Nuevamente Europa, nos referimos a sus líderes, a sus formadores de opinión; vamos, a quienes toman decisiones, cayeron en sus marasmos mentales, intelectuales.
Una vez más, los poderes fácticos montan otro discurso, otra narrativa, respecto a los sucesos en Francia.
En un momento que emerge un nuevo orden mundial, en que el sistema imperante hizo más notoria su crisis, (algunos dicen que el mundo occidental, como se ha conocido por décadas, va modificándose) los elementos funcionales al establishment recurren al manido recurso de la migración para justificar lo que ocurre en Francia.
No es nuevo, cada vez que ocurre una crisis, o tienen un problema de difícil resolución dentro de sus paradigmas, hablan de ello.
Más aún, como lo hicieron a principios del siglo, reviven aquella tesis del Choque de Civilizaciones.
Eso lo hicieron para justificar las invasiones y expoliaciones de Estados Unidos, secundado por sus acólitos en Europa Occidental, en el Medio Oriente.
A partir de allí, recomenzó la demonización del Islam, de sus seguidores. A partir de allí, se insistió en que esas personas no compartían los “valores” de occidente y que por lo tanto no se podía convivir con ellos.
Resurgieron prejuicios contra los africanos. Estupideces, como aquella de que no tienen el mismo nivel intelectual que los europeos, circularon nuevamente.
A partir de algunos hechos delictivos aislados, o incidentes de alto impacto mediático, montados por grupos interesados; se reforzaron todas esas matrices, todos esos prejuicios.
Eso se ha ido acumulando en Europa. Por eso el resurgimiento del fascismo de los partidos de ultraderecha con discursos nacionalistas.
Hoy, ante esta ola de protestas en Francia, que no se detienen, y que se han extendido a países vecinos, muchos culpan de los sucesos a la migración.
¿Cómo y por qué se desataron estas protestas?
Se iniciaron en Nanterre, un suburbio de París, el 27 de junio; cuando la policía asesinó a Nahel Merzouk; un joven de 17 años que se desempeñaba como repartidor.
El muchacho era de ascendencia argelina. Le dispararon en su automóvil. A partir de allí, y, hasta el cierre de la presente edición, las protestas, los disturbios, no cesan; pese a que la corporatocracia mundial lo oculte o minimice.
El Presidente Emmanuel Macron convocó a todo el estamento institucional para buscar respaldo a la represión desatada, que deja cientos de heridos, de detenidos. Hay quienes hablan de muertos, aunque hasta el momento no se han podido confirmar con certeza.
Hay quienes se exasperan y piden mayor violencia para reprimir. Macron, que pensaba viajar a Alemania, debió suspender su viaje. Macron, que está pidiendo ser invitado a la próxima reunión de los BRICS, pese a su postura abiertamente anti rusa en su conflicto con la OTAN, llegó a decir que las protestas son culpa de los videojuegos.
La situación es crítica en el país galo, hay posturas a tener en cuenta. Inclusive, hay quienes ven la posibilidad de una guerra civil.
En opinión de Tiberio Graziani, presidente de Vision & Global Trends. International Institute for Global Analysis, la situación en Francia tiene una serie de factores, no solo la inmigración.
Le suma a ella, la falta de integración, la historia colonial de Francia y los ataques dictados por Bruselas a los derechos de los trabajadores y jubilados, lo cual fue incubando fenómenos como el de los “chalecos amarillos”.
«Hace años que no hay paz social en Francia… El fenómeno de los llamados chalecos amarillos ha avergonzado a las autoridades francesas: a las protestas de los chalecos amarillos se han unido recientemente protestas contra las políticas relacionadas con la jubilación», comentó.
Para Gunnar Beck, eurodiputado, el problema estaba en que Francia tenía una política de inmigración «extremadamente liberal», permitiendo que el problema se descontrolara en los guetos de inmigrantes.
«Las matemáticas demográficas se han agotado y la policía y el poder judicial francés ya no pueden contener el problema. Las poblaciones de inmigrantes son una enorme carga financiera para los contribuyentes franceses, lo que eventualmente conducirá al colapso del estado de bienestar. Francia hoy es un país mucho más violento y dividido que hace 50 o 60 años. Estos problemas sólo empeorarán», agregó.
De acuerdo a Beck, «la violencia ahora se está extendiendo desde el centro de las ciudades y las barriadas al resto de Francia. Ya nadie ni nada está a salvo… En otros países europeos con alta inmigración, como Alemania o Suecia, las comunidades de inmigrantes aún no han sido capaces de coordinar y ejecutar un esfuerzo tan complejo. Sin embargo, es solo una cuestión de tiempo hasta que esto suceda».
En esa dirección, Eric Zemmour, líder del partido francés de derecha Reconquête (Reconquista), sostiene que Francia vive “las primeras etapas de una guerra civil. Esta es una revuelta étnica».
Claro, estos políticos hablan de los migrantes, pero olvidan los problemas estructurales inherentes al sistema. Olvidan, por ejemplo, que cada vez el gran capital concentra más riqueza en menos manos. Que crece la exclusión social. Que hay más gente, millones de personas, en un estado de indefensión ante la injustica social.
La pandemia fue una clarinada de alerta que no supieron escuchar. El estado de bienestar que tanto los ayuda a crecer, a desarrollarse, fue abandonado.
Pero, claro, ellos prefieren culpar a los migrantes.
A estos señores, es bueno recordarles algo que publicó, el año 2019, el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), sobre la situación de Francia, en especial, cuando afloró el fenómeno de los “chalecos amarillos”.
No nos olvidemos que, desde el 17 de noviembre del 2018, los chalecos amarillos, que se dieron a conocer por la chaqueta identificadora adoptada por los manifestantes, fueron, reiteramos, lo visible de una crisis estructural que brotó por un hecho coyuntural.
¿Cuál fue ese hecho? El aumento del precio del combustible. Un incremento de 3 céntimos de euro por litro para la gasolina común y de 6 céntimos para el gasóleo.
De acuerdo al trabajo de CLACSO, esta decisión fue el factor disparador. El rechazo al aumento de la gasolina, especialmente del diesel, fue compartido por mucha gente, espontáneamente, sin necesidad de campaña movilizadora.
Cronológicamente, se inició con un mensaje puesto en las redes, el 29 de mayo de 2018, por una mujer llamada Priscillia Ludosky. Su llamado a protestar se reprodujo un millón de veces, entre mayo y octubre. El 10 de octubre hubo otro grupo de personas invitando a bloquear autopistas y ocupar diversos espacios.
Francia se paralizó. No funcionaron las industrias, el turismo, el comercio. La economía se paralizó. Se radicalizaron las protestas, se agudizó la violencia; hubo heridos, muertos.
Ante la fuerza de las protestas, de su desgaste político, Emmanuel Macron decidió, el 10 de diciembre de 2018, anular el incremento de precio del combustible. Anuló también parte del impuesto que había creado sobre las pensiones.
Esta conmoción social no tuvo un instigador político conocido. Ningún partido lo direccionó, lo planificó. No. Fue un estallido popular de gente harta. De personas que no ven porvenir a sus vidas.
El documento de CLACSO, citado líneas arriba, hacía algunas interrogantes para buscar el estallido.
“¿Por qué la gasolina? Hubo otros impuestos creados por el gobierno del presidente Macron desde su victoria electoral de junio de 2017. Y no pasó nada… ¿Por qué no hubo manifestaciones de residentes en las ciudades y en sus periferias? ¿Por qué estas manifestaciones en pleno campo, en autopistas, rotondas o cruces de carreteras; y no en París o en los grandes polos urbanos? ¿Por qué los manifestantes se desplazaban los fines de semana al centro de las ciudades para gritar su descontento?”, cuestionaban.
Siguiendo con las interrogantes, planteaban: “¿Por qué esta radicalización progresiva del movimiento contestatario, por qué este número elevado de víctimas mortales, como heridos graves, fenómeno totalmente insólito en las protestas sociales en Francia? ¿Por qué esta ausencia en todo este conflicto de los cuerpos intermediarios, partidos políticos, como sindicatos, ONG y parlamentarios?”
A las preguntas surgieron algunas posibles respuestas.
Según el trabajo de CLACSO, las protestas de octubre del 2018 no tenían que ver sólo con el incremento del combustible. Tenía que ver también con otras medidas fiscales previas.
Por ejemplo, desde junio de 2017, se había producido un aumento en la carga fiscal de los jubilados, erosión de las pensiones, baja de las ayudas a la vivienda, controles de las ayudas acordadas a los desempleados, supresión del impuesto pagado por los más ricos, amplificación de los programas de ayuda a los empresarios.
“No se levantaron contra el impuesto, sino contra su reparto injusto”, dijo el estudioso Edwy Plenel.
Quienes culpan a los migrantes olvidan que en marzo de este año, debido a la decisión de Macron para elevar la edad de jubilación de los 62 a los 64 años, hubo fuertes protestas y manifestaciones callejeras en rechazo a esa medida.
Claro, de nada valieron las manifestaciones populares; ya que el Consejo Constitucional francés validó, a mediados de abril, la iniciativa de Macron.
La institucionalidad apoyó al mandatario en una iniciativa que es promovida por los políticos neoliberales en todo el orbe. El pueblo siguió en las calles enarbolando consignas como: “Constitucional o no, esta ley no la queremos”, “Continuaremos hasta su retirada” y “Fuera Macron”.
Esto fue en abril, hace 3 meses. Es decir, el descontento social estaba ahí, latente. Preocupa el efecto de contagio. Ya lo han señalado diversos analistas defensores del establishment, ellos creen que en otros países donde existe alta presencia de migrantes pueden producirse estallidos similares.
Claro, no mencionan que el joven Nahel Merzouk fue asesinado injustamente; sin que supusiera un riesgo para el policía que lo mató. No mencionan que eso provoca indignación.
Pero, peor aún, ocultan que en los países de la Unión Europea la inflación, la escasez, los problemas laborales, de desempleo, los problemas con los alimentos, de descomposición social, está mellando sus sociedades.
Ah, tampoco podemos negar que la migración, tal como se ha producido, es otro componente de la situación. ¿Por qué se ha producido esa migración? Lo hemos dicho antes, por las aventuras bélicas en que los estadounidenses involucraron a sus acólitos en los últimos 30 años.
Pero, sobre todo los europeos deben tener esto muy presente, por su historia colonial. Ellos avasallaron, saquearon, expoliaron a muchos países. Los empobrecieron, los sumieron en la miseria, razón por la cual los habitantes de esos países pensaron que migrando a las antiguas metrópolis podían mejorar su calidad de vida.
La migración que reciben es por el injusto comercio Norte- Sur, producto de la estructura surgida luego de la Segunda Guerra Mundial y las ya mencionadas prácticas coloniales.
Por eso, es entendible el rechazo hacia Europa, hacia Occidente, de los nuevos líderes africanos que viran sus expectativas, sus alianzas, hacia, por ejemplo, los BRICS; hacia las nuevas potencias emergentes que ofrecen condiciones más justas para el comercio, para las relaciones internacionales.
Francia, Europa Occidental, pagan sus culpas; las pasadas y las presentes. Lo malo, lo pagan los pobres, los excluidos. Pero seguramente esos pueblos, que vieron nacer gente tan valiosa, tan trascendental; encontraran caminos para modificar el injusto orden de cosas.
Lo de Francia en los últimos 7 años es el síntoma de un gran mal. Esperemos que su pueblo se sume al nuevo orden mundial que va emergiendo.