Impunemente, Estados Unidos actúa contra sus enemigos y hasta contra sus aliados
Volar un gasoducto
La impunidad es un fenómeno de bola de nieve: mientras más delitos y faltas comete alguien sin recibir castigo, más envalentonado se siente y se dedica a hacer cosas peores.
Y, claro, cuando se habla de impunidad en el plano internacional, los lauros se los llevan Estados Unidos y sus amigotes. El país imperial ha hecho barbaridades desde su tierna infancia, tal como lo alertó nada menos que Simón Bolívar hace dos siglos. Pero en la medida en que en los últimos años le han permitido violar, de forma creciente, las más diversas leyes internacionales (o no someterse a ellas), perpetrar toda clase de tropelías y actos de lesa humanidad sin recibir ninguna pena, se ha ido enviciando con la impunidad; al punto de que su élite política y económica parece levantarse cada día pensando en qué otro crimen pueden cometer, libres de represalias.
Uno de los más recientes ejemplos de impunidad manifiesta, es que la pandilla gringa ha volado un gasoducto gigantesco que iba a surtir del recurso energético ruso a buena parte de Europa, es decir, a sus propios aliados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Unión Europea (UE).
Desde que el hecho ocurrió, hasta los más inocentones supieron que fue un acto de sabotaje terrorista de Estados Unidos. Ahora, varios meses después, algunos sectores le han dado por fin valor de verdad oficial porque lo verificó un periodista estadounidense con buena reputación profesional.
Si en la llamada “comunidad internacional” prevaleciera el ordenamiento jurídico y los valores éticos, habría un gran escándalo y el gobierno de Estados Unidos estaría sometido a juicios penales y mercantiles; pues se trata de delitos sumamente graves de rango humanitario y que, además, causan daños económicos fabulosos a varios países y empresas.
De hecho, si un tercer país hubiese atentado contra un gasoducto construido por Estados Unidos o que diera suministro a sus ciudades, habría sido calificado como un grave atentado, merecedor de un bombardeo, una invasión o una guerra. Seguramente, las Naciones Unidas habrían apoyado esas justas medidas antiterroristas.
Pero, como la detonación del Nord Stream 2 la perpetró Estados Unidos, no pasa nada, salvo algunas declaraciones encendidas o el reportaje que confirma lo que ya muchos medios de comunicación habían denunciado hace meses.
Impunidad al cuadrado: el criminal se erige en juez
La bola de nieve de la impunidad tiene otro efecto, aún más perverso e indignante: esos países que delinquen abiertamente (Estados Unidos y sus aliados de la vieja Europa) no se conforman con disfrutar de su impunidad, sino que se erigen en jueces del resto del mundo y, desde ese lugar, imparten sentencia y aplican sanciones a terceros.
El gángster, jefe de la banda o pran de eso que ahora se llama “Occidente colectivo” se arroga el derecho –que nadie le ha dado– a aplicar castigos a otros países cuando no hacen lo que se les ordena.
Ese castigo –hay que recalcarlo porque mucha gente lo olvida– es sufrido principalmente por la gente más pobre y necesitada de las naciones “sancionadas”, y hasta de las aliadas. Es una agresión que causa muerte, daños a la salud, violencia, pérdidas económicas y restringe o niega derechos humanos básicos a grandes masas humanas, como lo sabemos muy bien en Venezuela.
Violador victimizado: el globo chino
Para justificar sus acciones, los cabecillas imperiales recurren a menudo a la estrategia de victimizarse, declararse amenazados o en peligro de sufrir atentados.
Los hechos del 11 de septiembre de 2001, aún sumidos en grandes misterios, sirvieron para desatar una guerra “contra el terrorismo” que ha destruido varios países y todavía no cesa.
Ahora, en modo de Guerra Fría, el gobierno estadounidense se ha lanzado a denunciar que China los espía mediante el recurso de globos aerostáticos y ha montado grandes shows para destruirlos.
Es solo el paso previo a nuevas escaladas contra China, país al que ya de por si mantiene rodeado de bases militares.
De fondo, está la realidad de que China ya desplazó a Estados Unidos como principal potencia económica mundial, y ha tomado medidas para equipararse también en el plano de la defensa.
La acción genocida sobre un pueblo afectado por un desastre natural
Y aquí podemos ir otra vez al panorama de las medidas coercitivas unilaterales y los bloqueos para observar la incalificable crueldad de estas camarillas mundiales del capitalismo imperial: obstaculizar la ayuda que numerosos países están tratando de hacer llegar a Siria, para salvar vidas y atender la emergencia del sismo doble, que afectó también a Turquía.
Se trata de unas acciones tan viles y atroces que merecerían ser juzgadas por tribunales internacionales; y sus responsables penados como criminales de guerra. Pero sucede que Estados Unidos no reconoce ese tipo de legislación internacional que con frecuencia invoca para los demás países. Descaro puro.