Lula visitó China y las repercusiones se sintieron en todo el planeta, mientras Lavrov visita América Latina, y políticos norteamericanos amenazan a Europa
«¿Por qué todos los países necesitan hacer su comercio respaldado por el dólar? ¿Por qué no podemos comerciar con nuestras propias monedas? ¿Quién decidió que fuera el dólar?», se preguntó.
Mucho batalló la derecha global, para que Lula da Silva no volviera a la presidencia de Brasil. Su gestión como jefe de Estado durante dos periodos, donde se hizo sentir la voz importante, trascendente, del gigante amazónico, los obligaba a tratar de impedirlo. Su prédica y acción por un mundo mejor, multipolar, obligó a los hegemónicos a que apostaran por su sujeto con las negativas credenciales de Jair Bolsonaro.
Mucho dinero se invirtió, mucha guerra sucia se hizo contra el ex obrero metalúrgico. No se resignaron. A los pocos días de que asumiera la presidencia, tuvo que lidiar con un golpe de Estado en su contra. Pero al final, lo que debía suceder, lo que anunció, se empieza a concretar. En plena campaña presidencial Lula habló de crear una moneda común para América Latina. La propuesta se hizo, se sumaron varios países; aunque sabemos que implementarla no será algo inmediato.
Pero, los pasos se están dando, sigue la apuesta por una mayor integración de nuestros países, más allá de sus realidades e identidades políticas.
Lula insiste en un mayor protagonismo de Latinoamérica en el contexto global. Habla de evitar alineamientos con posturas belicistas. De hecho, América Latina actúa decorosamente en el conflicto entre Rusia y Ucrania. No cedió a presiones para enviar armas al régimen neonazi; mucho menos a chantajes y amenazas para distanciarse de la República Popular de China, a quien Estados Unidos califica de “amenaza”.
Así lo hizo saber el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, en la Estrategia de Defensa Nacional de Estados Unidos; documento de 20 páginas que marca el derrotero a seguir por Washington.
Este documento, hecho público en septiembre del año pasado, va más allá del anterior, de 2018, elaborado durante la presidencia de Donald Trump, en el cual se establecía que China era un «competidor estratégico que usa la economía de manera depredadora para intimidar a sus vecinos; mientras militariza elementos del Mar del Sur de China». La postura en el 2022, con Joe Biden, es que Pekín es «el desafío determinante porque va a ser nuestro competidor más relevante en las próximas décadas«.
El documento se hizo público antes de los incidentes con globos aerostáticos, de provocaciones respecto a Taiwán. En ese contexto, Luiz Inácio Lula da Silva anunció su viaje a China. Lo hizo luego de reunirse con el canciller alemán, Olaf Scholz, en enero. Durante ese encuentro el líder del PT reiteró que no enviaría armamento que fuera utilizado en la contienda entre Rusia y Ucrania.
Lula confirmó su viaje a China luego de reunirse con Joe Biden, el 11 de febrero. Washington pretendía convencer a Lula que modificara sus ofrecimientos electorales de apostar por la multipolaridad, de combatir la supremacía del dólar en el hemisferio. Ya sabemos que falló.
Inclusive el viaje debió ser postergado por algunos inconvenientes de salud que presentó Lula. Pero el momento llegó. Lula visitó las tierras del gigante asiático.
Y, cosa trascendental, antes de reunirse con Xi Jinping, disertó el 13 de abril, en la toma de posesión de Dilma Rousseff como presidenta del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB), allí arremetió contra la hegemonía del dólar.
«¿Por qué todos los países necesitan hacer su comercio respaldado por el dólar? ¿Por qué no podemos comerciar con nuestras propias monedas? ¿Quién decidió que fuera el dólar?», se preguntó.
Afirmando luego que «necesitamos una moneda que transforme a los países en una situación más pacífica, porque en la actualidad hay que correr detrás del dólar para exportar».
Cuestionó que instituciones nacidas luego de la Segunda Guerra Mundial, muy influenciadas por Washington, como el FMI, coaccione a los países para prestarles dinero.
«No le corresponde a un banco asfixiar la economía de una nación como lo está haciendo ahora el FMI con Argentina, como lo hizo con Brasil durante tanto tiempo y como lo hizo con los países del tercer mundo… Cuando el Fondo Monetario Internacional o cualquier otra institución presta a un país del tercer mundo, la gente se siente en el derecho de mandar, de administrar las cuentas de esas naciones, como si fueran sus rehenes», enfatizó Lula.
Lula, en otro momento de su discurso, expresó que el Nuevo Banco de Desarrollo debe convertirse en un gran banco del Sur Global. Uno que rompa las «cadenas de las condicionalidades» de Occidente; uno dispuesto a financiar proyectos a economías emergentes en otras monedas.
Es decir, ya hay una alternativa viable, fuerte, creíble, que se contrapone al FMI. Esta es una gran jugada geopolítica, geoeconómica, de los BRICS.
¿Qué el FMI, el Banco Mundial, desaparecerán mañana mismo? No. Pero hasta allí se demuestra que la hegemonía va en retroceso, porque el FMI servía para reforzar el dominio del hegemón, con sus recetas, con la imposición de modelos económicos que reforzaban posturas políticas y culturales.
Por cierto, a poco del discurso de Lula, funcionarios del FMI reconocieron que China lo había superado en la cantidad de préstamos.
Ahora, respecto a la relación China-Brasil, debemos saber que el gigante amazónico exportó al gigante asiático más de 89.700 millones en productos como soja y minerales; recibiendo insumos por unos 60.700 millones. Es decir, tuvo saldo positivo en su balanza comercial.
Esto constituye un flujo comercial de 150.000 millones de dólares en el año 2022.
Hay otro tema crucial, más allá de acuerdos industriales, agropecuarios, comerciales, que se concretaron: El tecnológico.
Tiene que ver con el intercambio de tecnologías de semiconductores, el 5G, 6G y la construcción de CBERS-6, un satélite fabricado entre ambos países.
Recordemos, Washington está viendo todas las aristas posibles para evitar que China tenga acceso a mejorar su producción de chips más avanzados. El acuerdo con Brasil podría servir como un resquicio para que China evada las trampas sembradas por Washington.
La Casa Blanca también pretende evitar que se expanda el uso de 5G y 6G en el planeta. Mayor uso de tecnología 5G, 6G, daría el liderazgo en las comunicaciones a China.
Ojo, un mayor despliegue de esas tecnologías en los países del Sur podría acortar la llamada brecha digital. Significaría que tengan una tecnología donde puedan desarrollar redes propias, alternativas. De que potencien el desarrollo de sus actividades productivas. De acelerar procesos en las comunicaciones, en la toma de decisiones, sobre todo en tiempos de guerras híbridas, no convencionales. En suma, significa democratizar la tecnología. Eso contribuye a una mejor multipolaridad.
Pero retomando la visita de Lula a China, ella estuvo cargada de gestos, de hechos simbólicos. El mandatario amazónico fue recibido en la Plaza de Tiananmen. Todos sabemos la connotación que Occidente le da a ese lugar.
Otro detalle de gran connotación fue cuando dijo, sin ningún empacho, que había visitado «Huawei en una demostración de que queremos decirle al mundo que no tenemos prejuicios en nuestras relaciones con los chinos. Nadie va a prohibir que Brasil mejore su relación con China».
El mundo sabe de la guerra sucia de Washington contra Huawei.
El anfitrión, Xi Jinping, resaltó los intereses comunes entre ambas naciones, enfatizando que sus relaciones «jugarán un papel clave para la estabilidad y paz mundiales». Denotando el nivel de importancia que Pekín le da su amistad con Brasilia.
«China trata como estratégicas y de gran alcance las relaciones entre China y Brasil, y da prioridad a nuestras relaciones exteriores. El presidente Lula es nuestro amigo desde hace mucho tiempo», acotó.
Mientras eso ocurría en el bloque de los países emergentes, de quienes se oponen a la arbitraria hegemonía de Washington y sus “aliados”; en “Occidente” se presentaban algunos “inconvenientes”. Por ejemplo, alguien filtró, o pudo ser lo que se llama entrega controlada, de documentos militares clasificados de Estados Unidos.
Allí, entre otras cosas, se dice que desde la Casa Blanca se espiaban las discusiones internas entre altos funcionarios de Corea del Sur.
En un momento de tensiones como el que vivimos actualmente, la noticia, el descubrimiento, no gustó en Seúl, sobre todo porque para el 26 de abril se tenía programada la visita del presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol, a Washington.
Las reacciones no se hicieron esperar, el legislador del Partido Democrático de Corea del Sur, Kim Byung-joo, pidió al presidente de su país cancelar el viaje.
El resentimiento coreano se acrecienta cuando recordaron que en 2013, funcionarios surcoreanos de la época, políticos, diplomáticos; habían sido espiados por los servicios de inteligencia estadounidenses.
Durante la misma filtración se develó que analistas norteamericanos ven difícil el triunfo ucraniano en su enfrentamiento con Rusia. Les creó, también, otro inconveniente con Israel, tradicional aliado de Washington.
Según publicó el portal RT, los documentos filtrados y etiquetados como “ultrasecretos”, señalan que elementos de inteligencia estadounidense abogaron “para que funcionarios del Mossad y ciudadanos israelíes protestaran contra las reformas judiciales propuestas por el nuevo Gobierno israelí, incluidos varios llamados explícitos a la acción que condenen al Gobierno israelí».
Como publicamos anteriormente, Joe Biden se pronunció en ese sentido, motivando que Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, le contestara airadamente que su país no era una colonia.
Sobre la filtración, Sabrina Singh, vicesecretaria de prensa del Pentágono, comentó que «somos conscientes de las publicaciones en las redes sociales y nuestro departamento está estudiando el asunto».
Pero, lo dicho, el nivel de los políticos norteamericanos ha mermado mucho. La mediocridad, aceptada por el mismo Henry Kissinger, se apoderó de su liderazgo. Si por un lado el tema del espionaje creaba rencillas, de otro, a un político de segundo orden, pero con mucha resonancia mediática en Latinoamérica, Marco Rubio, se le ocurrió amenazar al presidente de Francia, a toda Europa.
Su desatino se produjo luego que Emmanuel Macron dijera que la UE no debería dejarse arrastrar en un posible conflicto en Taiwán y que debería tener mayor independencia respecto a Estados Unidos.
Ante esas razonables palabras, Rubio expresó: “en cuanto a no involucrarnos en otros conflictos que no sean nuestros, tenemos que preguntarle a Europa, ¿habla él [Macron] por ella? Porque ahora mismo estamos bastante involucrados en Ucrania«.
«Estamos gastando mucho dinero de nuestros contribuyentes en una guerra europea. Y lo he apoyado porque creo que está en el interés nacional de EE. UU. ser un aliado de nuestros aliados…Quizá deberíamos decir que vamos a centrarnos en Taiwán y en la amenaza que supone China, y ustedes se encargan de Ucrania y Europa…Así que tenemos que averiguar si Macron habla en nombre de Macron o si Macron habla en nombre de Europa. Y tenemos que obtener la respuesta muy rápidamente porque China está muy entusiasmada con lo que dijo«, concluyó.
Días después, en medio de una visita a Países Bajos, Macron insistió en su postura. «Ser un aliado no significa ser un vasallo… No significa que no tengamos derecho a pensar por nosotros mismos«, señaló, durante una rueda de prensa junto al primer ministro neerlandés, Mark Rutte.
El asunto es que Macron ha creado una polémica en los dos lados del Atlántico. Muchos europeos, cansados de la majadería norteamericana, apoyan al mandatario francés.
Pero hay resistencia, hay muchos intereses creados para defender a Washington. Además la situación interna en Francia, por las multitudinarias marchas contra la reforma de pensiones, no encuentra a Macron en una situación muy favorable.
De otro lado, Sergei Lavrov, canciller ruso; confirmó que realizará una gira latinoamericana para la segunda quincena de abril. Lavrov tiene pautado visitar Brasil, Venezuela, Cuba y Nicaragua.
“Nosotros abogamos por fortalecer la cooperación ruso-latinoamericana sobre la base del apoyo mutuo, la solidaridad y tener en cuenta los intereses del otro”, expresó.
El mundo se mueve de esa manera. El hegemón, y sus complacientes acólitos, pierden terreno. Otras alianzas, otros bloques, se fortalecen. Relaciones más justas afloran.