el petróleo? Desde el 1 de noviembre no habrá más petróleo ruso para nosotros, estamos bajo sanciones”.
A todo esto se añade las amenazas en torno a la Central Nuclear ucraniana de Zaporozhie que parecen llevar a un nivel superior las amenazas reales de catástrofe nuclear, con un propósito cuyas consecuencias no se pueden estimar de producirse un incidente en centrales de este tipo.
Con esta actualización de contexto, traemos un fragmento del artículo “Atentados a la Paz” escrito para este Semanario en el mes de Marzo pasado, donde detallamos el objetivo general de un escalamiento que no ha cesado un instante hasta la fecha:
“La propia euforia de agresión multifactorial como respuesta de occidente a la acción militar de Rusia, demuestra la ausencia absoluta de voluntad política para generar acuerdos que diplomáticamente no condujeran a acción militar alguna, por el contrario el hostigamiento, amenazas y agresiones constantes contra Moscú con una expansión inaceptable de la OTAN en tiempos de paz, fueron la clave de la situación de conflicto militar actual.”
Todo indica a este punto que los actores de conflicto en occidente, principalmente EE. UU. y Reino Unido, mientras ven de donde saquear recursos vitales como petróleo y gas (ya suficientes denuncias existen sobre el incremento del volumen de robo de estos recursos en países como Siria y Libia), esperan que el invierno genere un punto de inflexión que observan y vaticinan como la “derrota para Rusia”.
Tal locura, considerando que en esta guerra no solo no hay ganadores sino que nos colocamos en situación real de un punto de no retorno en cuanto a una guerra total, ubica en una cornisa la tambaleante paz mundial ya bastante fisurada por un ejercicio occidental recurrentemente al margen del derecho internacional, siendo la República Bolivariana de Venezuela uno de los objetos predilectos de esta agresión global.
De hecho, ni más ni menos que Henry Kissinger, quien nadie puede catalogar de comunista o socialista o cosas por el estilo, salvo que el fanatismo solape el análisis más por lo polémico y cuestionable del personaje; ha afirmado con claridad lo preocupante de la actualidad política internacional con poco o nada de liderazgo responsable al tiempo de criticar una situación como la de Ucrania que, según su parecer, jamás ha debido llegar al punto actual de guerra.
“Estamos al borde de una guerra con Rusia y China por cuestiones que en parte creamos, sin ninguna idea de cómo va a terminar esto o a qué se supone que conducirá (…) [Fue un error que] la Organización del Tratado del Atlántico Norte OTAN le indicara a Ucrania que eventualmente podría unirse a la alianza (…) Ahora no se puede decir que vamos a separar y enfrentar (a Rusia y China). Lo único que se puede hacer es no acelerar las tensiones y crear opciones, y para eso hay que tener algún propósito”, son algunas de las aseveraciones del político de 99 años quien fungió como Secretario de Estado de las administraciones presidenciales estadounidenses de Richard Nixon y Gerald Ford.
A todo esto es ineludible que el tema Taiwán, las presiones hacia Irán, y el incremento de acciones ilegales hacia Venezuela forman parte de una amplia decisión geopolítica de presionar a pueblos y países que ni forman parte ni evocan ya los intereses estratégicos de EE. UU. o Europa Occidental, cosa que nos lleva a mirar anchamente el asunto donde cada acción responde a una visión global.
Tal vez por ello, recientemente, el Presidente Ruso afirmó: «Rusia es una poderosa potencia mundial independiente [cuyo] deseo de vivir por su propia voluntad, de elegir su propio camino y de seguirlo ha pasado a formar parte del código genético (…) Estamos decididos a llevar a cabo en la escena internacional solo aquellas políticas que respondan a los intereses fundamentales de la patria».