Uno de los casos más abiertos, documentados y demostrativos de todo el proceso en contra de un proyecto político en América Latina fue el de la conspiración constante y posterior derrocamiento del Presidente de Chile Salvador Allende Gossens, el 11 de septiembre de 1973, y la ulterior aniquilación de toda la izquierda que le acompañó en la Unidad Popular, incluyendo a dirigentes políticos y sociales, intelectuales y académicos; quienes en su momento fueron profundamente críticos del entonces primer mandatario chileno.
Los documentos de la International Telephone Telegraph ITT, publicados por el periodista estadounidense Jack Anderson en 1982 en su columna del Washington Post, fueron develando claramente como a través de esta multinacional se fue forjando todo el andamiaje de acciones contra aquel gobierno democráticamente electo.
Tales evidencias luego serían confirmadas a través de documentos desclasificados de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) por sus siglas en inglés, donde quedaba clara la conspiración y la agresión contra toda la nación chilena; de acuerdo a una postura estratégica definida por el entonces gobierno estadounidense republicano de Richard Nixon, afirmando el pavor que generaba en la élite política de ese país una exitosa experiencia socialista o de izquierda democrática en el corazón de su autoproclamado “patio trasero” y más aún en plena guerra fría con la Unión Soviética.
Por supuesto en nuestra región, y como es harto conocido pero poco estudiado y difundido, las conspiraciones y diversas maniobras tendientes a socavar cualquier proyecto que siquiera se distancie estratégicamente de las determinaciones estadounidenses son moneda común, con el detalle que los años y diversas revelaciones vienen a confirmar lo que en principio es desechado como “hipótesis infundadas”.
Son muchas las informaciones y análisis alegremente despachados por no contar con una prueba contundente que los confirme, pero los años, documentos desclasificados y los mismos actores involucrados; culminan por corroborar estos supuestos.
El caso de la República Bolivariana de Venezuela termina siendo uno más con evidencias claras de una conspiración permanente con ramificaciones internacionales abiertas; pero con una variante importante en cuanto a que no ha hecho falta el factor tiempo, ni documentos desclasificados; para confirmar tales maniobras.
Una suerte de biblioteca completa ha sido presentada recientemente por quienes acompañaron las locuras extremistas del expresidente de EEUU, Donald Trump, donde Venezuela tiene un capítulo especial en cada uno de los libros; sea de John Bolton, Mark Esper o Mike Pompeo.
Tales confesiones de estos funcionarios, cercanos al entonces presidente estadounidense, dejan en ridículo a toda la oposición venezolana; quienes de manera recurrente han negado las conjuras, maniobras y amenazas que tales libros revelan como verdades.
Veamos un poco más. El ex Asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Bolton, aparte de confirmar lo de la invasión al país suramericano, se muestra como uno de los hacedores esenciales del plan de medidas coercitivas unilaterales o sanciones ejecutado contra nosotros, que muchos demagogos han querido hacer ver como de consecuencias directas sobre el Gobierno venezolano; cuando en realidad socavan los derechos fundamentales de millones de venezolanos y venezolanas.
Sumado a esto, Bolton afirma sobre los planes hacia Venezuela: “El régimen ilegal de Venezuela, uno de los más opresivos del hemisferio occidental, brindaba una oportunidad para el Gobierno de Trump, aunque ello requería una determinación constante de nuestra parte y una presión implacable, consecuente y total. No pudimos estar a la altura de ese criterio. El Presidente vaciló y cancaneó; lo que exacerbó los desacuerdos internos del Gobierno en lugar de resolverlos, e impidió, en reiteradas ocasiones, nuestros esfuerzos de aplicar una política (…) Los oponentes a Maduro actuaron en enero de 2019 porque estaban convencidos que esa podía ser su última oportunidad de alcanzar la libertad tras años de intentos fallidos. Los Estados Unidos respondieron porque era nuestro interés nacional hacerlo. Y lo sigue siendo, y la lucha continúa.
Poco después del ataque con drones [referido al intento de magnicidio frustrado contra el Jefe de Estado el 4 de agosto de 2018], durante una reunión que no guardaba relación, el 15 de agosto, surgió el tema de Venezuela, y Trump me dijo de manera enfática “Que lo hagan”, es decir que me deshiciera del régimen de Maduro. “Esta es la quinta vez que lo pido”, continuó diciendo. Describí la idea de lo que estábamos haciendo en una reunión limitada a Kelly y a mí, pero Trump insistió en que quería opciones militares para Venezuela y, luego, quedársela porque “es realmente parte de los Estados Unidos”.
El día 21 [de enero de 2019] le expliqué a Trump los posibles pasos políticos y económicos que se podían dar contra Maduro y le dije que mucho dependía de lo que sucediera dos días más tarde. Trump dudaba de que Maduro cayera, diciendo que “era demasiado inteligente y demasiado duro” (…) Me llamó alrededor de las 9:25 a.m. del día 23 para decir que el proyecto de declaración que se emitiría cuando la Asamblea Nacional invocara formalmente la constitución venezolana para dar el paso contra Maduro era “hermoso”, y añadió: “Casi nunca digo eso”. Le agradecí y le dije que lo mantendría informado. Guaidó se presentó frente a una enorme multitud en Caracas (según nuestra embajada, la mayor en los veinte años de historia del régimen Chávez-Maduro), y fue juramentado como presidente interino. La suerte estaba echada. Pence, vino a estrecharme la mano y, de inmediato, sacamos la declaración de Trump. Temíamos un despliegue inminente de efectivos, pero no hubo ninguno (…) La primera señal inquietante que mostró Trump llegó ese día después de las ocho y media de la noche, cuando, refiriéndose a Venezuela, llamó para decir: “No me gusta lo que estoy escuchando”. Estaba preocupado por la conferencia de prensa de [del general Vladimir] Padrino, donde decía que: “Todo el ejército apoya a Maduro”. Luego añadió: “Siempre dije que Maduro era duro. A este muchacho [Guaidó] nadie lo conoce”. Además, “los rusos han hecho declaraciones brutales”.
Por su parte el ex Secretario de Defensa, Mark Esper, en su libro: “Un Juramento Sagrado: Memorias de un secretario de Defensa durante tiempos extraordinarios”, reveló que dicha administración discutió abiertamente invadir la patria venezolana e incluso asesinar al presidente de la república, Nicolás Maduro, en un marco amplio de acciones contra el país. Asimismo manifiestó que no le parecía muy acorde que EEUU promoviese un conflicto militar directo en América Latina, posiblemente adherido a su concepción doctrinaria de “patio trasero”, que no debe ser innecesariamente alborotado.
Esper describe así toda la situación: “Las operaciones en Irak desde finales de diciembre de 2019 hasta principios de enero de 2020 parecieron saciar el apetito de Trump por la acción militar por un tiempo más. Sin embargo, la idea de actuar contra Caracas resurgió no mucho después, ya que las interacciones entre el país sudamericano (rico en petróleo) e Irán, se profundizaron. Ambos países estaban evadiendo las sanciones de EEUU, mientras se buscaba la forma de poner fin a esas actividades (…) El 30 de abril de 2019, poco más de seis semanas antes de que Trump me nombrara secretario de Defensa en funciones, Guaidó lideró a un grupo de militares y civiles venezolanos en un levantamiento para destituir a Maduro. Fracasó debido al insuficiente apoyo de los altos mandos militares, con decenas de heridos y varios muertos en los enfrentamientos que siguieron. Maduro culpó a Trump de la sublevación. Bolton y Pompeo salieron a la palestra para elogiar los esfuerzos de Guaidó, condenar a Maduro y criticar a Rusia por su apoyo; con Pompeo diciendo: “Si eso es [la acción militar] lo que se requiere, eso es lo que hará Estados Unidos”. El fracaso de Guaidó y sus compañeros de conspiración marcó el final de una fase crítica en el intento de la administración Trump por librar al pueblo venezolano de Maduro. Este contratiempo pareció quitar el viento de las velas de aquellos que habían trabajado para restaurar la democracia en Venezuela y acabar con el desastre humanitario. Pompeo y Bolton hablaban de vez en cuando de “lo cerca que estuvimos” de liberar al pueblo venezolano. Para Trump, esto endureció su opinión de que Maduro era “fuerte” y Guaidó era “débil”. No podía ver a Guaidó como Presidente del país, y mucho menos capaz de derrocar ni de superar a Maduro, lo que disminuyó su entusiasmo de apoyarlo.
[Sobre el Petróleo Trump] A mí mismo una vez me dijo: “Deberíamos conseguir el petróleo” cuando se discutió la acción militar y en otras ocasiones quiso asegurarse de que los Estados Unidos tuvieran “pleno acceso” -sin que lo impidiera ningún acuerdo previo con Rusia o China, a los recursos del país si Maduro era desalojado por nosotros. Era coherente con la opinión que tenía sobre que Estados Unidos obtuvo el control de los campos petrolíferos en el este de Siria cuando estábamos tratando la cuestión del apoyo estadounidense a las Fuerzas Democráticas Sirias en el otoño de 2019”.
Finalmente Mike Pompeo, ex Secretario de Estado no tuvo tapujos en afirmar varias perlas en su libro “Nunca cedas ni un centímetro”, sumando aseveraciones del plan de intervención militar contra Venezuela al tiempo de afirmar que su administración dio más de mil millones de dólares a Juan Guaidó para llevar supuesta “ayuda humanitaria”. El dinero por supuesto se esfumó con la misma velocidad con la cual tales planes resultaron derrotados por el pueblo, la institucionalidad democrática y la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
Pompeo afirma sobre la agresión hacia nuestro país: “Esperábamos hacerle la vida tan miserable al régimen, que Maduro y sus matones tuvieran que hacer un trato con la oposición (…) En varios momentos, el presidente Trump, John Bolton y yo sugerimos la opción militar para Venezuela. Ninguno de nosotros queríamos hablar públicamente sobre este importante medio de presión (…) Decidimos que no podíamos reconocer a Maduro como presidente legítimo de Venezuela; en cambio, el 23 de enero reconocimos al líder opositor de 35 años, relativamente desconocido, Juan Guaidó, presidente de la AN, como presidente Interino. Nos arriesgamos”
“En junio de 2020 recibí una llamada de Elliott Abrams, ahora con dos sombreros como representante especial para Venezuela e Irán, diciendo que algunos agentes de la Agencia Antidrogas habían tenido la oportunidad de atrapar a Alex Saab, mientras estaba en una misión para organizar un intercambio de oro venezolano por petróleo iraní (…) A Estados Unidos no le importa cuando los países buscan construir lazos amistosos con otras naciones de nuestra región o incluso competir en igualdad de condiciones económicas. Pero en el espíritu de la Doctrina Monroe, no debemos permitir que China, Rusia e Irán interfieran en los sistemas de las naciones soberanas”.
Tan graves aseveraciones, constitutivas de una injerencia inaceptable en un país soberano y confirmatoria de planes ejecutados y amenazas contra Venezuela, resulta importante para un estudio profundo, desarrollo y difusión, de un expediente completo que pueda ser llevado a instancias nacionales e internacionales para sumar voluntades a la exigencia del fin de la agresión total en contra de la República Bolivariana de Venezuela, sólo para tratar de quebrar su régimen político democrático dispuesto en aplicación de la Constitución Nacional de 1999.
Por ello resulta importante la investigación que desarrollará la Asamblea Nacional en función de meter la lupa sobre la letra pequeña de afirmaciones, escritas en los libros descritos acá, que no han sido refutadas por ningún laboratorio de ideas o político del país del norte, dejando vigente su veracidad absoluta.
También estas aseveraciones demuestran el valor, la cuantía y calidad de la victoria de nuestra Nación contra estas nefastas acciones; defendiendo, como hoy lo estamos haciendo, la paz y estabilidad como derechos esenciales para avanzar en nuestro derecho al desarrollo como país soberano e independiente.