Hace meses que, quienes siguen nuestro semanario en distintas partes del mundo pueden dar fe de ello; hablamos sobre la incorporación de Venezuela al BRICS. No lo hacemos desde una posición chauvinista o de simpatía política, ni de vínculos afectivos, no.
Dijimos que en algún momento se incorporaría la patria de Bolívar al emergente bloque porque, las alianzas con Pekín y Moscú, forjadas a inicios del presente siglo por Hugo Chávez, alianzas que tenían un enfoque integral, sugerían una precondición para ello.
En este nuevo tinglado geopolítico, en el cual lúcidos pensadores supieron anticipar las tendencias de las relaciones internacionales, las pujas por el nuevo posicionamiento mundial, anticiparon que el centro de gravedad, el cetro del poder mundial, mudaría de occidente al oriente.
Como tal, era previsible que los nuevos protagonistas, quienes desplazan al hegemón, deberían ampliar su radio de alianzas, de influencia.
En ese contexto necesitan incorporar socios estratégicos, socios influyentes en sus ámbitos geográficos, en bloques o asociaciones donde hagan vida. Otro factor a tener en cuenta es la disponibilidad de recursos naturales, sobre todo los que serán vitales en el desarrollo de nuevas tecnologías, o, de energía.
También, su ubicación geográfica, traducida en acceso a rutas de transporte, conectividad con varios países. Otro elemento es el bono demográfico, donde exista mucha población joven, lo cual supone un importante potencial en cuanto a mano de obra. Finalmente, se tiene en cuenta el nivel de consumo de su población, si es un mercado interesante para los inversionistas.
¿Venezuela tiene esas condiciones? Sí.
Veamos, Venezuela, el Gobierno Bolivariano, no se puede negar, es un país influyente desde el punto de vista político; de lo contrario los hechos que se producen en su suelo no tendrían tanta repercusión en el hemisferio.
La influencia de su proceso, iniciado con Hugo Chávez, sirvió para la instauración de procesos izquierdistas, progresistas en la región. La llegada al poder de Lula, los Kirchner, Rafael Correa, Evo Morales, Fernando Lugo, Manuel Zelaya; el retorno de Daniel Ortega; fueron influenciadas por la Revolución Bolivariana.
Eso lo reconocen todos los analistas serios. Es más, hasta hoy, en las elecciones del hemisferio, el tema de Venezuela está latente. Hay quienes lo usan para atemorizar a los electores, amparados en una narrativa negativa, manipulada, sobre la realidad que vive el país. Otros, como una forma de reivindicar valores de humanismo, de equidad social, de lucha antiimperialista, de solidaridad.
Por eso, la campaña de satanización contra Hugo Chávez excede el tiempo de su existencia terrenal. Por eso, el intento de magnicidio contra Nicolás Maduro, los intentos de invasión armada.
Pero, lo más importante, pese a las desmedidas acciones coercitivas, Venezuela mantiene la unidad nacional, no fue balcanizada, no vive una guerra civil, y, el hegemón, ve la necesidad de reiniciar negociaciones.
Eso convierte al país caribeño en una referencia. Eso significa también la revitalización del ALBA, de CARICOM.
En cuanto a recursos naturales, es sabido que Venezuela posee la más grande reserva petrolífera del mundo. Además, está a punto de certificar la cuarta reserva de gas en el planeta.
Eso sin mencionar el potencial aurífero, de aguas dulces, de la industria pesquera.
Pero mencionamos los combustibles porque, por mucho tiempo, las industrias, el transporte, serán movidos por gas, por petróleo. A los países emergentes les interesa tener entre sus filas a quienes tienen esas riquezas.
Venezuela, por su ubicación, conecta fácilmente con todo el Caribe, Brasil, Colombia, con Europa. En cuanto al bono demográfico, es un país joven, vital. Con una población ávida de consumo. Esto debe mejorar conforme a la recuperación económica, cuando el crecimiento que pronostican diversos entes internacionales, llegue a la mayoría de su población.
Otro ingrediente importante, al llegar Lula al palacio de gobierno, es más, durante su campaña electoral, habló sobre la necesidad de fortalecer la unidad latinoamericana, de retomar lo que fue UNASUR; proceso tan importante que logró evitar una guerra entre Ecuador y Colombia, la Colombia de Uribe. De evitar una balcanización promovida por el fascismo en Bolivia.
Lula revivió el sueño de Hugo Chávez, de concretar una moneda para América Latina. Ojo, lo de la moneda única debemos verlo como un paso más hacia la unidad.
El mandatario amazónico ha tenido una agenda internacional muy activa, muy nutrida. Considero que, la más importante actividad, por su trascendencia global, por sus repercusiones, fue su visita a China; su reunión con Xi Jinping.
Allí abogó por liberarnos del dólar, de su tiranía. De estrechar la unidad del Sur Global. Evidentemente, de fortalecer y ampliar los BRICS.
Lula apoyó públicamente la solicitud Argentina de incorporarse al bloque.
Los últimos días de mayo, en Brasil, convocó a todos los mandatarios de Sudamérica para hablar de unidad, de integración, más allá de las diferencias, que las hubo, que las hay.
Pero lo importante, estimo, es que todos acudieron a la cita.
Finalizado el evento, la cancillería amazónica hizo público un documento titulado «Consenso de Brasilia», allí se resumía el espíritu imperante entre los mandatarios.
Entre los puntos acordados resalta la visión común de que América del Sur constituye una región de paz y cooperación, basada en el diálogo y el respeto a la diversidad de los pueblos, «comprometida con la democracia y los derechos humanos, el desarrollo sostenible y la justicia social, el Estado de derecho y la estabilidad institucional, la defensa de la soberanía y la no injerencia en asuntos internos».
Reconocieron que el planeta debe afrontar la crisis climática, riesgos de posibles nuevas pandemias, el incremento en la desigualdad social, entre otros retos.
En otra parte del texto se afirma que concuerdan “en que la integración regional debe ser parte de las soluciones para afrontar los desafíos compartidos en la construcción de un mundo pacífico; el fortalecimiento de la democracia; la promoción del desarrollo económico y social; la lucha contra la pobreza, el hambre y todas las formas de desigualdad y discriminación; la promoción de la igualdad de género; la gestión ordenada, segura y regular de las migraciones; el enfrentamiento al cambio climático, incluso por medio de mecanismos innovadores de financiamiento de la acción climática».
Finalmente, hablaron de laborar por el incremento comercial y de las inversiones entre los países de la región; así como la mejora de la infraestructura y logística; el fortalecimiento de las cadenas de valor; la aplicación de medidas de facilitación del comercio e integración financiera; la eliminación de medidas unilaterales; y el acceso a los mercados por medio de la red de acuerdos de complementación económica.
El documento constituye una declaración de propósitos, una aspiración loable. Pero, sobre todo, una necesidad. Una necesidad para todos. Para Brasil, porque necesita reforzar su liderazgo positivo en la región, para no ser avasallado por Washington, para fortalecer su presencia a nivel global.
Su postura sobre el dólar, su propuesta por la paz en Ucrania, la forma en que fue recibido por Xi Jinping; lo llevan a las grandes ligas de la geopolítica mundial. Allí, para fortalecerse más, necesita un bloque sudamericano, latinoamericano, unido.
A mayor vigor económico, político, social, de la región; mayor vigor para Brasil. Mejor presencia e influencia.
Más aún, los BRICS, que van inexorablemente a su ampliación; requieren para su crecimiento, para desplazar definitivamente al G7; un Brasil más robusto.
En esa lógica, Nicolás Maduro manifestó su deseo de incorporarse al bloque, Lula lo apoyó. Las respuestas de Rusia y China no se hicieron esperar.
Alexandr Schetinin, responsable del Ministerio de Exteriores de Rusia para América Latina, destacó la intención del mandatario caribeño.
«La declaración del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, refleja la creciente autoridad que van adquiriendo los BRICS en la actual situación internacional por su punto de vista de lo que ocurre, su valoración, su modelo de cooperación de iguales sin sanciones ni presiones de ningún tipo»; dijo el funcionario.
Por su parte, Mao Ning, portavoz del Ministerio de Exteriores de China, dijo saludar la pronta adhesión del mayor número posible de socios partidarios “a la gran familia de los BRICS».
Reiteramos: si el bloque incorpora el potencial energético de Venezuela, más lo que supondría la probable suma de Irán, Arabia Saudita, la ya permanencia de Rusia, y otros más que se estarían agregando; se estaría produciendo una jugada maestra que reconfiguraría notablemente la estructura geopolítica, geoeconómica del mundo.
No olvidemos, además, que la OPEP, otro bloque importante del que Venezuela también forma parte, no se alinea con Washington, como en otros tiempos.
Por el contrario, la Casa Blanca acusó a la OPEP de jugar a favor de Rusia desde que se inició el conflicto entre Moscú y la OTAN, en Ucrania.
Ahora, este proceso no es lineal, no estará libre de sobresaltos, de contradicciones. El hegemón, los factores en la sombra que lo tutelan, activarán todo su poder, todos sus mecanismos de presión, fruto de la estructura creada luego de la Segunda Guerra Mundial, para boicotear, para sabotear.
Apelarán a las contradicciones políticas internas de cada país; agudizarán conflictos históricos; intentarán anteponer la competencia entre los países, las ambiciones desmedidas de algunos sectores; para evitar el comercio justo.
Quizá promuevan algunas guerras regionales, quizá vivamos alguna otra pandemia. Es posible. Pero eso no evitará la consolidación de los BRICS, ni de un nuevo orden mundial.
Reiteramos, se retrasará. A lo mejor en su locura generan miles de muertos, ellos no tienen escrúpulos.
Un ejemplo: la corporatocracia mediática global suelta la matriz que Sudáfrica renunciaría a ser sede de la Cumbre de los BRICS, en agosto, porque de llegar Vladimir Putin a su país se verían obligados a detenerlo, debido a la orden de captura emitida por la Corte Penal Internacional.
Ante eso, Serguei Lavrov, canciller ruso, negó la posibilidad y reafirmó que existe confianza en las autoridades africanas.
«La parte rusa elogió a la presidencia sudafricana por sus preparativos para la cumbre de los BRICS en Johannesburgo este agosto y reiteró su disposición a apoyar plenamente a Pretoria en la ejecución de sus planes para fortalecer la asociación de pleno derecho dentro del grupo BRICS”, subrayó.
En otro momento de su nutrida agenda, Lavrov, junto a su par de Arabia Saudita, Faisal bin Farhan Saud, dialogaron sobre cómo abordar la situación en Siria, Sudán y Yemen.
En Europa, por su parte, efectuaban otra de las cada vez menos trascendentes reuniones de sus autoridades. Siempre con el tema de Ucrania, de las maniobras del devaluado Zelenski.
No quieren aceptar lo que ya han manifestado analistas serios, Ucrania no tiene como ganar la guerra. El país quedará devastado, por la irresponsabilidad de sus dirigentes y la mala intención de Estados Unidos y sus acólitos de la UE.
A propósito, el reconocido economista francés, Jacques Sapir, señaló al portal Sputnik que aunque el próximo invierno boreal podría suponer un serio desafío para las economías de la Unión Europea (UE), que están sustituyendo las fuentes de energía de Rusia, el problema mayor será la reconstrucción de la competitividad de la región en los próximos 10 años.
Al otro lado del Atlántico, Washington siguió provocando a China con el tema de Taiwán, al firmar, el primero de junio, un acuerdo comercial con la isla.
El mismo día, durante un acto público, Joe Biden tropezaba nuevamente, rodando por el suelo. Alguien entendió el episodio, sobre todo por el contexto global, como una alegoría al declive de la hegemonía norteamericana.