Hace algunos meses, desde este mismo espacio, reprodujimos unas declaraciones de Henry Kissinger, de 2018, donde se quejaba del bajo nivel de los líderes occidentales.
Kissinger, siempre lo decimos, es un influyente personaje de la política internacional, más allá de su complicidad con dictadores y en violaciones de los derechos humanos.
Es referencia para muchos políticos y estadistas de lo que conocemos como Occidente. Sin embargo, su rol como funcionario de la Casa Blanca, directa e indirectamente, sus trabajos al servicio del establishment, no le impidieron respetar y destacar a mandatarios como Mao Zedong.
En estos tiempos de cambios en el orden mundial, en el cual la guerra de Rusia contra la OTAN en Ucrania es un sangriento episodio, Kissinger ha llamado a la prudencia, a tomar decisiones pragmáticas.
Su posición generó insultos de los dirigentes ucranianos, y de los guerreristas en Estados Unidos y Europa. El centenario personaje reiteró nuevamente su reticencia al liderazgo occidental actual.
De hecho, en febrero publicó su más reciente libro, Liderazgo, que comienza diciendo: “Cualquier sociedad, sea cual sea su sistema político, está en permanente tránsito entre el pasado, creador de su memoria, y una visión del futuro que inspira su evolución. A lo largo de esta ruta, el liderazgo es indispensable… Sin liderazgo, las instituciones van a la deriva, crece la irrelevancia de las naciones y, por último, llega el desastre”.
El texto nos viene a la memoria cuando presenciamos las limitaciones, éticas, morales, intelectuales, de gestión; en los actuales líderes norteamericanos y europeos.
Un ejemplo, tragicómico, es Joe Biden. El 19 de junio, tras varias postergaciones, el secretario de Estado, Antony Blinken, visitó China. Fue recibido por las principales autoridades del gigante asiático, incluyendo a Xi Jinping.
Blinken, al concluir la reunión, señaló que China y Estados Unidos aceptan la necesidad de normalizar las relaciones bilaterales.
«Ambos coincidimos en la necesidad de estabilizar nuestras relaciones», expresó, ante los diversos medios que lo abordaron.
Es más, aseveró que la ruptura de las relaciones con China no beneficiaría a los intereses de su país.
En otro momento de sus declaraciones, manifestó que había invitado al ministro de Exteriores chino, Qin Gang, a visitar EEUU, y que la invitación fue aceptada.
Dijo que, durante su visita a Pekín, discutió con el presidente Xi Jinping los desafíos regionales y globales, entre ellos, el tema de Ucrania.
«Reiteré que saludaremos si China desempeña un papel constructivo, junto con otras naciones, en el trabajo para alcanzar una paz justa en Ucrania, basada en los principios de la Carta de Naciones Unidas», recalcó.
Además, manifestó las preocupaciones de Washington por la situación en Taiwán. Blinken afirmó que su país no apoya la independencia de Taiwán y que espera una solución pacífica a las diferencias entre China y Taiwán.
Ese mismo día, en Pekín, Xi Jinping declaró que “China respeta los intereses de Washington y espera la misma actitud hacia los suyos por parte de Estados Unidos…China respeta los intereses de EEUU y no busca desafiar o reemplazarlo».
En declaraciones tomadas por la Televisión Central China, Xi dijo que Washington «debe respetar a China y no perjudicar sus derechos e intereses legítimos… La comunidad internacional está preocupada por el estado de las relaciones entre las dos potencias y no quiere escoger lados».
El líder chino expresó su esperanza de que EEUU «adopte una postura racional y pragmática» con respecto a China.
Pero en otro momento, dijo algo muy interesante que tiene que ver con las disputas intestinas entre Biden y sus adversarios; y tiene que ver con los severos problemas que arrastra Estados Unidos.
«La competencia de las grandes potencias no se corresponde con las tendencias de los tiempos y ciertamente no resolverá los problemas internos de Estados Unidos», aseveró.
Al final, Xi Jinping dijo que Pekín y Washington deben «descubrir un camino correcto para la coexistencia».
Hasta allí, todo representaba un respeto a los protocolos, a las buenas formas diplomáticas. El mundo expectante respiraba con más tranquilidad; los expertos económicos reseñaban que las bolsas de valores respondían positivamente. Todo estaba bien, no había motivo para otro sobresalto.
Pero el 20 de junio, el iracundo Joe Biden nos hizo rememorar nuevamente a Henry Kissinger. Si, cuando habla de la mediocridad en el liderazgo occidental.
El inquilino de la Casa Blanca, sin mediar razón alguna, llamó dictador a Xi Jinping. El comentario lo hizo refiriéndose al incidente del globo aerostático, en febrero de este año, cuando Estados Unidos lo derribó, provocando la molestia de Pekín.
Evocando ese incidente, un día después de la reunión de Blinken con el mandatario chino y su cuerpo diplomático, Biden dijo que Xi Jinping «es una gran vergüenza para los dictadores”.
Como era de esperarse, China protestó severamente. La encargada de expresar la inconformidad fue la vocera del Ministerio de Exteriores, Mao Ning.
«Las declaraciones de la parte estadounidense son extremadamente absurdas, extremadamente irresponsables, contrarias a los hechos, violan gravemente la etiqueta diplomática, constituyen un grave ataque a la dignidad política de China y una abierta provocación política. Pekín expresa su profundo descontento y su enérgica protesta», manifestó Ning.
Ante tal desatino, también se pronunció Rusia. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov dijo que lo dicho por Biden «es una manifestación muy contradictoria de la política exterior de Estados Unidos que habla de un gran elemento de impredecibilidad, por un lado, y por el otro, es la continuación de las manifestaciones de tutelaje de la política exterior estadounidense, una práctica ya inaceptable para una enorme cantidad de países».
No hay duda, por la torpeza de Joe Biden, de otros funcionarios y políticos norteamericanos, los países en el mundo entero entienden la necesidad de acelerar el nuevo orden mundial.
A cada error de Biden, de sus acólitos en Europa Occidental, se fortalecen los bloques alternativos.
Así lo entiende también Wang Xiaochuan, director ejecutivo del
Centro de Cooperación Estratégica de Rusia y China, adjunto al Fondo de Estudio de Reformas y Desarrollo de China.
Según dijo, Occidente usa la hegemonía financiera para lograr sus intereses monopolistas, estimulando a los países en desarrollo a fortalecer la cooperación y formar alianzas.
Xiaochuan resalta la importancia que vienen sumando los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y a la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS).
«Los países que ocupan hoy día la posición dominante en el mundo, en aras de garantizar sus intereses monopolistas no desprecian el uso de la hegemonía financiera y del monopolio de altas tecnologías, toman bajo su control las principales arterias económicas, con lo que hacen daño a la seguridad y los intereses de desarrollo de otros Estados”, señaló.
Agregando que, “eso provoca el desequilibrio en el desarrollo económico mundial, lo priva de la estabilidad y estimula a los países en desarrollo a fortalecer la cooperación equitativa y recíprocamente beneficiosa, convirtiendo a los BRICS y la OCS en importantes plataformas de la cooperación Sur-Sur».
A propósito de los BRICS, el medio español Negocios TV, el 19 de junio resaltó que en los últimos días se ha registrado el creciente interés de varios países por unirse al grupo de los BRICS, esto podría llevar a la expansión de esta alianza y cambiar el equilibrio del orden financiero mundial.
Señalan que, extraoficialmente, se han recibido formalmente 25 solicitudes de países que desean unirse al bloque, esto podría terminar en un «BRICS Plus».
Anotan que entre los países deseosos de sumarse al bloque están Afganistán, Argelia, Argentina, Bahrein, Bangladesh, Bielorrusia, Egipto, Indonesia, Irán, Kazajistán, México, Nicaragua, Nigeria, Pakistán, Arabia Saudí, Senegal, Sudán, Siria, Emiratos Árabes Unidos, Tailandia, Túnez, Turquía, Uruguay, Venezuela y Zimbabue.
De acuerdo al medio hispano, la expansión podría desafiar la posición del dólar estadounidense como moneda de reserva global y tener implicaciones significativas en la economía mundial, especialmente para países que dependen del petróleo y el gas.
Prevén que el sistema geopolítico global podría sufrir cambios sustanciales, si estas naciones exigen el uso de la moneda BRICS en lugar del dólar en el comercio internacional.
En cuanto a la OCS, está conformada por: China, India, Kazajistán, Kirguistán, Pakistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán. Además, Afganistán, Bielorrusia, Irán y Mongolia; participan en calidad de observadores. Armenia, Azerbaiyán, Camboya, Nepal, Sri Lanka y Turquía; son considerados socios de diálogo.
A propósito, el enviado especial del presidente ruso para esta alianza, Bajtiyor Jakímov, habló sobre la incorporación de Irán en la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS).
“El 4 de julio, en la próxima cumbre de Nueva Delhi que se celebrará por videoconferencia; una de las decisiones clave será la adhesión de Irán como miembro de pleno derecho», dijo Jakímov.
Igualmente, Emiratos Árabes Unidos (EAU) recibió oficialmente el estatus de socio de diálogo en la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), según la agencia estatal de noticias emiratí ‘WAM’.
Este es otro paso importante en el Medio Oriente, una región que va migrando hacia el nuevo polo emergente.
Así van las cosas, asoma cada vez más el mundo que emerge, el reacomodo y las incorporaciones que se avecinan a los BRICS, a la OCS.
Del otro lado, la Unión Europea, sus burócratas, siguen empecinados en seguirle el lineamiento a Washington en el tema Ucrania.
Asimismo, el 19 de junio, la agencia estadounidense Bloomberg reveló que la UE quiere concederle a Ucrania 50.000 millones de euros para las necesidades actuales y una reconstrucción de su país en la post guerra.
Se hace énfasis, siempre según la agencia, en reforzar el Estado de Derecho y la lucha contra la corrupción.
Se supone que los 50.000 millones de euros servirán para cubrir los gastos corrientes de las autoridades ucranianas, incluidas las obligaciones de pago de salarios y pensiones y la prestación de algunos servicios públicos, así como para una reconstrucción urgente, refiere Bloomberg.
Señala que los fondos serán asignados vía subvenciones, préstamos blandos y garantías. Dice la agencia que se pretende recaudar la cantidad necesaria mediante contribuciones de los Estados miembros.
Como era de esperarse, la iniciativa ocasionó protestas entre la población europea, inclusive entre muchos mandatarios o funcionarios de los países.
Los europeos viven procesos inflacionarios, de escasez, y ya no están dispuestos a sacrificarse por un conflicto que los afecta, y en el que fueron arrastrados por las expectativas geopolíticas de Washington.
Los agricultores de la UE están cansados que se subvencione a los ucranianos mientras ellos se ven perjudicados.
Pero es que, además, con los países en crisis, ¿de dónde piensan sacar esos 50 mil millones de euros?
Volvemos entonces a Kissinger. La mediocridad de los líderes europeos los lleva a involucrarse en situaciones como esa. Quizá esa iniciativa, que parece destinada a complacer a Washington, o, a darle algo más de oxígeno a Zelenski en su fallida contraofensiva, se archive o sea disfrazada.
Mientras todo transcurría, en Moscú, durante una reunión con dignatarios africanos, Vladímir Putin subrayaba la importancia de suministrarle grano a ese continente.
«Se destacó la importancia de los suministros de grano, sobre todo de grano ruso, al continente africano, a los países más pobres», dijo Dmitri Peskov portavoz de la presidencia rusa.
Pero Biden es persistente. Luego de su desatino sobre Xi Jinping, se reunió con el primer ministro indio, Narendra Modi. Con la falta de sutileza que lo caracteriza, intentó poner a la India en contra de Rusia, en el conflicto que tiene con la OTAN.
Y es que la falta de lectura política, de la realidad, del nuevo escenario global, no le permite comprender que ese país juega por sus propios intereses, que difícilmente le haga el juego a Washington. Inclusive, más allá de las históricas diferencias con China.
La India acaba de cerrar una serie de acuerdos con Moscú, de hecho, están comerciando con sus propias divisas, con yuanes. Es más, el 4 de julio será sede de la Cumbre de la OCS. La India sabe que los BRICS son el escenario que más le conviene. Lo mismo saben Brasil y Sudáfrica.
Más allá de los vaivenes que seguramente se presentarán en el camino, el multilateralismo se impondrá, los mediocres líderes occidentales no lo podrán evitar.