De poco o casi nada sirvieron los esfuerzos de la Casa Blanca en dos grandes vertientes, en primer lugar conseguir un aumento sustancial de producción y provisión de petróleo, fundamentalmente de un aliado estratégico cómo Arabia Saudita para poder suplir la eventual ausencia de la Federación de Rusia del mercado; y un sistema económico occidental actuando de todos los modos posibles para aislarla.
Además, en segundo término, lograr que no se produjera alguna maniobra que alterase el mercado petrolero, permitiéndole al menos mantener la producción actual de petróleo.
Sin embargo, para nadie era secreto que una recesión económica mundial, vaticinada y proyectada casi por todos los actores económicos y políticos en el contexto actual, generaría un impacto en el desplome del precio del oro negro y sus derivados, cuestión que fue tratada en Viena y que promovió un paso geopolítico que rompe al menos con dos cuestiones vitales.
La primera de ellas es que posicionó a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), reunida en la capital de Austria, en su verdadero carácter estratégico, más aún con sus asociados que le dan un plus, como Rusia y México. Y la posicionó con una determinación dónde lo central es la protección de las economías de los países productores de petróleo que, al sol de hoy, no tienen garantía alguna de estabilidad por parte de un sistema económico y financiero occidental en crisis profunda.
Así lo visualiza el medio de comunicación RT que a su vez ha consultado a Goldman Sachs: «Jeff Currie, jefe global de investigación de materias primas en Goldman Sachs, también destacó que la razón por la que la organización puede reducir la producción, incluso cuando el mercado del petróleo sigue siendo ajustado con inventarios bajos, es que los precios del crudo han bajado más de un 40% porque los inversores huyen del mercado (…) Antes de la reunión, había pocos indicios de que la presión estadounidense estuviera funcionando. El ministro de Energía de los Emiratos Árabes Unidos, Suhail Al Mazrouei, insistió en que la decisión era «técnica»: «Es muy importante que siga siendo una decisión técnica y no política», dijo a los periodistas. «Por eso es importante mirar el lado técnico de la ecuación y ver cualquier preocupación relacionada con la economía y el estado de la economía»
Sin embargo, resulta difícil no observar una posición geopolítica clara de la OPEP. De hecho, esto también responde a la pretensión de la Unión Europea de imponer topes de precio al gas de la Federación de Rusia; lo cual viola incluso sus propios dogmas liberales de libre comercio, esos con los que desayunan, almuerzan y cenan, con la adición que si algo no tiene Europa en estos momentos como para imponer regla alguna es topes de precios al gas que, de hecho, están pagando más caro a EEUU, del cual dependen aún más a partir del sabotaje de los gasoductos Nord Stream.
Hemos conocido sobre este particular que cualquier dispositivo de imponer topes de precio será respondido inmediatamente con no provisión de gas por quienes poseen ese bien al punto de exportación segura.
La doble jugada observada quedó básicamente dispuesta al ver la reducción de hasta dos millones de barriles de petróleo —en las palabras del propio Secretario General de la OPEP, Haitham Al Ghais—, quien afirmó:
«No estamos poniendo en peligro el mercado energético. Estamos suministrando seguridad y estabilidad al mercado de la energía, todo tiene un precio. La seguridad energética también tiene un precio».
De igual forma, y por mucho que pretenda ser silenciado por un aparato mediático mundial muy inclinado hacia el unilateralismo como expresión política que no se corresponde con la realidad, la decisión unánime de los países OPEP+ no es más que un mensaje multilateral de freno a las pretensiones de imponer una lógica según la cual los estados miembros de esta organización deben actuar de espaldas a sus intereses y en respaldo al interés geopolítico de EEUU, siguiendo los pasos de una Unión Europea que ni se ha detenido a observar las consecuencias económicas y sociales de sostener un conflicto permanente con un gigante como el país eslavo.
Por supuesto, las consecuencias de tales determinaciones, cuya lógica generó la presión de EEUU hacia varios aliados estratégicos en materia petrolera, la terminan sufriendo en carne propia sus propios pueblos producto de la recesión mundial, un invierno agotador en reservas de energía y una burbuja financiera creada durante la pandemia covid19, que ya venía gravitando con sus efectos nocivos en el largo plazo.
La OPEP+ se decantó por preservar la estabilidad del mercado petrolero mundial promoviendo un precio justo por encima del volumen de producción, a través de esta decisión que —de no ser acordada ni implementada— posiblemente hubiera desencadenado una caída importante del precio del crudo; volviendo casi imposible la continuación de la producción y comercialización actual por los bajos rendimientos.
Recordemos que, como uno de los hitos alarmantes para el mercado petrolero, a meses de iniciar la pandemia, se produjo un fenómeno de precio del petróleo en 0$; lo cual ha generado, ante la proyección de una recesión económica, este paso para proteger la sustentabilidad de un negocio petrolero cada vez con más necesidades de inversión lo cual tiene un costo asociado en los precios del oro negro y sus derivados.
Por supuesto, la respuesta estadounidense no se ha hecho esperar ya que, dando cuenta de su insano unilateralismo, han amenazado con imponer sanciones a todos quienes «cumplan» la decisión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo OPEP+, incluido uno de sus aliados principales en oriente medio como es Arabia Saudita.
Tal pretensión, evidencia de la anomia internacional actual, ya ha sido rechazada categóricamente y solo contribuye a mayores tensiones propias del conflicto estratégico entre el multilateralismo que irrumpe en decisiones como las de la OPEP+ y un factor unilateral que afirma en los hechos el imperativo de caminar al son de sus intereses, dejando de lado los propios.