Hemos visto cómo millones de seres humanos en el mundo salen en busca de oportunidades, por cualquier vía y a cualquier costo, movidos por las precarias condiciones de vida provocadas a sus pueblos, por el asedio imperial, los bloqueos económicos y financieros, las sanciones coercitivas y la aplicación de estrategias de guerra en todas sus dimensiones.
Mucho se ha hablado en medios y redes de la migración precaria, de los hombres y mujeres de los estratos pobres y medios, que a diario arriesgan sus vidas en búsqueda de la falsa promesa de prosperidad que los verdugos de sus naciones, les ofertan engañosamente como salida a la crisis política, social y económica inducida por ellos.
Basta preguntarse, a tenor de los indicadores del presente, ¿cuántos libios, sirios, venezolanos, cubanos, nicaragüenses, etc, han logrado prosperidad bienestar y buena vida en Europa, EUA, U.K? ¿Quiénes son los migrantes que entran a esos países y de forma legal se instalan? Para percatarnos de que estamos ante una perversa maniobra imperial, que por un lado provoca la migración precaria, y por el otro toma para sí el uso de unas fuerzas productivas a bajo costo, y en condiciones de crueldad esclavista.
Dicho de otra manera, se aprovecha de la inminente precariedad económica de quienes paradójicamente entregan sus vidas buscando con ello un mejor vivir.
Es así cómo, en nombre de la “libertad y la democracia”, occidente, en su afán imperial y sus secuaces de la ultraderecha en el mundo; devastan naciones, demuelen culturas, en fin; secularizan e imponen su modelo civilizatorio, como si la humanidad no fuera diversa y plural.
Hoy nadie tiene dudas, de que la migración es provocada; es una industria que trafica con los sueños y las esperanzas; es una falsa salida a las consecuencias de las crisis inducidas; un camino que en la mayoría de los casos conduce a la nada; si por nada entendemos la continuidad del sufrimiento del que se huye, acosados por una realidad impuesta que niega el desarrollo sociohistórico en cada nación atacada.
En ese marco referencial, los medios y redes comprometidos con los objetivos hegemónicos de sus mandantes imperiales, han emprendido una campaña de alto contenido emocional cuyo objetivo es destacar las consecuencias y negar las responsabilidades de los actos criminales contra las poblaciones obligadas a migrar.
Así, las narrativas sobre el paso por la selva del Darién, expresan con cada migrante que se arriesga a cruzarlo, la crueldad de quienes promocionan dicha travesía y la irresponsabilidad de los gobiernos satélites del imperio que, a sabiendas de los riesgos, no asumen control sobre la referida selva sin condenar a los causantes y sus objetivos.
Datos recientes nos revelan: “en el 2021 arribaron a Necoclí (Colombia) un estimado de 107.723 ciudadanos venezolanos, seguidos de 8.579 haitianos, y de otros países de la región como Ecuador, Cuba, Colombia y Perú, así como del continente africano y del asiático”.
Tales cifras, traducen la magnitud del problema, y aunque no todos los migrantes son registrados por las autoridades de Colombia y Panamá, se reconoce una situación que habla por sí misma de la magnitud del problema.
Ahora bien, fuera de toda consideración al derecho al libre albedrío que tienen los hombres y las mujeres para decidir dónde y con quien vivir; la migración precaria es consecuencia de un crimen de lesa humanidad, imputable las políticas de dominación de occidente contra la humanidad. Ya que, las causales de dicho fenómeno, están impresas en los planes de dominación mundial; en la praxis hegemónica de occidente contra la multipolaridad y la autodeterminación; para ellos, los migrantes precarios solo son daños colaterales con los cuales causar terror.
El Darién es una selva intrincada y un camino al infierno. Quienes lo promocionan como una alternativa a las crisis inducidas en los pueblos decididos a ser libres, son aliados de la guerra de occidente contra la multipolaridad y por ende enemigos de la humanidad.