Aunque suene reiterativo insistimos mucho en ello, el desplazamiento de Estados Unidos como hegemón, ungido luego de que cayera el muro de Berlín, es indetenible. De hecho, en este momento ya no puede presionar a los países bajo su influencia como lo hacía anteriormente.
Ya son evidentes las fisuras en la Unión Europea por el tema de Rusia. Ya no tiene la fuerza que tenía en el Medio Oriente, más allá de su fuerte alianza con Israel. Pero se distanció de Arabia Saudita, país clave para que impusiera el petrodólar y controlara así la economía global.
Así las cosas, es notorio que Washington actúa con desesperación, intenta forzar situaciones. En ese contexto es interesante lo que ocurre en Latinoamérica.
La Casa Blanca quiso que los países de nuestro hemisferio enviaran armas a Ucrania, para involucrarlos en la guerra de la OTAN contra el gigante euroasiático; pero se llevó una negativa contundente. Especialmente de dos países: Brasil y Colombia.
Inclusive Lula, en reunión con el canciller alemán, sugirió constituir un ente multirregional para negociar la paz.
Para ser justos, inclusive con Bolsonaro, Brasil nos inclinó en contra de Rusia. Es lógico, el gigante sudamericano es miembro del Brics, grupo con interesantes perspectivas de cara al futuro; tiene intereses económicos junto a Rusia y también a China. Además, con Lula, siente que tiene un rol importante que jugar en la geopolítica mundial, y eso parte de ser independiente, en no ser un apéndice de la voluntad norteamericana, como los países de la Unión Europea.
En esa pugna, en esa disputa por la influencia geopolítica, se juegan fichas, se aprovechan de crisis para ganar espacios, para ganar mercados y fuentes de recursos.
Si, como ya sabemos, Latinoamérica es una fuente apetecible de recursos naturales, sobre todo minerales, tierras raras e hidrocarburos, es lógico que los sabuesos norteamericanos anden viendo qué presa tomar.
No olvidemos nunca lo dicho por Laura Richardson, la jefa del Comando Sur, y sus elocuentes palabras sobre nuestras riquezas naturales, de cómo es necesario que ellos las controlen.
En dicho escenario, el lunes, sigilosamente, la canciller peruana Ana Cecilia Gervasi viajó a Estados Unidos a reunirse con «altas autoridades» del Gobierno de ese país a fin de «desarrollar y fortalecer la relación bilateral».
El periplo lo autorizaron, mediante un decreto supremo, la presidenta Dina Boluarte y el presidente del Consejo de ministros, Alberto Otárola.
El cuestionado Gobierno señaló que «constituye de interés nacional la participación de la canciller en esas reuniones».
Desde que en el país incaico se incrementó la represión ante las incesantes protestas, el Ejecutivo ha tenido roces diplomáticos con México, Honduras, Colombia, Chile y Bolivia. Es más, algunos factores de la extrema derecha peruana sugirieron un ataque militar hacia el país altiplánico.
¿Por qué se atreven a sugerir algo así en momentos de tanta inestabilidad? ¿Tendrán ya algo conversado con Washington? ¿Richardson habrá adelantado alguna gestión?
Extraño, sospechoso. El régimen de Boluarte está aislado en la comunidad internacional, tiene un amplio rechazo entre los peruanos, viola los derechos humanos, es inestable, lo que pone en duda cuanto tiempo pueda mantenerse.
Pero claro, Perú es el segundo mayor productor mundial de cobre, posee tierras raras, y, en Puno, departamento fronterizo con Bolivia, una empresa canadiense acaba descubrir mucho litio. En el Perú se encuentra gran parte de la selva amazónica, con toda su diversidad y agua dulce.
Será por eso que el jueves 26 de enero, en la OEA, el embajador norteamericano ante tan devaluado ente, Francisco Mora, aseveró que su país «está comprometido en apoyar al Gobierno peruano, no solo en el diálogo; sino en apoyar y estar seguro de que se investiguen las muertes registradas en las protestas».
En dicho escenario, el cálculo podría ser que se adelanten las elecciones en el Perú, como reclaman los miles de manifestantes diariamente, que se enfríen las protestas, que se hagan algunos ofrecimientos, que se apliquen algunos paliativos, sobre todo en el llamado «Perú Profundo»; mientras las empresas norteamericanas, las del estáblisment, concretan negocios en ese país andino.
Luego, deberán buscar un candidato nuevo, lejos de la actual clase política que tanto rechazo genera. Aprovecharían la debacle de Pedro Castillo para decir que la crisis fue creada por la izquierda, que la izquierda no sabe gobernar, para intentar anular una propuesta izquierdista, progresista.
Claro, ocultaran que sabotearon incansablemente al depuesto mandatario, que nunca lo dejaron gobernar, más allá de sus errores políticos. Lo que les interesa es tener un títere para esquilmar los recursos naturales de ese país.
Además, Boluarte estaría buscando un seguro para cuando deba dejar la presidencia. No olvidemos que existen varias denuncias y causas en la justicia peruana por las matanzas contra manifestantes. También se le sindica como responsable de violar los derechos humanos a cientos de peruanos; esos delitos no prescriben. Está en una situación complicada, tal como le gusta a la Casa Blanca para sacar provecho.
Claro, con el respaldo de la corporatocracia mediática global, podrían intentar maquillar la situación. Usarían al Perú como una ficha para entorpecer los afanes integracionistas en el hemisferio, como con el fenecido Grupo de Lima. Así se juega la geopolítica, así juegan en la Casa Blanca.
Paralelamente, el canciller alemán, Olaf Scholz, visitó el subcontinente. Según el influyente portal de Bloomberg, entre sus pretensiones estaba el concretar un acuerdo para la explotación del litio en Chile.
Siempre, según Bloomberg, el mandatario germano «buscará hacer una oferta a Chile mucho más atractiva que el acuerdo que tienen actualmente con los chinos».
Las empresas que actualmente explotan litio en Chile son: Albermarle Corp (estadounidense) y la firma local SQM, donde China tiene el 20% de las acciones.
Las dos generan carbonato de litio, de esa producción, el 90% se destina a China.
De acuerdo al citado portal norteamericano, Olaf Scholz confía en que su viaje a América Latina ayude para que Alemania asegure suministros adicionales del litio que gigantes del automóvil como Mercedes-Benz Group AG y Volkswagen AG necesitan.
Europa, sobre todo Alemania, está al borde del colapso industrial por el incremento de los precios de la energía para producir; por la leguleyada que hizo Joe Biden para que las grandes empresas del viejo continente se mudaran a Estados Unidos.
Y hablando de minerales estratégicos, los últimos días de enero, la importante revista norteamericana, Newsweek, publicó que el apoyo de Estados Unidos y sus aliados occidentales a Ucrania, más allá de retoques ideológicos, y la indudable connotación geopolítica, tendría como trasfondo el titanio, metal fundamental para fabricar armas.
Según los expertos el titanio es un metal ligero, pero muy resistente, que se usa para la construcción de aviones de combate, helicópteros, barcos, tanques, misiles de largo alcance.
En Washington, el Departamento de Estado incluye al titanio entre los minerales vitales para su economía.
El ranquin de mayores productores globales de esponja de titanio, la base para crear el titanio, lo encabeza China, con una producción anual de 231.000 toneladas, el 57% de la producción global. Lo siguen Japón con 17%; Rusia, con 13%. Ucrania se anota con una producción cercana a las 4 mil toneladas. No es mucho, comparado con los países antes citados, pero sirve.
La pelea por los recursos naturales es de alcance global. Sudamérica es clave, Rusia y China avanzaron mucho en sus lazos con los países de esta zona, como lo han hecho en África, también.
Para Washington, en este momento, cada ficha en su tablero geopolítico cuenta. Boluarte, la situación del Perú, les interesa. Ah, Boluarte debe saber que en la Casa Blanca no se puede confiar, siempre paga mal a quien bien le sirve.