Cuando en octubre de 2019 los jóvenes protagonizaron una movilización social de protesta importante que incluso era más fuerte y consistente de la llevada a cabo en 2011, la República de Chile parecía haber llegado al momento cumbre de un cambio significativo, siendo que la transición democrática ocurrida allí dejó muchas instituciones de la dictadura intactas, incluido un modelo económico neoliberal fuertemente cuestionado en dichas movilizaciones.
Si bien no parecía un ambiente abiertamente revolucionario, si expresaba un deseo de cambio profundo sobre todo en las generaciones jóvenes, quienes veían por ejemplo su futuro hipotecado en severas cuentas por pagar para costearse sus estudios en un sistema universitario privatizado y donde poder seguir avanzando implica acceder a créditos bancarios que, con el tiempo, se vuelven prácticamente impagables.
Además es claro el carácter cerrado de este sistema político cuyas bases constitucionales no han recibido cambios asociados con el desmonte de las estructuras dejadas por la dictadura, cosa que profundizaría la democracia, al tiempo de estar cimentado en la aniquilación de una generación entera de seres humanos durante la sangrienta dictadura, amparada y protegida por la Casa Blanca, que se hizo del poder por un golpe de Estado en contra de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973.
El hecho más notorio de esas maneras propias de este tipo de sistemas políticos, es la forma como atendieron con una represión brutal y sin observancias en derechos humanos a los miles de partícipes en dichas movilizaciones, que fueron preludio de un posible cambio político de fondo en el país austral.
Todo este ánimo de cambio pareció confirmarse con la victoria del eventual motor principal que el pueblo chileno eligió en la elección presidencial para este objetivo, Gabriel Boric, cosa que sucedió el 19 de diciembre de 2021 con una participación del 55% de los votantes en la segunda vuelta electoral.
Pues bien, este pasado domingo ocurrió un traspié importante con una aplastante derrota de quienes impulsaban una nueva Constitución Nacional para ese país, en un ambiente de aparente sentimiento de cambio que no fue expresado en las urnas electorales. Es decir, no es tanto preservar, o no, la Constitución de Augusto Pinochet lo cual podría confundir el tema de fondo, sino visualizar el proceso constituyente en sí y el contexto político de este proceso.
Comencemos por esto último: El contexto tiene dos particularidades claras pero no exentas de complejidades.
En primer lugar esta votación se convirtió en un termómetro de medición popular del recién llegado Gobierno de Chile al poder, con severos cuestionamientos en su ejercicio e incluso poco o débil accionar para contribuir a la construcción del proceso constituyente que se fue diluyendo en diversos errores políticos, ahondados más adelante, dando oportunidad a los factores contrarios para amalgamar una sólida campaña y propuesta de rechazo.
A esto ineludiblemente hay que añadir la decisión de incluir el voto obligatorio en este Plebiscito Constitucional para estimular aún más la participación y, por ende, dar mayor legitimidad al proceso. El resultado de esta variante se salda en una participación de más de 85% de electores y electoras donde más del 61% rechazó la nueva Carta Magna, todo ello casi sin crecimiento electoral de quienes sufragaron en su momento por Boric, o estimulaban el proceso de cambio constitucional.
En cuanto a la visualización del proceso tal vez sea el tema de mayor fondo cuando observamos los resultados del domingo 4 de agosto, ya que es de primera mano extraño más no imposible que se hayan producido números tan desfavorables al punto de casi aniquilar la vía constituyente para apuntar a transformaciones jurídicas en esa nación.
Puntualizamos algunos aspectos de análisis:
- La debilidad de no poder convertir en comunidad política con vocación de poder transformador a los movimientos que encabezaban la Convención Constitucional. Al punto de una desmovilización política importante en el proceso que lejos de promover el debate y la conciencia sobre los cambios, lo enfrío completamente.
- Con lo anterior la capacidad política de los Partidos Políticos tradicionales para amalgamar el rechazo a la nueva Carta Magna, ubicando el problema no en la defensa de la constitución de Pinochet, sino en la ausencia de debate y consenso sobre los cambios propuestos, campaña que no fue debidamente enfrentada por organizaciones atomizadas y un gobierno débil.
- Las propias dificultades del Gobierno de Gabriel Boric, quien ha venido de manera sólida perdiendo respaldo popular posiblemente por su errática acción política la cual parece bastante alejada de las demandas de sus propios votantes.
- Un extenso texto constitucional, 388 artículos, insuficientemente difundido y amasado políticamente al punto de recoger las suficientes voluntades de apoyo, posiblemente asociado al primer ítem, lo cual básicamente fue desdibujando por completo los verdaderos aspectos centrales de los cambios propuestos, rechazados de forma y fondo hasta por factores que en principio respaldaban entusiastamente impulsar una nueva Constitución Nacional.
- Imposibilidad de generar los consensos necesarios, la movilización necesaria, así como el diálogo consistente y consecuente con la voluntad de cambio, no solo político para el país sino que se expresase en el texto constitucional con los apoyos suficientes. Esto probablemente por la debilidad política de los actores impulsores del proceso, incluido el Gobierno de Boric.
Amalgamar de aquí en adelante un proceso de nuevo itinerario constituyente, como lo anunció el Presidente de Chile durante un discurso poco autocrítico con una derrota en toda la línea para su gobierno, será un asunto muy cuesta arriba, solo al ver los resultados y además medir las dificultades de un proceso que para reiniciar necesita cuando menos unos seis meses.
A ello súmese que la derecha con esta victoria no dará una nueva oportunidad para una constituyente, tratando de encauzar posibles cambios a la Constitución Nacional por la vía del Congreso de ese país, procurando hacerse del control de este proceso.
Queda ver si el pueblo chileno se moviliza nuevamente, reavivando la voluntad de cambio y ejerciendo presión para que no todo quede como está.