Latinoamérica y su rol preponderante en la geopolítica global
El devenir de la geopolítica global, adquiere en estos días una dinámica inusitada. Sabemos que es indetenible el declive de la hegemonía de Washington. Sabemos que sus aliados incondicionales en Europa están destinados a perder el protagonismo que por décadas tuvieron. Algunos, inclusive, provenían de imperios que la historia reconoce por el ensañamiento y crímenes que cometieron con pueblos de América, Asia y África.
La arrogancia de Estados Unidos, de sus líderes, aceleró este proceso. No es nuevo, ya lo hemos dicho. Un hito a resaltar se produjo en 2008, con la crisis financiera provocada por la irracional ambición de los grandes banqueros norteamericanos y sus cómplices europeos.
El capitalismo especulador, aquel de inversiones tóxicas alejado de la economía real, les pasó factura. Como siempre, los platos rotos fueron pagados por los pobres, los marginados. En Estados Unidos fueron miles los que pasaron a vivir en las calles, perdieron viviendas, autos.
Se dieron cuenta de que el sistema capitalista perenniza la injusticia. De allí surgieron movimientos como Ocupa Wall Street, o, somos el 99%. Se dieron cuenta de que pese al oropel con que revisten sus ciudades, sus instituciones, su estilo de vida; todo es una mascarada para lograr que el 1% de su población lleve una vida ofensivamente lujosa.
Los europeos, que hace años perdieron la autonomía diplomática, económica; envueltos en esa globalización favorable a Washington, se sumaron a las aventuras norteamericanas, incluyendo la económica. Por el efecto acople cayeron varios bancos en el llamado Viejo Continente. También se han visto marchas que muestran el descontento de la población.
Como es usual, montaron una provocación que estalló con los hechos en Crimea. Desafortunadamente para ellos, se encontraron con una Rusia que venía acumulando músculo y energía, con una China que crecía económica y diplomáticamente.
Otro hito importante se produce en 2019, con la pandemia de Covid-19. Los pueblos del mundo vieron con claridad dos modelos para enfrentar la vida. De un lado Rusia y China que hablaban de enfrentar la pandemia todos en conjunto, conforme a lo establecido en la Carta de Naciones Unidas; del otro, los gobiernos de “Occidente”, con Washington a la cabeza, como representantes de las empresas farmacéuticas que priorizan los intereses privados, en vez del bien común.
Además, suponía un enfrentamiento político, de influencia, de simpatía global, por ver de cual superpotencia vendría la cura para el coronavirus.
La comparación le resultó negativa a Washington y sus acólitos. Países como Venezuela, por ejemplo, tuvo un manejo magnífico de la pandemia. Los llamados países desarrollados, empezando por Estados Unidos, pusieron la mayor cantidad de muertos.
Ante esa realidad, los pueblos empezaron a revalorar el rol del Estado. Se comenzó a ver la necesidad de más Estado y menos intereses privados.
El resultado lo sabemos. Rusia, China, Cuba, pequeña en extensión, gigante en solidaridad, trajeron la cura con sus vacunas. Pero no sólo las vacunas, los europeos vieron como Estados Unidos les robó mascarillas y otros implementos.
Entonces los pueblos reflexionaron, más allá de la sistemática propaganda de las corporaciones mediáticas. Empezaron a ver otros modelos que protegían más a los seres humanos. Miraron hacia el sur global. Se dieron cuenta de la existencia del eje Euroasiático como un poder indetenible, de que otras formas de entender la política eran válidas. Que la demonización contra quienes enfrentan la hegemonía era una trampa; que con China se podía hacer negocios; de hecho los estaban haciendo en condiciones más favorables que con las empresas hegemónicas. China, por ejemplo, no presiona para cambiar gobiernos, ni sistemas políticos, ni autoridades.
Vieron que Rusia era un proveedor confiable y puntual de energía, no sólo de hidrocarburos; sino también nuclear. Que en realidad no era una amenaza para la seguridad de Europa. Que podían convivir en paz por largo tiempo.
Así marchaban las cosas en Europa. Inclusive, el presidente francés habló de una OTAN sin Estados Unidos.
Pocos meses después, utilizando a un arlequín que habían empezado a forjar en el 2014, fuerzan una circunstancia en la frontera con Ucrania y desatan un conflicto.
Entonces volvió la campaña mediática global, una rusofobia absurda; tan absurda que obligó a cancelar obras de ballet, de teatro, jornadas literarias, porque incluían autores o ejecutantes rusos.
Ni hablar de la prohibición a deportistas rusos para que participen en eventos a los cuales habían clasificado con antelación. Elementos fundamentales en la narrativa occidental como que “no se mezcla la política con el deporte”, o, “no debe contaminarse el arte”, rodaron por el suelo en la brutal embestida de Occidente.
No sólo eso, se robaron activos de empresarios rusos, se incumplieron unilateralmente compromisos adquiridos con Rusia. Se sacó malamente a empresas privadas rusas del mercado. En fin, la libre competencia se ignoró olímpicamente.
Se sucedieron sanciones tras sanciones, intentando colapsar la economía del gigante euroasiático, pero no lograron sus objetivos. Rusia se mantiene firme.
Y este conflicto, que no es Ucrania contra Rusia, si no la OTAN contra Moscú, se fueron forjando ─o forzando─ realineamientos. Washington logró que China se acercara más a Moscú. Que el BRICS se solidificara más, inclusive que otros países pretendan sumársele.
Se logró que la burocracia de la Unión Europea fuese expuesta como corrupta y desligada del ciudadano común y corriente.
Washington consiguió mostrar que sus sanciones, sus restricciones, fueran cada vez más inútiles y los llevara a la perdición.
Así lo reconoció, a mediados de abril, Janet Yellen, secretaria del Tesoro de Estados Unidos.
«Existe el riesgo, cuando imponemos sanciones financieras, de que estén vinculadas con el papel del dólar, que con el tiempo puede socavar la hegemonía del dólar», manifestó.
Aceptó que “esto crea un deseo de encontrar una alternativa por parte de China, Rusia e Irán».
Horas después de esas declaraciones, el 17 de abril, se reunieron los ministros de Exteriores de Brasil y Rusia en el Palacio de Itamaraty. El encuentro fue parte de la gira que Serguei Lavrov, canciller ruso, efectuó en Latinoamérica.
Entre las declaraciones más trascendentes del diplomático euroasiático, está la del objetivo común, de ambos países; de luchar por un mundo más justo y equilibrado.
«Lo que nos une es la voluntad de formar un mundo más justo, multipolar, que refleje el interés de todos los Estados; y no el de un grupo determinado de países», expresó.
Sobre el inevitable tema de Ucrania, Lavrov señaló que «hablamos sobre el contexto que se debe tomar en cuenta para resolver este problema, no de manera apresurada, sino con base en negociaciones a largo plazo, que consideren los intereses de seguridad de todos los países sin excepción».
Según expuso, Moscú está interesada en poner fin al conflicto lo antes posible, aunque debe evitarse que Ucrania sea un instrumento para amenazar la seguridad rusa.
Lavrov aseveró que sus «colegas occidentales están librando una dura lucha para mantener su postura dominante en los asuntos internacionales y esto ha dado impulso a la situación actual de las relaciones entre Rusia y la OTAN, la Unión Europea, e incluso, sobre el proceso en Ucrania».
El representante euroasiático reconoció el esfuerzo de Brasil por comprender «la génesis de esta situación» y por sus esfuerzos para contribuir a la solución del conflicto.
A su turno, Mauro Vieira, ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, reiteró su llamado a encontrar una solución pacífica y dialogada
«Reforcé la voluntad brasileña de contribuir a la solución pacífica del conflicto. Reiteré nuestra posición a favor de un alto el fuego negociado, con respeto a los derechos humanitarios y una conclusión con miras a una paz duradera», comentó Vieira.
De otra parte, ─y aquí un detalle muy importante─ Brasilia recibió de Moscú la garantía que apoyará su candidatura para un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La respuesta no se hizo esperar desde Washington. Nuevamente la arrogancia, la falta de modales, afloró. Según sus funcionarios: Luiz Inácio Lula da Silva repite como un loro la propaganda de Rusia y China
«Es profundamente problemática la forma en la que Brasil ha abordado este tema tanto de manera sustantiva como de manera retórica al sugerir que EE UU y Europa de alguna manera no están interesados en la paz o que comparten responsabilidad por la guerra», manifestó John Kirby, vocero de la Casa Blanca.
¿Qué ha hecho Lula? Convocar a la comunidad internacional a crear un grupo que busca solucionar el enfrentamiento, señalar que Estados Unidos y la Unión Europea contribuyen a que se alargue el conflicto.
La postura de Lula es razonable, sana, pero ya sabemos que Washington se opone a ella, como se opuso al plan de 12 puntos que presentó China. Ellos juegan a que el conflicto se extienda; porque sirve a sus intereses.
El problema con Lula no es prioritariamente por eso, el problema está en que el mandatario amazónico abogó la semana pasada, en China, por abandonar la hegemonía del dólar. Lo que puede significar para China una vía para sortear las sanciones contra el desarrollo de microchips más modernos; y que Brasil se constituya en un elemento importante en el naciente multilateralismo.
En otro paso de su periplo por América Latina, Lavrov visitó Venezuela. Es bueno recordar que, desde los tiempos de Hugo Chávez, desde el primer encuentro entre el líder Bolivariano y Vladimir Putin; las relaciones entre ambas naciones fueron estrechándose.
Inclusive, en tiempos de amenaza real de agresión, con un Trump beligerante que usó mercenarios para invadir Venezuela, Rusia mostró su apoyo firme al país sudamericano.
En Caracas, el canciller ruso reiteró su voluntad de apoyar al país caribeño.
«Haremos todo lo posible para que la economía de Venezuela dependa cada vez menos de los caprichos y los juegos geopolíticos de Estados Unidos o de cualquier otro actor del campo occidental», acotó.
En rueda de prensa conjunta, al lado de su par venezolano, Yván Gil, reiteró que continuarán los acuerdos en materia energética, financiera, comercial; de interconexión marítima y aérea.
Rusia y Venezuela tienen 300 acuerdos de cooperación vigentes.
«Una cooperación bilateral que aborda la energía, la agricultura, la espacial, educación, transporte, de cooperación técnica y militar, entre otros», explicó Gil.
Pero, ─y aquí otro punto importante en la forja de la multiplaridad─ Yván Gil informó que se avanza en la implementación del sistema de pagos ruso Mir en Venezuela. Este es otro paso más en la liberación del tiránico dólar norteamericano.
«El Banco Central de Venezuela, el Banco de Rusia y los equipos de la plataforma Mir están trabajando para el intercambio de mensajería financiera, con la finalidad de tener un sistema donde nos liberemos del dólar hegemónico como regulador de las transacciones comerciales», acotó.
Gil dijo que mediante la tarjeta Mir los turistas rusos podrán pagar directamente en Venezuela, sin pasar por la consabida intermediación trasnacional que manejan los centros de poder financiero.
Lavrov siguió su gira, en términos similares, a Nicaragua y Cuba. Quedó claro que los países de esta zona no aceptan chantajes ni presiones de Washington respecto a con quien deben aliarse o relacionarse.
Otro ejemplo lo constituye Uruguay. En simultáneo, mientras Lavrov visitaba el hemisferio, el canciller de Uruguay, Francisco Bustillo, y el representante Internacional de Comercio de China, Wang Shouwen, firmaban un memorándum de entendimiento para establecer un grupo de trabajo que fomente la inversión entre ambos países.
«Los jerarcas procedieron a la firma de un memorándum de entendimiento por el cual se establece un grupo de trabajo para la inversión y la cooperación económica», manifestó la Cancillería uruguaya en un comunicado.
Wang resaltó que en su país existe gran disposición para ampliar su mercado a Uruguay.
Pero, en geopolítica, sobre todo en estos tiempos, todos los actores globales juegan. Así como el canciller ruso visitó importantes países de la región, Washington también envió el suyo, mejor dicho, la suya.
Claro, el detalle está en qué personaje mandó.
Y es que mientras Moscú y Pekín enviaban diplomáticos, gente de negocios para el progreso mutuo, para relaciones sanas; Estados Unidos envió a Laura Richardson, la jefa del Comando Sur, quien se reunió con el ministro de Defensa de Argentina, Jorge Taiana, y con el jefe del Estado Mayor Conjunto del Ejército Argentino, el general Juan Martín Paleo.
Según narraron los medios hegemónicos, Richardson desplegó una agenda para revisar acuerdos vigentes entre Argentina y Estados Unidos, sobre la jerarquización de las Fuerzas Armadas, equipamiento militar y la prioridad estratégica que Argentina le asigna al Atlántico Sur.
La visita de Richardson recordó sus declaraciones de hace algunos meses cuando señaló: “Argentina, Bolivia y Chile tienen litio; y nuestros adversarios están sustrayendo recursos a estos países y a su gente, que están tratando de producir; a estas democracias que están tratando de contribuir a sus pueblos”.
Después de Argentina, la jefa del Comando Sur visitó Chile. No hay que ser adivino ni profeta para entender las intenciones de Richardson.
No olvidemos, además, que luego de una acalorada defensa por la soberanía del litio para su país, Cristina Fernández sufrió un atentado que luego la derecha argentina intentó banalizar.
Por cierto, el año 2022, según cifras de publicaciones especializadas, el comercio bilateral entre Argentina y China alcanzó cifras record. Buenos Aires ha hecho público su deseo de incorporarse al BRICS.
Argentina vive ya el ciclo electoral para elegir el próximo presidente de la república. Aunque el peronismo no está en su mejor momento, se espera que limen asperezas y que haya un repunte en la economía estos meses; para enfrentar los factores ultraderechistas que han emprendido una feroz ofensiva mediática.
Pero volviendo a la visita de Richardson, recordemos que el otro integrante del llamado triángulo del litio, Bolivia, firmó en enero de este año un contrato con la empresa china CATL BRUNP & CMOC (CBC) para la puesta en marcha de dos complejos industriales con la tecnología de extracción directa del litio (EDL) en salares de las regiones andinas de Oruro y Potosí.
Bolivia también es un proveedor importante de gas a Argentina y su política internacional marca distancia de Washington.
Mientras todo transcurría, el 20 de abril, Luis Arce, jefe de Estado boliviano, visitó Caracas. Lo hizo para suscribir una decena de acuerdos estratégicos con Nicolás Maduro.
En simultáneo, en Estados Unidos, Janet Yellen, la mencionada secretaria del Departamento del Tesoro, aseveró que Estados Unidos seguirá siendo la principal potencia hegemónica del mundo.
Hoy pareciera no importar mucho lo dicho por Yellen.
A esas declaraciones se contrapone la intensificación de negociaciones entre Rusia e India, ambos esperan consolidar un acuerdo de libre comercio a la brevedad posible.
Así lo dijo en Nueva Delhi el ministro de Industria y Comercio ruso, Denís Mánturov.
«Se dio una particular importancia a los temas de acceso mutuo a los mercados de los dos países. Junto con la Comisión Económica de Eurasia, está previsto intensificar las negociaciones con India para concluir un acuerdo de libre comercio», señaló la embajada rusa en India.
India ha sabido manejar la presión que Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, le ha puesto para que se distancie de Rusia. Pero las estadísticas dicen que entre abril de 2022 y el 2023, el comercio entre ambos países llegó a 45 mil millones de dólares.
En Europa, mientras tanto, hay disputas entre sus miembros por el grano ucraniano, subsidiado por órdenes de los burócratas de la UE, pero que afecta a los agricultores de muchos países.
Así va la dinámica geopolítica. Con una Latinoamérica rica en hidrocarburos, litio, oro, agua dulce; con un potencial agrícola respetable, pero principalmente, con pueblos convencidos, ─más allá de los matices en sus gobernantes─ de que la unidad es vital para poder jugar un rol preponderante y favorable en el mundo multipolar que ya emerge.