El internacionalista Sergio Rodríguez Gelfenstein pondera con cautela los avances para el relanzamiento del mecanismo subregional
¿Podrá la Unión de Naciones del Sur resurgir de lo que prácticamente son sus ruinas? La pregunta viaja por los ámbitos diplomáticos luego de los anuncios hechos por Brasil y Argentina de que retornarán al mecanismo de integración, tras el oscuro paréntesis que marcaron los gobiernos neoliberales de Jair Bolsonaro y Mauricio Macri.
El internacionalista Sergio Rodríguez Gelfenstein recomienda analizar el asunto con cautela. “Aunque es importante el resurgimiento de Unasur, debemos tener claro que la situación no es similar a la de los primeros quince años de este siglo, cuando nació ese mecanismo”, advirtió.
“En aquella época había un pensamiento de izquierda mucho más homogéneo en la región suramericana y un liderazgo mucho más fuerte, sobre todo por el comandante Hugo Chávez y por Néstor Kirchner, que además contaban con la presencia, desde el Caribe, de Fidel Castro. Ellos lograron incorporar a Luiz Inácio Lula Da Silva, lo que fue clave porque significó arrastrar a Brasil, la economía más poderosa del subcontinente”, explicó el experto, licenciado y magister en Relaciones Internacionales de la Universidad Central de Venezuela y doctor en Estudios Políticos por la Universidad de los Andes.
“Hoy no está Chávez, no está Fidel, no está Kirchner y la posición de Lula es distinta porque el espacio de maniobra se ha limitado”, puntualizó Rodríguez Gelfenstein, autor de numerosos libros, entre ellos ¿Y cuando Fidel no esté?, Plan Colombia, Globalización e intereses hegemónicos de Estados Unidos en América Latina, Puerto Rico, un caso de colonialismo en un mundo global, Se ha prendido la hierba en todo el continente. Relatos de Nuestra América, El tiempo de los intentos. De la crisis mundial a la cumbre de la CELAC y La balanza de poder, las razones del equilibrio del sistema internacional.
El reto de renacer
La Unasur, que nació en 2008, intenta volver luego de un período en el que los gobiernos de derecha que plagaron el continente en la década pasada prácticamente la redujeron a escombros.
Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú ─todos en ese tiempo con gobernantes recalcitrantes y enemigos de Venezuela─ habían suspendido su participación en el organismo y luego anunciaron su salida definitiva: Colombia en agosto de 2018, Ecuador en marzo de 2019, y Argentina, Brasil, Chile y Paraguay en abril del mismo año.
No satisfecho con retirarse el impresentable Lenin Moreno, por su lado, despojó a la Unión de su edificio, ubicado en la zona de la Mitad del Mundo, cerca de Quito, alegando que el organismo era inútil.
Destruir la Unasur se planteó como un objetivo prioritario de las derechas latinoamericanas, patrocinadas y tuteladas por Estados Unidos, sobre todo desde que demostró su capacidad para salirle al paso a las típicas maniobras de “cambio de régimen” planeadas por Washington, al abortar un golpe de Estado contra Evo Morales, en 2008.
La misión desintegradora tuvo resultados. Para 2019, cuando la ultraderecha boliviana volvió a intentarlo, ya el mecanismo de Unasur estaba dañado y ni siquiera se intentó impedir el derrocamiento, dirigido por la Organización de Estados Americanos y su secretario, Luis Almagro.
Pese a que varios de los gobiernos neoliberales proimperialistas ya salieron del poder, se sigue observando en la región iniciativas que no son consensuadas, lo que demuestra que los organismos de integración siguen trabajando por debajo de sus reales capacidades, señaló Rodríguez Gelfenstein, quien pone como ejemplo la idea de una moneda común, que ha sido planteada como un acuerdo entre Brasil y Argentina y no como una estrategia de alcance multilateral.
Esa idea, en su momento, fue impulsada por el comandante Chávez, para toda la región, pero no llegó a cristalizar.
“Otro ejemplo de esta situación es que sobre la crisis de Perú, tras el desplazamiento del presidente constitucional, Pedro Castillo, hubo una declaración firmada por México, Colombia, Bolivia y Argentina. Teniendo Argentina la presidencia pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) no se entiende por qué no convocó a una reunión al respecto”, enfatizó.
Según el analista, “es normal que haya opiniones distintas, pero me temo que el esfuerzo de Argentina y Brasil por relanzar Unasur tiene más que ver con la intencionalidad clara de una negociación con la Unión Europea, que con el propósito geopolítico de fortalecer la integración suramericana. Y eso explica por qué Alberto Fernández esperó al último año de su mandato, cuando pudo hacerlo al principio”.
“La actuación hoy de los países es mucho menos coordinada que la de los tiempos originales de la Unasur ─insistió─. Cada país reacciona por separado ante los hechos internacionales y solo en algunos casos se busca una respuesta colectiva”.
La CELAC llamada a ser protagonista
Con todo, Rodríguez Gelfenstein cree que el renacimiento de Unasur, su revitalización, es una buena noticia; porque a través de ese organismo se puede reestructurar un espacio de diálogo y encuentro en el que se debatan políticas comunes sobre temas como la Amazonía, al acuífero Guaraní, la situación de Perú, las islas Malvinas y otros que deberían vincular a toda la subregión.
“Cualquier mecanismo de integración es positivo, en particular para América Latina, que está atrasada en ese sentido, si se la compara con otras regiones. En el caso de Unasur, no es más ni menos importante que otros, sino la expresión de un ámbito subregional muy particular ─explicó─. Como todos los demás, es subsidiario de la CELAC, que es el ámbito verdaderamente importante, ya que es el único que le puede otorgar a América Latina el espacio a escala global en el que puede ser protagonista en el sistema internacional”.