La desfachatez del EE.UU. y la UE es galopante
Bombas de racimo y John Bolton
Si usted quiere tener una idea de la clase de gente con la que se entiende la oposición venezolana, y el tipo de ideas que tienen en la cabeza unos y otros, puede sacar un cálculo con John Bolton, el exasesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, quien era uña y sucio con Juan Guaidó y sus secuaces del “gobierno interino” impuesto por Washington.
Este individuo, a quien le pusieron el apodo de “Doctor Chapatín” por su parecido físico con el personaje de Chespirito, aplaudió al gobierno de Biden por enviar a Ucrania bombas de racimo, prohibidas en gran parte del mundo por los daños que causan a la población civil.
Bolton, quien es del Partido Republicano (opositor a Biden) calificó la decisión como “una excelente idea” y sólo recriminó que no se hubiese hecho antes.
Es pertinente recordar que este genocida alentó las salidas violentas en Venezuela y fue un figurante permanente durante los años en los que los voceros de la ultraderecha se ufanaban de tener todas las opciones sobre y bajo la mesa.
Bolton se hizo ridículamente célebre cuando salió de una reunión con una carpeta en la que “por descuido” podía leerse “5000 soldados a Colombia”, para hacer ver que Estados Unidos contemplaba una incursión militar directa contra Venezuela.
“Periodismo” financiado por la CIA
El precandidato presidencial estadounidense, Robert Kennedy hijo anda por ahí soltando tantas verdades sobre el hipócrita sistema político de su país, que no son pocos quienes comienzan a temer que correrá con la misma suerte que su padre homónimo y su tío, John Fitzgerald: ser asesinado por la camarilla que ostenta el verdadero poder en el país imperial.
Entre esas verdades, Kennedy ha dicho que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) es, por mucho, el mayor financiador del «periodismo» (con las merecidas comillas) en todo el mundo.
Según las estimaciones del aspirante a la nominación por el Partido Demócrata, la CIA es dueña directa de muchos periódicos y tiene, además, miles de periodistas en sus nóminas.
Como es habitual, estas declaraciones fueron debidamente censuradas, hasta el punto de que no es sencillo ubicarlas en los buscadores de internet. Es natural porque muchos de los medios digitales también son dependientes del financiamiento del aparato de espionaje e injerencia estadounidense.
Al margen del dato lanzado por Kennedy junior, numerosas investigaciones indican que la CIA impulsa a estos órganos de difusión masiva y comunicadores, algunas veces de manera directa, y otras a través de sus fachadas de mejor reputación, como la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) o desde un segundo piso, a través del trasvase de fondos a falsas organizaciones no gubernamentales.
En Venezuela, como se dice en criollo, de esa cabuya tenemos un rollo.
Te doy permiso, pues
Pese a los desastrosos resultados que han obtenido en todo el mundo, Estados Unidos se empeña en mantener en vigor su política de medidas coercitivas unilaterales (MCU) y bloqueos contra países que no le obedecen “a pies juntillas”.
Se trata, como queda demostrado a diario, de la aplicación extraterritorial de leyes caprichosamente elaboradas, que no solamente afectan a los países castigados, sino también a la población interna de Estados Unidos y a los países aliados y lacayos, que sufren las consecuencias de dichas medidas, a las que ellos se empeñan en llamar “sanciones”.
En su afán de legitimar y normalizar las MCU, los funcionarios estadounidenses montan un show cuando deciden ceder algo en sus prohibiciones y restricciones al libre comercio (una gran paradoja, dicho sea de paso).
Acaban de presentar uno de esos espectáculos al aprobar una nueva normativa que alivia el castigo respecto a las exportaciones venezolanas de gas licuado.
Esa actitud de autorizar lo que debería ser el ejercicio pleno de un derecho fue severamente rechazada por el presidente Nicolás Maduro, quien dijo que se trata de un nuevo intento de colonización porque se pretende establecer que necesitamos permiso de Estados Unidos para vender cualquier producto derivado del petróleo.
Censura contra las “revueltas”
Europa no se queda atrás en materia de desfachatez. Los mismos países adalides de la democracia, que denuncian constantemente las presuntas violaciones a la libertad de expresión y de prensa en países indóciles (desde superpotencias como China y Rusia, hasta naciones con gobiernos rebeldes, como es nuestro caso), se preparan para la entrada en vigencia de la primera fase de la Ley de Servicios Digitales, en la que se obliga a la empresas de redes sociales a censurar de inmediato cualquier mensaje que pueda ser considerado como “llamado a la revuelta”.
El anuncio lo hizo el comisario europeo, Thierry Breton, quien aseguró que el «contenido de odio» y «las llamadas a la revuelta» deberán borrarse instantáneamente de las redes sociales, y si las empresas a cargo no lo hacen, se podría prohibir el acceso de la población a dichas plataformas.
No está claro qué características debe tener un mensaje para que sea considerado como contenido de odio o llamada a la revuelta, pero aquí es oportuno indicar que tras la ola de protestas en Francia, el presidente Emmanuel Macron acusó a las redes sociales de haber contribuido a la difusión de las convocatorias a manifestaciones.
La tarea de coartar el flujo informativo está ya parcialmente hecha; pues las agencias de inteligencia de Estados Unidos tienen bajo su control a las corporaciones que gobiernan estas plataformas. De hecho, Meta (la matriz de Facebook, Instagram y WhatsApp) censuró la difusión de información sobre Hunter Biden, el hijo del Presidente Joe Biden. También mantienen fuertemente censurado (como se dijo) a Robert Kennedy y han desaparecido la historia del periodista Seymour Hersh sobre la voladura de los gasoductos Nord Stream.