Con mucho desparpajo hemos escuchado, recientemente, declaraciones del Departamento de Estado de la actual administración presidencial de EEUU, liderada por Joe Biden, en torno al uso de las sanciones, o medidas coercitivas unilaterales como una especie de mecanismo legítimo para posibilitar una “negociación política” con la República Bolivariana de Venezuela, razón por la cual su implementación y vigencia son totalmente acordes con esta realidad.
Sin embargo, la lógica de esta doctrina de aplicación general por parte de la élite estadounidense, para quienes no compaginan con sus intereses estratégicos, está bastante divorciada de una negociación política, más bien conduce el proceso de infringir dolor hacia la rendición del Estado objeto de las sanciones, o medidas coercitivas unilaterales, justo para que haga lo que el Estado sancionador quiere o desea.
Por ejemplo, y tomando en cuenta algunos fragmentos del Libro “El Arte de las Sanciones – una perspectiva desde el terreno” del laboratorio de ideas estadounidense, Richard Nephew, observamos una amplia gama de consideraciones cuando hablamos de las sanciones, cuestión que nos puede dar algunas conclusiones con sus ejemplos claros, sobre todo para el caso de Venezuela.
“Este libro se centra fundamentalmente en la gente y cómo reacciona ante la presión. Ofrece sugerencias sobre la manera de garantizar que estas reacciones concuerden con los intereses de la parte que ejerce presión. Gira en torno a la relación que existe entre la aplicación de dolor por parte de un Estado sobre otro mediante el uso de sanciones para conseguir un objetivo definido, y la disposición del Estado objeto de la sanción a resistir, tolerar o superar este dolor y continuar con su propia agenda. Busca demostrar que esta relación es crítica para evaluar la eficacia de las sanciones como un instrumento de la estrategia. Del mismo modo, hace hincapié en la importancia de enfocarse en el diseño de las sanciones, no sólo para evaluar cómo orientar las medidas, sino también para decidir si, a fin de cuentas, la aplicación de sanciones va a ser útil, independientemente de la habilidad con que se empleen (…)
Sobre la base de estas variables centrales, surge un marco sencillo que los Estados sancionadores deben aplicar a fin de garantizar que las sanciones cumplan su cometido. Un Estado debe:
- Identificar los objetivos que se persiguen con la imposición del dolor y definir las medidas correctivas mínimas necesarias que el Estado objeto de las sanciones debe adoptar para que se elimine el dolor;
- Comprender en la medida de lo posible la naturaleza del Estado objeto de las sanciones, sus vulnerabilidades, intereses, compromiso con lo que haya hecho para suscitar las sanciones y disposición para absorber el dolor;
- Desarrollar una estrategia para aumentar el dolor de manera cuidadosa, metódica y eficiente en las áreas que son vulnerables y evitar al mismo tiempo las que no lo son;
- Supervisar la ejecución de la estrategia y recalibrar continuamente sus supuestos iniciales acerca de la resolución del Estado objeto de las sanciones, la eficacia del dolor aplicado para destruir esa resolución y la manera idónea de mejorar la estrategia.
- Presentar al Estado objeto de las sanciones una declaración clara de las condiciones necesarias para la eliminación del dolor, así como una oferta para llevar a cabo las negociaciones necesarias para concertar un acuerdo que elimine el dolor y satisfaga al mismo tiempo los requisitos del Estado sancionador; y
- Aceptar la posibilidad de que, a pesar de disponer de una estrategia cuidadosamente elaborada, el Estado sancionador puede fracasar debido a ineficiencias inherentes a la estrategia, a una mala comprensión del Estado objeto de las sanciones o a un impulso exógeno en la determinación y la capacidad de resistencia del Estado objeto de las sanciones. En cualquier caso, un Estado debe estar preparado para reconocer su fracaso y cambiar de rumbo, o para aceptar el riesgo de que continuar con su actual rumbo puede ocasionar peores resultados a largo plazo”.
Apenas observar este fragmento de dicho libro, buena cuenta nos damos de que, en todo caso, el objeto de tales medidas nada tiene que ver con procesos de negociación política naturales, con dos partes en igualdad de oportunidades y condiciones y cediendo elementos para obtener un acuerdo sustentable y duradero.
Al contrario, si vemos un par de ejemplos del caso Venezuela quedaremos convencidos no solo de que la doctrina aplicada acá buscaba destruir toda capacidad del Estado para cumplir sus fines más esenciales. La reciente licencia a Siemens solo deja ver el esfuerzo de promover la destrucción de todo proceso de recuperación del sistema eléctrico nacional, sumado al ataque a la Central Hidroeléctrica Simón Bolívar, ejecutado el 7 de marzo de 2019.
Un segundo plano del mismo tema, es observado en cuanto a la pandemia covid19 donde el gobierno de EEUU decidió unilateralmente excluir a Venezuela de su programa de suministro de Vacunas para Las Américas, con el firme propósito de complicar la situación producto de los contagios y muertes por este virus.
Esto, salvo que aún nos creamos el cuento de que dichas sanciones son aplicadas a un sector político determinado o “régimen”; como denominación recurrentemente utilizada por Washington. El actual anuncio del Departamento de Estado lo que viene es a tratar de transparentar, como medio de negociación política, unas medidas coercitivas unilaterales ampliamente repudiadas por el pueblo venezolano; al punto de que casi no hay encuesta que así no lo refleje.
Esto confirma que dichos mecanismos seguirán operando para tratar de torpedear cualquier proceso de recuperación económica y social del país; posibilitando que la oposición venezolana pueda capitalizar esto y ganar en cualquier escenario político futuro; siendo el más certero la elección presidencial de 2024.
Es como posicionar que las actuales sanciones a otro país, Rusia, tiene por objetivo promover una negociación política justo cuando Moscú pidió compromisos diplomáticos con los acuerdos de Minsk de 2014, evitando un conflicto militar.
La verdad es que las sanciones no son instrumentos para negociar, sino para subyugar pueblos enteros y ponerlos de rodillas a los intereses del Estado sancionador.
Debemos tener y sembrar conciencia sobre esto.