En política nada es automático, es decir, el hecho de tener una victoria o poseer un mando no necesariamente implica tener suficiente poder para instrumentar los objetivos planteados y mucho menos para resistir cualquier embate de quienes fueron derrotados por tu mano. En Venezuela no es poca la experiencia sobre esta regla no escrita de la política.
Evidentemente, esta concepción tiene un nuevo capítulo en la República de Colombia; donde el gobierno de Gustavo Petro Urrego, quien se acerca a cumplir su primer año al frente de la presidencia de esa nación, parece ver claramente dos desafíos que amenazan la sustentación de su propio liderazgo y poder político:
- Una alianza en el congreso, dado el hecho que el Pacto Histórico no posee mayoría suficiente en ambas Cámaras como para llevar a cabo sus objetivos sin tener que negociar, cuya configuración no ha servido de mucho para echar a andar las bases programáticas de su proyecto; ni tampoco las políticas públicas dispuestas en el mismo, convirtiendo al Poder Legislativo en una especie de freno soterrado al desarrollo de los planes que fueron objeto del respaldo de más de 11 millones de colombianos y colombianas que llevaron democráticamente a Petro a la Casa de Nariño.
- Visto y analizado lo anterior, la percepción de un reacomodo de las fuerzas de derecha con importante control institucional en ese país, al punto de hacerse visibles como una amenaza directa al Jefe de Estado ─quien evidentemente no forma parte del círculo político vicioso y viciado que ha gobernado por más de 200 años ininterrumpidos la República de Colombia─, es el trasfondo de un conflicto que parece escalar.
En estos puntos no podemos soslayar una política exterior realmente desafiante a los intereses de grupos de poder quienes, por ejemplo, han desarrollado una guerra multiforme salvaje en contra de la República Bolivariana de Venezuela; y, cuando menos, ven como un asunto incómodo el papel de Petro en el restablecimiento de la relación binacional; considerando que el mandatario colombiano ha observado que normalizar la relación con Venezuela es clave para garantizar tres elementos muy concretos, que son parte de su plan político: la paz total para su patria, el bienestar social, el desarrollo económico a partir de la elevación y regularización del intercambio comercial con su históricamente principal socio que es Venezuela.
En este contexto, la alerta desde Venezuela sobre un proceso conspirativo en contra del Presidente Petro se ha elevado, sin duda alguna desde la experiencia propia vivida en el proceso de constante agresión que data desde la misma llegada del Comandante Hugo Chávez a la Presidencia de la República en febrero de 1999, teniendo que enfrentar 24 años de aventuras anticonstitucionales, antidemocráticas, y amparadas por el gobierno de EEUU y varios gobiernos de Europa Occidental.
Por ejemplo, el primer vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela ─PSUV─, Diosdado Cabello, alertó a los pueblos del mundo y a los movimientos sociales, sobre el plan de conspiración que está fraguándose contra el presidente colombiano, valorando entre sus razones esenciales la férrea lucha que ha dispuesto contra el flagelo del narcotráfico; cuyos operadores tienen poderosos nexos con esa oligarquía colombiana que perdió el poder de la presidencia cuando Petro llegó a Nariño en agosto de 2022:
«[El Presidente Petro] está cayéndole a laboratorios, cayéndole a cargamentos de droga en territorio colombiano; eso nunca ocurrió antes», afirmó Cabello en una reciente edición de su programa «Con el Mazo Dando».
Pruebas fehacientes de cuanto se está cocinando en el país vecino parecen salir públicamente a flote, con la declaración en una entrevista para la cadena radial «W Radio» del Coronel retirado del Ejército de Colombia John Marulanda, quien hasta hace poco fue Presidente de la Asociación de Oficiales Retirados de las Fuerzas Militares de Colombia (Acore), con poderosa influencia en varios sectores militares de ese país.
En un llamado abierto para construir una trama que conduzca al derrocamiento del Presidente Gustavo Petro, Marulanda ─un militar retirado quien por cierto intentó infructuosamente elegirse senador por el Centro Democrático de Álvaro Uribe Vélez, en 2018─ expresó que su esfuerzo y el de las organizaciones de las cuales él forma parte, no es otro que: “… tratar de hacer lo mejor por defenestrar a un tipo que fue guerrillero”.
Justo a partir de esta declaración pública, y a pesar de un supuesto arrepentimiento ─que más parece una táctica de su emisor─, el Presidente Petro ha denunciado abiertamente este plan para derrocarle, denominado «acero diluído», que cuenta ─entre otros actores─ con la posible participación del Fiscal General de Colombia Francisco Barboza; con quien ha tenido debates públicos por sus posturas acerca de la política que lleva el mandatario neogranadino, así como la cuestionable actuación en materia de justicia del Fiscal; personaje nombrado institucionalmente por la Corte Suprema de Justicia de esa Nación.
«Los sectores políticos y empresariales, untados hasta el cuello de dineros de la cocaína y la corrupción, no quieren que un próximo fiscal ternado por el gobierno acabe la corrupción (…) tratan de dividir el Ejército, para ver si los soldados que arriesgan sus vidas salvan a los exoficiales retirados que se ligaron al narcotráfico y el genocidio (…) El camino es derribar al Gobierno, el pueblo está avisado. El empresariado sabe que tiene una senda de crecimiento sostenible dentro de la justicia social; el campesinado sabe que abrimos el camino de la reforma agraria en su favor; el pueblo trabajador sabe que vamos a mejorar sus condiciones laborales», ha aseverado Petro a través de su red social Twitter; advirtiendo el desarrollo de este plan.
Lógicamente vendrán momentos complejos en la política colombiana, ya que poderosos intereses no sólo no quieren el desarrollo ni el bienestar de ese pueblo, sino que operan para tratar de retomar la región por cualquier vía posible. La situación de derrocamiento de Pedro Castillo en Perú, las amenazas a la democracia en Honduras, la incapacidad de Gabriel Boric en Chile, y las tropelías de Guillermo Lasso en Ecuador son apenas una muestra de maniobras claras para reinsertar a una derecha y ultra derecha que desean regresar por sus fueros; importándoles bastante poco o nada la democracia…
El pueblo de Colombia, advertido como está, pronto será protagonista de definiciones importantes para el futuro de su propia patria.