Los países emergentes que aceleran el desplazamiento de la hegemonía China, podrían liderar una solución al conflicto Rusia-Ucrania.
Nuevamente, América Latina hace otro movimiento geopolítico de resonancia global. De nuevo, dirigentes del hemisferio muestran a sus pares de ─Europa, por ejemplo─ cómo es que se actúa con dignidad, poniendo los intereses de sus países por encima de la genuflexión al hegemón.
Ya comentamos lo de Lula, que en China, cuando Dilma Rousseff asumía el mandato del banco de los BRICS, llamó a liberarnos de la tiranía del dólar, del Fondo Monetario Internacional (FMI). Cuando abogó por la multipolaridad.
Lula dijo que no aceptaría chantajes ni presiones para que abandonara sus relaciones con China o con Rusia. Por el contrario, reiteró su propuesta para crear un club de países neutrales y amantes de la paz, del respeto a la Carta de Naciones Unidas; para tratar la paz entre Rusia y Ucrania.
La respuesta del hegemón y sus acólitos no se hizo esperar. Desde la Casa Blanca le llamaron “loro” del mensaje que emiten Pekín y Moscú. Claro, es parte de toda una narrativa para justificar la prolongación de la guerra. Igual sucedió con Emmanuel Macron, presidente de Francia, que también habla de negociar el restablecimiento de la paz. Prolongar el conflicto es rentable para Estados Unidos, para sus empresas.
Pero, sin duda, lo que dolió en Washington, fue la suma de otro país geopolíticamente importante, de una economía importante, como Brasil, en la cruzada por disminuir el uso del dólar en las transacciones comerciales y financieras a nivel global.
Días después, el 27 de abril, la prensa mundial, sobre todo la funcional al hegemón, se estremeció con la información de que Argentina, otro grande de Sudamérica, pagaría sus importaciones de China con yuanes.
Sergio Massa, ministro de Economía, hizo el anuncio. Dijo que su país activaría la swap (permuta financiera) de monedas para el intercambio bilateral. Así las cosas, Buenos Aires saldaría en yuanes importaciones equivalentes a 1.040 millones de dólares en abril y 790 millones en mayo.
Cuando se hizo público el acuerdo en el Palacio de Hacienda, en Buenos Aires, Massa estuvo acompañado del embajador chino en Argentina, Zou Xiaoli, e igualmente de banqueros y empresarios de la República Popular China.
Comentando la decisión, Zou Xiaoli dijo que su país “presta mucha atención al comercio bilateral con Argentina y defiende su economía soberana… Por eso le da mucha importancia a la utilización de la swap«.
En otro momento de sus declaraciones, afirmó que China apoya “el uso de las monedas locales en el intercambio para reducir riesgos y costos… Venimos trabajando fuertemente para intercambiar informaciones, para estrechar nuestro vínculo de complementariedad».
Esta determinación se toma días después de que el presidente, Alberto Fernández, anunció que no se postulará a la reelección. Asimismo se toma días después de que la inefable Laura Richardson, jefa del Comando Sur, visitará Argentina para reunirse con mandos militares. Y se tomó cuando el tema del litio se reposicionó en gran parte de la prensa hegemónica.
Se tomó cuando el gobierno, partidario del peronismo, reiteró su intención de incorporarse al BRICS. Ahora, la duda está en que pasaría si elementos de extrema derecha, afines a Washington, ganaran las elecciones presidenciales, ¿abandonarían la intención por cuestiones ideológicas, de alineamiento automático con su metrópoli?
Allí surge otra arista, China es un socio comercial importante de Argentina, empresarios argentinos ganan mucho dinero en esa relación. A ellos les interesa un mercado amplio, pujante, donde colocar sus productos. Ecuador, por ejemplo, es presidida por un banquero, derechista, pero pragmático, por eso mantiene buenas relaciones de negocios con el gigante asiático. Lo más probable, lógico, es que Argentina prosiga con su intención de incorporarse al BRICS, que sus empresarios sigan exportando soja, carne, entre otros productos, a China, al BRICS.
Los BRICS son un bloque apetecible, ellos ya le sacaron ventaja al G7 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido, Estados Unidos), y representan una mayor parte del (PIB) mundial.
Según Richard Dias, consultor de Acorn Macro Consulting, una compañía de investigación macroeconómica con sede en el Reino Unido, citado por baenegocios.com, el BRICS muestra un crecimiento constante respecto al G7.
De acuerdo a las cifras hechas públicas, los BRICS suman el 31,5% del PIB mundial, mientras el G7 representa el 30,7 por ciento, pero con tendencia a que la cifra se acreciente en favor del bloque conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
El citado portal tomó declaraciones de Anil Sooklal, embajador de Sudáfrica ante los BRICS, cuando afirmó que este año sería crucial para la expansión del bloque, ya que se estaban elaborando criterios para la aceptación de nuevos miembros.
Mencionó que unos 14 países, entre los que citó a Irán, Argelia, Argentina, Turquía, han expresado su deseo para unirse al bloque. Otros como Arabia Saudita, Egipto y Bangladesh dieron un paso adelante, adquiriendo acciones del New Development Bank, la organización de financiación del bloque.
Por cierto, en este proceso de reposicionamientos globales, regionales, de bloques, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, declaró que «me las juego con el BRICS».
En una entrevista para la corporación mediática de origen alemán, DW, Günther Maihold, subdirector del Instituto Alemán para Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP), manifestó que «el mito fundacional de las economías emergentes se ha desvanecido, los países BRICS viven actualmente su momento geopolítico… Están tratando de posicionarse como portavoces del Sur global, como un contramodelo del G7».
Según un informe publicado en el portal de DW, en 2014 los BRICS fundaron el «Nuevo Banco de Desarrollo» (NDB, por sus siglas en inglés) con un capital inicial de 50.000 millones de dólares estadounidenses, como alternativa al Banco Mundial y al FMI. Además, se creó un mecanismo de liquidez, el Acuerdo de Reserva Contingente (CRA), para apoyar a los afiliados con dificultades de pago.
«Estas ofertas son atractivas no sólo para los propios del BRICS; sino también para muchos otros países en desarrollo y emergentes que han tenido experiencias dolorosas con los programas de ajuste estructural y de austeridad del FMI», explica el portal.
En el contexto del conflicto entre Rusia y Ucrania, la mayoría de los países del BRICS, más los que intentan sumarse, han mantenido una neutralidad que irrita a Washington y sus acólitos.
Rusia no ha sido aislada, por el contrario. Hace poco, en el Consejo de Seguridad de las Naciones, donde el gigante euroasiático ocupa la presidencia temporal, Serguei Lavrov habló fuerte y claro, dejando huellas en la opinión pública mundial.
El canciller ruso dijo, entre otras cosas, que pese a los esfuerzos de «occidente» por impedir la multipolaridad, ese momento llegará. Pueden intentar retrasarla, pero la multipolaridad es indetenible.
«Todas esas reclamaciones sobre, tal y como dijo Borrell, el ‘jardín’ con el cual se entiende Occidente, rodeado de jungla, ─además de ser racismo y nazismo─ reflejan una filosofía que es dañina para toda la humanidad, incluidos los predicadores de esa filosofía», expresó Lavrov.
Ante la prensa internacional congregada en Nueva York, afirmó que «el mundo multipolar se está formando objetivamente y, aunque todavía se desconoce cómo será su configuración, es mejor apoyarse en la Carta de la ONU, en el entendimiento de que para que se reflejen nuevas tendencias y realidades habrá que reformar el Consejo de Seguridad».
El diplomático sostiene que debe corregirse «la profunda falta de representación de los países de Asia, África y Latinoamérica».
El conflicto entre Rusia y Ucrania hacen parte de esa arrogancia y miopía geopolítica de occidente. En su esfuerzo por evitar la multipolaridad emprenden acciones contra quienes lideran esa vigorosa corriente. Lavrov, en ese contexto, dice que «las sanciones contra Rusia son algo como nadie había visto nunca ni se hubiera podido imaginar, pero para nosotros es una cuestión resuelta. Tenemos todas las posibilidades para no depender de este tipo de conducta de los socios occidentales, que se han probado no dignos de confianza».
Pero occidente parece tener dificultades de aprendizaje. Por lo menos quienes manejan la burocracia en la Unión Europea (UE). Por eso intentan forzar un aislamiento de Rusia, también de China, y que todos, como en tiempos del repugnante colonialismo, todos acepten sin chistar lo que ellos decidan.
Curiosamente, Europa actúa así, subordinada con Washington, provocando indignación entre los europeos dignos.
En esa lógica, el 27 de abril en Luxemburgo, Josep Borrell, dijo que Europa debe establecer relaciones con otros países de acuerdo a cómo se relacionan, cómo se alinean con Rusia y China.
El representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, ─el mismo del jardín─ habló de forzar alineamientos con las posturas europeas en el conflicto Rusia- Ucrania, en la forma de enfrentar la creciente influencia de China; e instó a los europeos a incrementar esfuerzos y «contrarrestar la narrativa rusa en Asia, África y Latinoamérica».
Borrell, aparente vocero paraoficial de Washington, también restó importancia a las iniciativas de paz propuestas por Brasil y China, para resolver el conflicto entre Rusia y Ucrania.
Claro, es lo que Borrell decía. Pero el 26 de abril supimos de la conversación telefónica entre el presidente de China, Xi Jinping, con su homólogo de Ucrania, Vladímir Zelenski.
En el diálogo se estableció que Pekín enviará a Ucrania y otros países a su representante especial para Asuntos Euroasiáticos, Li Hui, buscando alternativas viables, realistas, para solucionar políticamente el conflicto.
Según Zelenski, la conversación fue «larga y significativa», abriendo la esperanza a que, junto con el nombramiento del embajador de Ucrania en China, se «dé un fuerte impulso al desarrollo» de las relaciones bilaterales entre ambos países.
Al respecto, el mandatario chino reiteró que «China seguirá facilitando las conversaciones de paz y esforzándose por lograr un próximo alto el fuego y el restablecimiento de la paz».
Washington no podía quedarse callado ante el hecho. John Kirby, portavoz del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca, comentó que «es algo bueno, pero no creo que en este momento sepamos si conducirá a algún tipo de movimiento, plan o propuesta de paz significativo».
Más allá de que Washington no quiere la paz, o, por lo menos, pretende dilatar el conflicto, podemos ver entre líneas que en Estados Unidos no les debe hacer mucha gracia la posibilidad que se logre un acuerdo de paz con Pekín como protagonista.
Además, se abre la posibilidad de que, en el corto plazo, China se convierta en un importante socio de Ucrania.
Podríamos deducir que la filtración de documentos secretos, o entrega controlada, de la inteligencia norteamericana, donde se dice que Ucrania no tendría posibilidades de ganar el enfrentamiento armado, donde se establece que espían a Zelenski, que no confían en él, tendría mucho que ver con esa conversación telefónica, con sus resultados.
El mandatario ucraniano podría suponer que en cualquier momento podrían sacrificarlo cuando sientan que ya no les sirve. La historia de Washington tiene varios capítulos en ese sentido. Ante esta realidad preferiría negociar, buscando en China una garantía para el futuro.
En ese contexto, sin tomar en cuenta como se desenvuelvan las cosas, algunos dirigentes de la UE volvieron a insistir con posibles sanciones a la energía nuclear rusa, algo, que como ocurrió semanas atrás, causó molestia en varios países que necesitan de ella.
Mientras tanto, el 27 de abril, Vladímir Putin y Recep Tayyip Erdogan inauguraron la central nuclear de Akkuyu, al sur de Turquía. Esta instalación, construida por el consorcio ruso Rosatom, ya recibió su primera carga de combustible nuclear.
Minutos después de la inauguración, Recep Tayyip Erdogan enfatizó que “Turquía será una de las mayores potencias nucleares del mundo”. Así van las cosas en el mundo. Puede sonar reiterativo, pero resulta necesario recalcarlo, los herederos de Sócrates, de Platón, por lo menos sus dirigentes, sus líderes políticos, perdieron la capacidad de leer la geopolítica. Perdieron su capacidad para entender lo que ocurre en el mundo. En lugar del razonamiento, prefieren la irracional arrogancia.
Eso lo resumió muy bien Lavrov, canciller ruso, cuando dijo ante la ONU que «nadie le ha permitido a la minoría occidental hablar en nombre de toda la humanidad».