En mayo de 2011, el entonces presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, sancionó a la compañía petrolera estatal venezolana, PDVSA «por hacer negocios con Irán», país ya repetidamente golpeado por las sanciones. Como si el gobierno norteamericano le hubiera pedido permiso a alguien para alimentar a los peores criminales del planeta y para «exportar» su «democracia» a precio de pilas de muertos. Pero, ya sabes, al Sheriff no se le ordena. Pero tampoco se le ordena a la patria de Bolívar, respondió Hugo Chávez. “¿Sanciones contra la patria de Bolívar? ¿Impuestas por el gobierno imperialista gringo? ¡Bienvenidas, pues, Mr. Obama!”, dijo. Y luego, dirigiéndose al entonces canciller, Nicolás Maduro, vitoreó en un mensaje de Twitter en su cuenta @chavezcandanga, “¡eso es Nicolás! ¡El verdadero impacto de la nueva agresión gringa es que repotencia la moral nacionalista y patriótica de Venezuela!»
Durante una rueda de prensa internacional, el ministro de Relaciones Exteriores leyó el comunicado del gobierno, en el que se manifestaba «el rechazo más contundente de la decisión», considerada «una acción hostil, al margen del derecho internacional». En la misma línea, el pronunciamiento del parlamento venezolano y el del Partido Socialista Unido de Venezuela. Y, sobre todo, el pronunciamiento del pueblo, que respondió con una gigantesca manifestación de apoyo a PDVSA.
Algunos periodistas comentaron que, en cualquier caso, los intercambios de petróleo entre Venezuela y los Estados Unidos continuarían «marcados por el pragmatismo». En aquel momento, especialmente a través de la sucursal de Citgo, con sede en los Estados Unidos, el gobierno de América del Norte compraba a Caracas casi el 45% de su crudo: cerca de 1,2 millones de barriles diarios. Las «sanciones» establecieron que PDVSA ya no podía participar en ningún contrato directamente con el gobierno de los Estados Unidos, ni acceder a programas de financiación para exportaciones o importaciones, ni licencias para tecnologías de petróleo de los Estados Unidos. Sin embargo, las empresas subsidiarias no fueron tocadas.
Pero, como se vio después, el decreto ejecutivo de Obama para imponer medidas coercitivas unilaterales contra Venezuela, considerándola “una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad de los Estados Unidos», abriría el camino al asedio multifacético, desplegado con la llegada de Trump y con la farsa de la autoproclamación. La compañía Citgo, el eje más importante de esos intercambios comerciales, sería robada y saqueada. Desde entonces, como lo explica el Observatorio contra el Bloqueo, 103 de las 477 medidas coercitivas unilaterales, equivalente al 11.1% de las «sanciones» contra el país, han estado dirigidas a destruir la industria petrolera, que aporta el porcentaje más alto de ingresos de Venezuela.
Aunque consciente de las posibles consecuencias, Chávez, entonces, no bajó la cabeza. Anunció que, después de una evaluación, podría haber decisiones en respuesta “a esta agresión imperialista”. Aunque ya afectado por la enfermedad, el Comandante continuó dirigiendo el conjunto de transformaciones históricas y cambios estructurales, lo que marcó y sigue marcando la vida del pueblo venezolano. Y, a diferencia de Bolívar, quien murió solo y traicionado, pensando «haber arado en el mar», Chávez sembró en un terreno fértil que, diez años después de su desaparición física, continúa multiplicando frutos.
FRASE-RESUMEN: Las huellas del Comandante en la revolución bolivariana siguen multiplicando frutos