Cumpliendo la milenaria conseja de “llevar la guerra a casa del enemigo”, el lado más sucio del fascismo venezolano ha hecho fiesta con el pronunciamiento público del hijo del Defensor del Pueblo para descalificar sus luchas, que por cierto no vienen de hoy, sino de décadas de peligros, carcelazos y vejámenes.
El móvil político, por supuesto, esta de anteojitos, y en su momento los carcamales del fascismo se frotaban las manos si no hubiera llegado la brutal, gallarda, contundente y moralizadora respuesta de Tarek William Saab al reivindicar el amor por sus hijos, respetar su derecho a la opinión y dejar claro que no claudicará ante ninguna maniobra.
Han atacado sin ningún escrúpulo el nido de los afectos de un ser humano y han empujado a un joven a desdecirse del mandato también milenario de honrar a su padre y a su madre, más allá de las razones o sinrazones que pudieran existir. Aunque recientes informaciones sitúan el conflicto en el tema del antagonismo de clases.
Y es que los hijos, decimos irresponsablemente los padres sin mirar la viga en nuestros ojos atravesados, son una vaina seria. Y los hay de tantos tipos, como padres hay.
Pero tampoco es paja admitir que una legión de chamos andan arrechos y desesperanzados y negar que hay hechos objetivos para esta condición sería irresponsable. De hecho causa dolor ver la cantidad de jóvenes que, persiguiendo un sueño fabricado en las escenografías y puestas en escenas de los medios, van a otros países a llevar rosca y convertirse en ciudadanos de segunda o tercera categoría.
Porque, evidentemente, un error de lectura de la realidad convenientemente envenenado por los medios de comunicación puede resultar en la creencia del fracaso del proyecto político que inauguró Chávez y que Maduro lleva a cabo en medio de un asedio brutal que hoy se transforma en cayapa imperialista contra la Patria.
Este ataque ha generado un sinúmero de paradojas, entre las cuales sobresale una glorificación de la IV República, su liderazgo y ejecutorias. Así, sátrapas dinosaurios del adecopeyanismo y sus cachorros modernos devienen hoy en “príncipes de la libertad”; ladrones de capirote se entronizan como probos hombres de Estado y sifrinos “petimetres y lechuguinos”, como ellos mismos se han autonombrado, pueden resultar en líderes populares conductores de masas. Una reedición muy venezolana de “El mundo al revés” de Eduardo Galeano.
Súmese también, desde la perspectiva de la crítica revolucionaria, los yerros propios que origina la enquistada cultura del rentismo petrolero con los innumerables vicios que este monstruo genera aguas abajo; el combate, no todo tiempo victorioso, contra el tenebroso dúo inseparable del burocratismo y la corrupción; y la urgente y realista estrategia productiva que demanda el momento para solventar dificultades y conquistar soberanía.
Pero las conquistas del pueblo en todos los ámbitos, sin ninguna duda, solo fueron, y son posibles, con el Socialismo Bolivariano.
Por eso sin pretender convertirnos en apóstoles de la autoayuda, que tanta sarna intelectual nos causa, la receta para tratar hijos envenenados es: 1) Desenvenenarse usted mismo mediante la autorreflexión, el estudio y la politización revolucionaria y 2) Hacer como el Defensor del Pueblo: responda y debata con sus hijos con mucho amor.
Pedro Gerardo Nieves