Entrevista exclusiva a uno de los tripulantes del 747 de EMTRASUR
No hubo, ni hay ningún delito que se pudiera imputar a esta causa, porque hasta ahora no ha habido motivos para que estuviéramos retenidos en Argentina
Nelson Coello, tripulante del Boeing 747-300 de EMTRASUR, me concede una entrevista. Acordamos vernos en la Plaza Bolívar de Caracas. La mañana está hermosa, después de varios días de una tempestad que azotó a toda Venezuela, y en Las Tejerías, estado Aragua, ocasionó un deslave que enluto a mi país. Mi entrevistado llega acompañado de su esposa. Hacen una pareja hermosa, pienso. Después me confiesan que su relación se ha fortalecido ante la adversidad que están atravesando.
La historia que han vivido la conozco por fuentes, algunas poco confiables, porque mucho se ha escrito sobre el avión de EMTRASUR, empresa filial de CONVIASA, retenido en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, Argentina, desde el 8 de junio. Pero no se conoce la versión de los protagonistas del inédito secuestro de una aeronave de carga junto a sus 19 tripulantes (venezolanos e iraníes). Yo tengo la oportunidad de entrevistar a su despachador de vuelos.
El 19 de septiembre, arribó a Venezuela el primer grupo de los tripulantes secuestrados, y el 29 de septiembre fueron liberados otros dos. Finalmente, El juez federal de Argentina, Federico Villena, decidió el viernes 14 de octubre permitir la salida del país a los últimos cinco tripulantes (tres iraníes y dos venezolanos) secuestrados en ese país sudamericano por más de cuatro meses.
Mi entrevistado comparte con detalles lo que ha vivido. A continuación, su relato:
Secuestrados en Ezeiza
—El gobierno nacional, debido a la necesidad de trasladar materiales estratégicos, (alimentos, medicinas y ayuda humanitaria entre otros) para toda la población venezolana, decidió comprar un avión carguero, pero como Venezuela está bloqueada y sancionada por el imperialismo norteamericano a través de la OFAC, tuvo que recurrir a los convenios bilaterales que tiene con Irán. CONVIASA le compró el año pasado a la empresa hermana iraní Mahan Air, un Boeing 747-300 para luego, en octubre de 2021 constituir EMTRASUR (Empresa de Transporte Aerocargo del Sur) filial de CONVIASA. El avión comenzó a realizar vuelos comerciales de carga en febrero de 2022; incluyendo alimentos, medicinas y ayuda humanitaria. El contrato acordado con Mahan Air incluye servicio técnico (mantenimiento) y entrenamiento de pilotos y técnicos. En Venezuela no hay escuelas que capaciten pilotos y personal técnico para Boeing 747, que son aviones de grandes dimensiones, con 70 m de longitud y 60 m. de envergadura.
A principios de junio, llevamos 21 toneladas de ayuda humanitaria a Surinam, en apoyo a su población que padecía las consecuencias de una tormenta tropical. Una vez concluida la descarga regresamos al Aeropuerto Internacional de Maiquetía porque teníamos que llevar a Argentina, una carga de autopartes de la empresa Volkswagen S.A. que nos contrató a través de un tercero. Cargamos la mercancía en Santiago de Querétaro, México, para entregarla en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, Argentina. Eran como 50 toneladas de carga, que superó con éxito todos los procesos aduanales, chequeo antidrogas, antiexplosivos, etc. Pero por solicitud del cliente debimos cambiar la mercancía y pasar un día más. La carga de nuevo cumplió con toda la permisología y requisitos aduanales. El 5 junio retornamos con rumbo a Argentina, pero hicimos una parada técnica en Maiquetía para recargar combustible, ya que el costo es mucho más económico en relación a otros países.
Shell nos surtiría en Argentina, porque teníamos combustible solo de ida. Era un vuelo de 6 horas y media. En vuelo, debido al mal tiempo en Ezeiza, tuvimos que irnos a nuestro alterno de ruta, el Aeropuerto de Córdova, y partimos al rato. Llegamos a nuestro destino con las autopartes y en una hora y media descargamos el avión. Hicimos todos los procedimientos de rigor, como lo hemos hecho en todos los países a los que hemos llevado mercancías. Todo ocurría con normalidad. Nos fuimos al Hotel Plaza Central en la ciudad de Canning (provincia de Ezeiza), con estadía de 12 horas para retornar a Venezuela, porque teníamos toda la perisología para entrar y salir de Argentina. Dormimos esa noche, y como todo estaba en regla no sospechábamos lo que pasaría. Al día siguiente retornamos al avión para la salida del vuelo a Caracas, pero veíamos pasar los camiones de Shell y ninguno nos surtía el combustible. Preguntamos qué sucedía al representante del Handling (bluewings) operador de servicios en tierra, el cual contactó a la empresa de combustible en el aeropuerto y no dio respuesta. Pasamos 6 horas a bordo de la aeronave. Finalmente, Shell informó que no iba a realizar el suministro de combustible y que transferiría lo cancelado, porque había la orden de no despachar. Entonces solicitamos a la estatal YPS que nos vendiera combustible, pero también se negó, al igual que el resto de los proveedores por temor a represalia, ya que CONVIASA era una de las líneas aéreas sancionadas por la OFAC y EMTRASUR, es su filial. Ante la negativa optamos por surtir gasolina en Uruguay. Se realizó la planificación ya que teníamos suficiente combustible para llegar. Son solo 35 minutos de vuelo. Aunque pudimos ir ese mismo día, por tiempo de espera y el próximo vencimiento por horas de servicio de la tripulación, ya no había tiempo. Entonces retornamos al hotel, tuvimos que hacer ese día reservaciones en el Hotel Holiday Inn, en Ezeiza, ya que el hotel Plaza Central no tenía disponibilidad para los 19 tripulantes. Mientras descansamos, Uruguay aceptó toda nuestra permisología, incluso Argentina nos permitió salir. Hicimos nuestro plan de vuelo. Despegamos del Aeropuerto Internacional Ezeiza hacia Montevideo y estando a casi 10 minutos de llegar, Uruguay nos comunicó vía radio que no podíamos entrar a su espacio aéreo. ¿Qué sucede?, pensé. El capitán y el primer oficial preguntaron cuál era la razón si se tenía el número de permiso y contestaron que había una petitoria del Ministerio de Defensa de Uruguay de no dejarnos entrar. Y nos pidieron que nos mantuviéramos en espera, pero no podíamos orbitar mucho tiempo porque el combustible solo alcanzaba para devolvernos a nuestro alterno que era Ezeiza, así se había planificado. Entonces se tomó la decisión de retornar.
Imagina que nos hubiesen dejado orbitando más tiempo, imagina que el aeropuerto argentino hubiese estado cerrado por mal tiempo y ya no teníamos combustible para llegar a otro aeropuerto, imagina que se nos hubiese agotado el combustible, pudimos habernos estrellado en alguna de las ciudades que estaban en nuestra ruta, lo que hubiese cobrado muchas vidas inocentes, y este escenario fatal estuvo dentro de las posibilidades.
Nos dejaron aterrizar en Ezeiza, pero por más de 45 minutos estuvimos en un taxiway (calle de rodaje) porque estaban esperando la autorización que permitiera el rodaje hasta nuestra posición de parqueo. Después nos dieron la autorización para iniciar el rodaje hasta la posición 54-A, en el Sector de Carga en el aeropuerto de Ezeiza. Allí nos rodearon más de 160 funcionarios de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) de Argentina. ¿Qué locura es esta?, pensé. Al rato se comunicaron vía tierra al avión y nos preguntaron cuáles eran nuestras intenciones, porque no teníamos autorización para entrar al aeropuerto. A lo que el capitán les contestó que no entendía, ya que estábamos en nuestro alterno. En Argentina, cuando haces un plan de vuelo donde ellos son el alterno, te dan la permisología para aterrizar porque de lo contrario no te dejan despegar. Desde ese momento comenzó toda la locura. Estuvimos casi 5 horas a bordo, hasta que nos pidieron los pasaportes, desembarcamos con escolta policial que nos condujo a migración. No entendíamos lo que sucedía. Se hizo un oficio que informaba la retención de nuestros pasaportes, y llegamos al Hotel Holiday Inn con los funcionarios de la PSA. Todavía no teníamos prohibición de salida. Nos comunicamos con nuestro ministro y presidente de CONVIASA, Ramón Velásquez Araguayán, y con el Presidente de EMTRASUR, César Pérez, para informarles lo ocurría, quienes se activaron para actuar ante lo sucedido. No teníamos pasaporte. Estábamos en el hotel. Al día siguiente nos devolvieron nuestra documentación. Quizás investigaban si teníamos alguna alerta roja, que no arrojó positiva. El 9 de junio el Hotel Holiday Inn nos informó que no tenían cupo para nosotros y el 10 de junio nos devolvimos al Hotel Plaza Central en Canning, ya que para la fecha contaba con disponibilidad para los 19 tripulantes, donde nos quedamos los tres meses que se nos impidió retornar a Venezuela por una causa que ni siquiera aún tiene nombre.
Zozobra, incertidumbre y angustia
—El 13 de junio, eran las 11:45 de la noche cuando llegó la Policía Federal de Argentina a tocarnos la puerta de nuestra habitación en el piso 2 y piso 1 del hotel, para hacernos un allanamiento.
—¿Por qué es el allanamiento?, preguntamos.
Respondieron que el procedimiento había sido ordenado por el Juzgado Federal 1ero de Lomas de Zamora por una investigación por terrorismo, espionaje y lavado de dinero.
—¿A nosotros? ¿Quién lo solicitó?, interrogamos.
—Es un pedido de la querella de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) a través de su representado, Jorge Knoblovits, en base a la denuncia del diputado Gerardo Milman y Ricardo López Murphy, contestaron.
El procedimiento duró desde las 11:45 de la noche hasta las 11:45 de la mañana. Fueron 12 horas durante las cuales se nos tomó declaración, huellas dactilares, nos tomaron fotos como cualquier vulgar delincuente. El secretario del juzgado que estaba con los funcionarios de la policía nos dijo que a partir de ese momento serían 10 días de secreto de sumario y se abriría una investigación, y no se le puso nombre a la causa porque estaban por determinar cuál era el delito que se nos iba a imputar.
Más que amarilla, es fosforescente
—A partir del 14 de junio la prensa argentina reseñó el caso, sabían “supuestamente más” que nosotros que éramos los indagados. El periodismo en Argentina no es amarillista, es fosforescente, porque se nos trató como a los peores delincuentes, sometiéndonos al escarnio público, ya que sin pruebas nos vinculaban con el atentado que en 1994 voló la sede de la mutual judía en Buenos Aires, AMIA. Hecho que sucedió cuando algunos de nosotros ni siquiera habían nacido o éramos solo niños. Nosotros nunca hemos tenido problemas con los argentinos, somos pueblos hermanos. Nunca entendí por qué estereotiparon el caso, al parecer les extrañó una tripulación venezolano-iraní.
No quisimos declararles a los periodistas de esos medios porque ya nos habían juzgado, publicando fotos con acusaciones de actos que no habíamos hecho. Salíamos a comer, a comprar algo en la farmacia y teníamos 10 y hasta 20 periodistas sensacionalistas persiguiéndonos. Dentro de mí me decía, cómo te voy a dar una entrevista si ayer publicaste mi foto como terrorista.
Nos sentíamos presos, porque, aunque solo tuviésemos la prohibición de no salir del país, no teníamos libertad, y vivíamos bajo la incertidumbre por todo lo que ocurría. No era un caso netamente penal, sino político, o más bien, geopolítico y xenofóbico, creado bajo el estigma de que éramos venezolanos junto a iraníes. Cuando los venezolanos somos amigos de iraníes, rusos, gringos, argentinos, porque somos amigos de todos. Somos personal técnico que volamos por el mundo llevándole a Venezuela aquello que necesita. Somos sostén de hogar, trabajadores.
Por muchos días no salimos del hotel, pero cuando comenzamos a caminar por las calles el pueblo argentino nos apoyó, eso fue grande. Muchos nos dijeron que Argentina está en deuda con Venezuela. Fue una dura crítica al asedio mediático al que estábamos sometidos, por lo que la prensa amarillista disminuyó sus ataques, incluso, Infobae —uno de los medios que más nos había señalado— recibió más de 1.800 mensajes en rechazo, debido a que se estaba usando la tragedia del atentado de la AMIA y la embajada de Israel en Argentina para satanizar el caso del avión venezolano.
El gobierno de Venezuela, a través de su embajada en Argentina, nuestra empresa CONVIASA y EMTRASUR nos dieron el soporte legal, humano y político que requeríamos. Felicito las gestiones de nuestra embajadora Stella Lugo. En estos tres meses fuimos calumniados, estigmatizados, pero hubo periódicos como Página 12 y radios argentinas que nos dieron espacios para decir la verdad.
El caso
—El primer bufete, representado por el Dr. Hernán Emilio Carluccio y su equipo de abogados, fueron contratados por nuestro gobierno a través de la cancillería y nuestra embajada en Argentina. Debido a lo compleja que se estaba tornando la causa, nuestro gobierno contrató los servicios del Dr. Maximiliano Rusconi y su bufete, quien separó el caso en tres líneas de representación (Avión, Tripulación venezolana y Tripulación Iraní, cada uno con sus equipo de abogados). La Dra. Mariana Barbitta, excelente abogada y su gran equipo de abogados, representó a la tripulación venezolana.
El juez federal, Federico Villena, emitió una resolución el primero de agosto del presente año, desde que se terminó el sumario hasta el fallo, donde se le permitía a 12 tripulantes (11 venezolanos y un iraní) el levantamiento de prohibición de salida del país y obviamente el retorno a su país. Tenía cinco días la fiscal para apelar el fallo, al tercer día se nos entregó el pasaporte y las credenciales, que en el allanamiento se nos sustrajo, (en días anteriores los teléfonos, iPad y computadores personales habían sido entregados en su mayoría), todo se lo llevaron para investigarlo. Luego la abogada nos explicó que para ello debían tener nuestro consentimiento, pero en nuestra inocencia hasta las claves se las dimos. Ellos hicieron investigaciones en los teléfonos, en las computadoras, en las tablet, y en todo lo que se llevaron nunca pudieron encontrar pruebas de que éramos ni terroristas, tampoco hacíamos espionaje, ni lavado de dinero. No hubo, ni hay ningún delito que se pudiera imputar a esta causa, porque hasta ahora no ha habido motivos para que estuviéramos retenidos en Argentina. Al avión se le hicieron tres inspecciones. La primera fue ilegal y arrojó que la aeronave estaba bien. La segunda, esta vez ordenada por el juzgado, se hizo con personal calificado antidrogas, antiterrorismo, con la autoridad aeronáutica y también arrojó que el avión no tenía usos ilegales y ha pasado cuatro meses en Argentina y no han encontrado nada. Aunque es ilegal se le bajaron las dos cajas negras en la tercera inspección (cockpit voice recorder y flight data recorder), lo que solo se puede hacer cuando haya ocurrido un siniestro, y tampoco encontraron nada ilícito.
Tristeza y alegría
—Sentí mucha depresión, tristeza, incertidumbre. Vivir esa experiencia, expuesto a que nos dejen presos, nosotros, que no teníamos ni una multa de tránsito, y estar ante la posibilidad de que nos acusen de terrorismo. Imagina estar en un país que no es el tuyo, expuestos a que te siembren una prueba de un delito que no cometiste. Parte de la tripulación se enfermó, incluso uno de los tripulantes llegó en silla de ruedas a Venezuela porque le salió una necrosis en la base del fémur. Nos separaron de nuestra familia, pero gracias a nuestro presidente, Nicolás Maduro, nuestro ministro y presidente de CONVIASA y al presidente de EMTRASUR; los familiares de los 14 venezolanos se trasladaron a Argentina. Después de tantos días de tristeza, verlos fue un milagro, que me llenó de alegría.
El Retorno
—Cuando volví me sentí muy venezolano, feliz, bendecido. La tripulación liberada, nosotros, estamos sobreseídos, por lo que nuestros nombres y nuestra reputación quedaron intachables. El avión sigue retenido en Argentina, no se le está haciendo mantenimiento, se está deteriorando, por lo que su valor se deprecia.