A mí, sí me quitan las sanciones, afirmó Andrés Caleca, militante de alguno de los sectores que componen la oposición venezolana; esa que por videollamadas es dirigida desde el Departamento de Estado de los Estados Unidos. Este señor hizo tal aseveración tranquilamente, mientras era entrevistado en un programa de opinión de televisión. Tal sentencia salió de su boca con una gran sonrisa y con mucha confianza. Claro, para que ese hecho se hiciese cierto ─Dios nos libre─ se supone que el señor tendría que ocupar la silla presidencial.
Caleca, expresidente del Consejo Nacional Electoral, exfuncionario de los gobiernos de Ramón J Velásquez y de Rafael Caldera; no es precandidato como sí lo son María Corina, Bernabé, Capriles o el Conde. Tampoco es candidato casi directo como Ecarri. Y aunque pareciera estar en campaña, tal vez es simplemente un vocero de los factores de poder de esos que ponen o quitan aspirantes a Miraflores. Representa, aunque puede ser que ni lo sepa, a quienes alentaron y propiciaron la aplicación de un bloqueo económico, financiero, político y diplomático; como estrategia imperialista para acabar con la Revolución Bolivariana.
Según él, la desaparición de la aplicación de casi un millar de medidas coercitivas unilaterales (ilegales y genocidas) pasa también por la desaparición del chavismo como gobierno. A partir de esta condición hipotética todos los habitantes de esta Tierra de Gracia seríamos felices porque de un día para otro ocurriría algo sí como una lluvia permanente de empresas, inversionistas y capitales estadounidenses y europeos.
El escuchar las explicaciones de Caleca, me hizo recordar lo sucedido en 1989, días antes y días después del ajuste macroeconómico, ─mejor conocido como “El Paquetazo”─ ejecutado durante el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez. Se sabía que venía algo grave y quienes manejaban mejor la información (Fedecámaras y demás) comenzaron a anticiparse. De las estanterías, neveras y refrigeradores desaparecieron muchos productos de primera necesidad. Pero luego, como arte de magia, tras los anuncios de liberación de precios, tasas de interés, etc., los supermercados y abastos amanecieron rebosantes de mercancías.
En ese momento, la mayoría de los venezolanos pagaron las consecuencias de una política dirigida por fundamentalistas del mercado, fieles a la doctrina del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial; o lo que es lo mismo, a los mandatos de Estados Unidos.