Los aliados se desentienden de Guaidó: así es la vida
El G3 quiere robar por su cuenta
Los compinches partidistas del “gobierno encargado” le sacaron el cuerpo a Juan Guaidó y a la fracción de Voluntad Popular de la que él forma parte. Luego de guillotinar públicamente al autoproclamado, los dirigentes de Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo y Primero Justicia, actúan como si no hubiesen tenido nada que ver con la malhadada aventura.
La verdad histórica es que las direcciones de estos tres partidos (igual que otros de oposición que no estaban en el llamado G4) respaldaron el desaguisado de un supuesto Poder Ejecutivo paralelo, a cargo de quien era entonces presidente del Legislativo.
Y lo siguieron apoyando aún después de que dejó de estar en la directiva de la Asamblea Nacional (en 2020), por votación de la misma mayoría opositora. Y continuaron dándole ínfulas cuando a dicho cuerpo parlamentario se le había vencido el período ─hace ya dos años─.
Ahora asumen poses de gente que siempre estuvo en contra y dicen que todo fue un gran desatino. Pero, tras deshacerse del incómodo sujeto, lo que pretenden es tomar el control directo de los activos y dineros públicos que han sido apropiados indebidamente por gobiernos y entes privados extranjeros, con el subterfugio de que no reconocen al presidente constitucional de Venezuela sino a uno encargado. Quieren robar por su cuenta y por eso le dicen a Guaidó que si lo han visto, no se acuerdan.
Los gringos inventaron todo
Como la aprobación de Estados Unidos es algo básico para cualquier acción o inacción de los partidos opositores venezolanos, los medios fueron a preguntar en Washington si estaban de acuerdo con la rodada de la cabeza del autoproclamado.
Hipócritamente (es decir, siendo muy Estados Unidos) los voceros de la política exterior gringa dijeron que “respetan la decisión de la AN-2015”. En criollo, mandaron a Guaidó a llorar pal valle y se lavaron las manos, como si lo del gobierno interino y todas sus arbitrariedades hubiese sido iniciativa del G4, ahora trastocado en G3.
La verdad, comprobable mediante numerosos hechos y declaraciones, es que el mamotreto de Guaidó y su combo de supuestos funcionarios, embajadores y juntas ad hoc fue un invento completo de los genocidas en serie del gobierno de Donald Trump, que Joe Biden heredó y no cambió. Los partidos de derecha locales solo fueron unos ejecutores (bastante torpes, por cierto) del plan diseñado en el norte.
La modalidad de “cambio de régimen mediante designación de un gobierno paralelo” no prosperó en cuanto a ese objetivo, pero sirvió para que Estados Unidos y los amigotes de Trump se robaran Citgo, dándoles algunas comisiones a sus operarios venezolanos. Ahora se hacen los desentendidos y dicen que apoyan lo que haya decidido un Parlamento que, por dictamen de Washington, no tiene fecha de vencimiento.
James Story, el más guaidolover hoy nos cuenta otra historia
Entre los funcionarios estadounidenses que más entusiasmo mostraron siempre por el “gobierno encargado” y su “presidente” debe contarse el “embajador” (disculpen el exceso de comillas, pero es que todos los cargos son falsos en este párrafo) de Estados Unidos en Venezuela, James Story.
Este señor, que despacha desde Bogotá y se las da de criollo, era un genuino guaidolover. Tal vez porque estaban en el cargo cuando el sujeto en cuestión se autojuramentó en una plaza caraqueña, es decir, que su corazón está más cerca del pasado gobierno gringo que del actual.
Es el típico diplomático estadounidense injerencista y metiche y como tal ha estado en todas las conspiraciones que se han realizado en los últimos años contra Venezuela, especialmente en las más violentas, que usaron como centro de operaciones el territorio colombiano.
Como defensor a ultranza del gobiernillo encargado y su títere principal; Story debería haber quebrado una lanza en su favor o, al menos, dejar sentada una sutil protesta por el sacrificio de su boy. No, ha optado por hacerse el loco y contar otra historia.
Los medios que le decían “señor presidente”
Además de los partidos del ex-G4, de la pandilla gobernante en Estados Unidos y del tal Story, otros que están actuando como si nunca hubiesen roto un plato; son los integrantes de la poderosa maquinaria mediática global y local.
Los grandes periódicos y revistas de alcance internacional, las cadenas de televisión informativas, las agencias de noticias con sede en Estados Unidos y Europa y los portales de la llamada “prensa libre” venezolana hicieron un ruidoso coro entre 2019 y 2022 para sostener la farsa del interinato.
A Guaidó, un diputado que obtuvo menos de 100 mil votos en la circunscripción de Vargas (ahora La Guaira) en 2015, lo llamaban presidente y celebraban que fuera reconocido por Estados Unidos, los países de la Unión Europea y numerosas naciones con gobiernos de derecha; u obedientes a las órdenes imperiales.
Intentaron proyectarlo como un prominente líder y hasta apostaron por su sagacidad y elocuencia, virtudes de las que a todas luces carece. Aseguraron que la mayoría del pueblo lo seguía con fervor. Puras cobas.
Algunos medios comenzaron a marcar distancia hace tiempo, suprimiendo el trato presidencial y calificándolo como “líder de la oposición venezolana”, cosa que tampoco era cierta del todo, pues las divisiones comenzaron a sentirse desde el propio 2019, en particular luego del triste episodio del 30 de abril, el Golpe de los Plátanos Verdes.
Ahora, cuando los factores partidistas y el propio Estados Unidos han arrojado por la borda a tan celebrado personaje, los medios tratan de desentenderse de él. Los periodistas que lo aplaudieron simulan objetividad y procuran hacer creer que son neutrales. Algunos de ellos, dicho sea de paso, fueron asalariados del falso gobierno; del que ahora aseguran no saber nada. Así paga el diablo, dicen.