La cultura universal nos ha enseñado que “todo lo puede el amor”, que, si tienes la voluntad, las ganas, el amor nos transforma; hace posible aquello que resulta más lejano.
Especialmente para nosotras las mujeres, la historia nos ha otorgado el don sublime de esperar, de sufrir y especialmente de callar, desde nuestro sufrimiento; porque nos vemos más bonitas. O en el caso de las mujeres que hemos decidido formar parte de la vida pública, de la política, vernos como sujetos/personas que aman, nos debilita como autoridad.
Verbalizar el hecho de amar, nos pone en una situación de infinita vulnerabilidad, pues a menos que nos mantengamos dentro del esquema, mujer-madre, mujer-esposa o mujer-monja; amar viene con una carga que implica perder y perdernos como entes autónomos.
¿Cuántas de las mujeres en la vanguardia de la Revolución no se han visto a sí mismas por encima de sus dificultades, de sus crisis? ¿Por qué resulta fácil en nuestra historia debatirnos ante la posibilidad de sentir? Y, —lejos de vilipendiar a nuestros compañeros hombres— ¿Por qué los quiebres en sus relaciones no traen consigo la debilidad de su poder?
La antropóloga mexicana Marcela Lagarde, explica: “para las mujeres el amor no es solo una experiencia posible, es la experiencia que nos define”. Cuando se pregunta las razones por las que estamos en el mundo, más allá de lo político, de lo ideológico y de nuestras historias de poder, a las mujeres nos han colocado en la posición unilateral de amar. Estamos aquí para ser amantes y amadas.
Para lograr el alcance del Socialismo Bolivariano y Feminista, tenemos que pasar por las etapas de deconstrucción necesarias, que, sin duda alguna, se inician en el campo de lo personal, de aquello que se debate en lo privado y que nos trastoca en el reconocimiento de nuestras funcionalidades sociales. La transformación de la cultura es fundamental, además de necesaria, pues la crítica a los factores dominantes nos involucra como fuerza social y la problemática del amor nos compete, en tanto reconozcamos que el amor tiene todo que ver con las relaciones de poder.
Así que hoy aprovecho este espacio para contribuir a la conversación por vivir y despatriarcalizar; pues lo personal es político y nos involucra a todas y a todos.
¡Venceremos, palabra de mujer!