Analizar el escenario geopolítico no es nada fácil, cuando se hace con un mínimo de seriedad. No es fácil porque siempre subyacen hechos, circunstancias y procesos no muy visibles que se van fraguando con el transcurrir de los años.
Los procesos sociales, históricos, no se producen de forma espontánea, sino que se van incubando.
Algunas circunstancias, la pandemia de Covid- 19, el conflicto en Ucrania; los pueden acelerar, pero estaban, están allí.
Por eso, cuando afirmamos que la hegemonía norteamericana, secundada por la Europa Occidental, llega a su fin, no es por terquedad, por un deseo de origen ideológico; no.
El mundo despide esa hegemonía porque diversas fuerzas emergieron para cuestionarla, para jaquearla, y otras más se suman a esa tarea. Los hechos así lo confirman.
Veamos otro capítulo de esta crónica anunciada.
Del 2 al 5 de marzo, Emmanuel Macron, presidente francés, emprendió una gira por África, en un periplo que tenía más visos de pataletas de ahogado, ante el desprestigio que el país galo ganó por su genuflexión ante Washington. El mandatario quizá intentó recuperar algo de sus vestigios imperiales, colonizadores. Eso sin mencionar la agitación que se vive en suelo francés, con multitudinarias marchas, consecuencia de su errada política social interna.
Por cierto, para Macron era su decimoctava visita al continente africano desde 2017. En todos los sitios donde estuvo cosechó pifias y abucheos, síntoma del rechazo que Francia, Europa en general, tienen entre el pueblo africano.
Pero donde el rechazo fue más notable, por ser para un mandatario, fue en la República Democrática del Congo. Allí, Félix Tshisekedi, presidente del país, criticó la arrogancia, el “paternalismo francés”. Como si los africanos fueran seres inferiores. Eso tiene que ver con el eurocentrismo, tan extendido entre las élites políticas, económicas y sociales, del llamado Viejo Continente.
“Esto debe cambiar, la forma en la que Europa y Francia nos trata. Debéis comenzar a respetarnos y ver a África de un modo distinto. Tenéis que dejar de tratarnos y hablarnos con tono paternalista. Debéis respetar a África», le dijo Tshisekedi, durante una rueda de prensa conjunta.
Las palabras incomodaron al presidente galo, quien trató de capear el temporal, de barajar ese cuestionamiento público, airado y, diríamos, justo.
El jefe de Estado africano recordó, también, que el año 2019, quien fuera ministro de Asuntos Exteriores francés, Jean-Yves Le Drien, hizo comentarios negativos, injerencistas, contra la elección de Félix Tshisekedi.
Paralelamente, en Namibia, Hage Geingob, presidente de esa república, puso en su lugar al embajador alemán, Herbert Beck, quien le reclamó la presencia de ciudadanos chinos en ese suelo africano.
«En Namibia, el número de chinos que vienen aquí es cuatro veces más que, por ejemplo, la comunidad alemana», dijo el representante germano, el domingo 5 de marzo.
«¿Cuál es tu problema con eso?, ¿Por qué esto ahora supone un problema? Europa lo considera un problema, pero no es un problema para nosotros», fue la respuesta de Geingob.
A esa contundente respuesta, el mandatario le agregó que «los chinos no han venido aquí a jugar, que es lo que hacen los alemanes, por cierto. ¿Me hablas de los chinos? Cuando hemos permitido a los alemanes venir aquí sin visado y les pusimos alfombra roja, pero muchos de nuestros ciudadanos sufren acoso en Alemania, incluso diplomáticos con pasaporte diplomático, esto les pasa en Alemania. Y los alemanes pueden venir aquí como quieren».
«¿El problema son los chinos? ¿Por qué no hablamos de Alemania y de cómo nos trata? Los chinos no nos tratan de esa manera», agregó.
Al notar la incomodidad de su interlocutor, Geingob, bajando el tono, sugirió al representante europeo que no se preocupará, que en Namibia sabían cómo manejar sus problemas.
Nótese como está allí nuevamente presente el «paternalismo» europeo, esa insana costumbre de tratar a los africanos como «niños» a los que deben tutelar.
Geingob le cuestionó, en otro momento, que los representantes europeos cada vez que visitan el continente africano suelen hablar de China.
«¿Cuál es el problema? Tal vez yo quiero aprender a hablar chino», manifestó jocosamente.
Esas reacciones, esas respuestas de dignatarios africanos, a quien la visión eurocéntrica los ha tenido siempre a menos, en la visión del esclavista, preocupa en el Viejo Continente.
El primero de marzo, previo a la gira de Macron, la agencia France Press reclamaba que los lazos económicos que históricamente Francia ha tenido con las naciones africanas se encuentran bajo una fuerte presión por la presencia comercial de Rusia y China.
De hecho, reconocieron que África se ha convertido en un territorio de disputa en temas financieros y políticos. Recordaron unas declaraciones de Macron donde decía que ese continente es un «campo de competencia», invocando a las empresas francesas a que se involucraran en esa lucha.
El trabajo de France Press dice que las inversiones chinas en el continente son cuantiosas, especialmente en la construcción de puertos y vías férreas. Moscú ha participado en menor medida. Pero su influencia sobre los africanos también es cada vez más relevante.
Por cierto, en su diatriba con el embajador alemán, el mandatario de Namibia habló sobre el trabajo e inversiones que ha venido haciendo China en el continente africano.
«Los chinos han venido a construir infraestructura en toda África», afirmó.
El portal epe.es, citaba al analista africano, Ovigwe Eguegu, de la consultora de desarrollo Development Reimagined, cuando afirma que «Rusia es un socio tradicional de los países africanos, incluso antes de la independencia. Actualmente, tras la pandemia y la ofensiva en Ucrania, Moscú busca a sus amigos alrededor del mundo y África es una parte del globo donde siempre ha tenido buena relación con muchos de sus líderes».
Eguegu refirió que en los últimos dos años, Serguei Lavrov, canciller ruso, ha visitado una docena de países en la zona. Encontró aceptación en casi la totalidad, destacando el acuerdo con Sudán para construir una base naval. Con Sudáfrica afianzaron lazos de índole, militar, diplomática, y comercial. No olvidemos que Sudáfrica forma parte de los BRICS.
Burkina Faso es otra de las naciones donde hubo gran acercamiento con Moscú. Este país, ex colonia francesa, ubicada en el Oeste de África, ha sufrido los ataques de grupos extremistas islámicos, pidieron apoyo a su ex metrópoli pero este llegó tardío e insuficiente.
Allí, Burkina Faso ha recibido respaldo ruso.
«Muchos africanos –de los países francófonos– piensan que la relación con Francia no sirve a los intereses de los propios africanos… El sentimiento antifrancés ha alimentado hechos como la presencia del Grupo Wagner en África», destacó Eguegu.
Para Atiana Serge Oulon, periodista burkinés, las personas en su país ven que «una cooperación (con Moscú) facilita al país adquirir material militar, así como apoyo político y diplomático».
Rusia, a diferencia de países de Europa Occidental, no tiene un pasado colonialista, expoliador de recursos, por lo cual no es visto con desconfianza o rencor por los países africanos.
«Rusia –en ese momento URSS– ayudó a crear muchos países y no tiene una actitud colonial hacia los africanos…La sinergia es tal que incluso en las banderas; –en la de Mozambique aparece un fusil ruso AK-47–, y en la de Angola aparece un machete y un engranaje; hay influencia soviética», recordó Eguegu.
El País, de España, uno de los medios más funcionales al estáblisment; publicó el 13 de enero un material de opinión donde decía que: en las últimas décadas, China se ha convertido en el principal socio económico y comercial de África. El volumen de comercio entre ambos pasó de 1.000 millones de dólares en 1992 a más de 100.000 millones en 2008.
Según dicho trabajo, Pekín planea, para el 2035, incrementar esta cifra a 300.000 millones de dólares.
La importancia estratégica del África en la visión China es de tal magnitud que la primera visita oficial de Xi Jinping, como jefe de Estado, en 2013, fue a África.
Qin Gang, flamante ministro de Exteriores chino, estuvo los primeros días de enero en la región para profundizar los lazos. Esos lazos tienen un patrón, un modelo a seguir, se implementó en Angola. La fórmula establece que África exporta recursos a China, el gigante asiático provee apoyo financiero en forma de créditos y construcción de infraestructuras.
Según El País, Europa, que ve peligrar su hegemonía en el continente africano, anunció a principios de año un ambicioso plan de transformación digital y desarrollo sostenible para contrarrestar la influencia de China: el Global Gateway. Un paquete de inversiones de 150.000 millones de euros hasta 2027.
Pero, Ursula von der Leyen, con cierta ironía, decía que los europeos “somos muy buenos financiando carreteras, pero no tiene ningún sentido para Europa construir una muy buena carretera entre una mina de cobre de propiedad china y un puerto de propiedad china”.
Bastante significativo lo dicho por la señora von der Leyen. Refleja la realidad geopolítica global. Donde Occidente explotaba, saqueaba, asesinaba en masa, hoy, nuevos actores, nuevas potencias, ocupan esos espacios.
En ese contexto, Wally Adeyemo, subsecretario del Tesoro de Estados Unidos, señaló, el 9 de marzo, que visitará algunos países africanos para presionarlos e inducirlos a que dejen de cooperar comercialmente con Rusia.
«Nuestro objetivo es dejar muy en claro a [estos] países, desde un punto de vista económico, que sus intereses económicos se alinean con que la invasión de Rusia a Ucrania termine lo antes posible», expresó.
Ya en enero, la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, había visitado Senegal, Zambia y Sudáfrica, con la misma finalidad.
No le fue muy bien. De hecho, Sudáfrica, junto a Rusia y China, efectuaron ejercicios militares conjuntos en las costas sudafricanas, los últimos días de febrero.
África, pletórica de recursos, sedienta de justicia, despierta. Rusia, China, tienen otra forma de relacionarse con ella, más amable, más conveniente para esa región.
Además, los países que hacen parte del llamado sur gobal saben que necesitan vincularse de manera más efectiva. Allí, África, como América Latina, tienen un rol vital que cumplir.