Por: Carolys Pérez.
Sabemos que el ser humano no es sólo una suma de órganos y que de ahí precisamente se gesta la voluntad de la Revolución Bolivariana de ser una propuesta de patria en la que la vida, el ser humano, esté en el centro de los hechos que suscitan la construcción del Socialismo Bolivariano y Feminista.
Nos hemos armado de todas las voluntades para estructurar cada hecho histórico y acción social, como una posibilidad de dar vida desde la perspectiva del buen vivir en su conjunto; como por ejemplo cuando en 2017, tras meses de batallas políticas, espirituales y morales; nos enfrentamos al odio y al desasosiego, y pusimos en marcha la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), que entre otras victorias nos condujo a constitucionalizar todas las misiones socialistas; para garantizar el goce de los derechos sociales.
Con base al cumplimiento de la garantía de estos derechos, nace uno de los desafíos con mayor riqueza amorosa y revolucionaria: el Plan Nacional de Parto Humanizado, que lejos de romantizar el parto y la gestación, se destaca por ser un accionar de vanguardia en la defensa del ser humano, desde su concepción y durante su gestación; y es justo desde allí que hoy nos encontramos con las manos puestas al servicio de la vida; pero más allá de la vida como mapa, de la vida como aquello que nos hace sabernos personas.
¿Qué sucede? ¿Por qué tanta insistencia en el valor y en la ejecución de este Plan? Bueno, solo voy a nombrar algunas situaciones, algunas circunstancias que enfrentan las mujeres durante la gestación: cesáreas sin pertinencia médica, inducciones no justificadas del parto, utilización de fórceps, tactos vaginales muy frecuentes, pujos dirigidos por el personal de salud, exploración manual del útero, rasurado perineal, rotura artificial de membranas, canalización intravenosa de rutina, por nombrar algunas de las prácticas en las que la violencia obstétrica hace su entrada triunfal y que solo a través de las redes de cuidado y de protección de nuestros derechos reproductivos, derechos sexuales y derechos humanos; como en este caso realizan las comunidades de promotoras del Plan Nacional de Parto Humanizado, podemos garantizar nuestra defensa; convirtiéndose así en una herramienta soberana para el ejercicio pleno de nuestra protección como mujeres.
Allí radica su importancia, y la verdadera razón por la que la defensoría de este plan convoca a la integración de todas las fuerzas sociales, pues no debería tratarse de una tarea exclusiva de la institucionalidad; tener a la vida como vanguardia nos involucra a todas y a todos, para garantizar la soberanía.
¡Venceremos, palabra de mujer!