Negociaciones, diálogo, acercamientos, promesas, manifestaciones de voluntad, mensajes, diferencias. De todo un poco tuvo la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la Unión Europea (UE) realizada en Bruselas, Bélgica, los pasados 17 y 18 de julio.
Por tanto, el asunto analítico pasa por una resuelta cautela, tratando de poner el énfasis en los tres grandes elementos sobre los cuales la Unión Europea trató de mover dicha Cumbre:
- Promover que la CELAC en pleno se sumara a la narrativa y accionar agresivo hacia la Federación de Rusia, en torno al conflicto en Europa del Este y que hoy tiene como campo de guerra la República de Ucrania. Un párrafo de la declaración final que matiza mucho su contenido (incluso no firmado por la República de Nicaragua), y el rechazo recurrente ante la maniobra de Josep Borrel de querer presentar en la Cumbre al Presidente ucraniano, pusieron de manifiesto diferencias profundas de enfoque.
- Generar un estado de cosas que acercaran posibilidades de intercambio económico, más cuando la Unión Europea está tan necesitada de las energías de América Latina; pero básicamente poco o nada ha ofrecido en su relación histórica al continente. De hecho la pretensión de imponer sanciones a los países miembros del Mercado Común del Sur MERCOSUR por eventuales “incumplimientos” a compromisos en materia climática, rechazado sistemáticamente por el Presidente de la República Federativa del Brasil Luiz Inácio Lula da Silva, es expresión de una profunda torpeza política que lejos de acercar posiciones y construir confianza, logra todo lo contrario.
- Tratar de construir una narrativa de acercamiento entre dos bloques que poseen elementos iguales en casi todos sus aspectos, siendo tal pretensión poco menos que risible. En materia de pobreza, desigualdad económica y social, o de generación de gases por efecto invernadero y por ende responsabilidades en materia climática, las diferencias son abismales y con sus aristas se dejaron observar en la reunión de Bruselas.
Teniendo estos tres grandes bloques bien podemos afirmar que esta Cumbre posibilitó avanzar fundamentalmente en el ámbito económico, no exento de ser aún promesas que se vienen afirmando desde el año 2015, razón que tampoco debe servir para expresar una alegría que debe venir de la mano de hechos concretos, y construir puentes políticos entre dos bloques distintos ya que en casi ningún punto propio de la política se llegó a consensos, teniendo que matizar las posturas para acercarlas.
Por ejemplo la oferta de inversiones por el orden de 45mil millones de euros, en un intento por salirle al paso a la presencia de la República Popular China en la región, y ante la recurrente soberbia de la élite monroista de EEUU y su anacrónico garrote y zanahoria para nuestra zona; suena muy bonito como recurso discursivo, pero precisa volver al respeto a las disposiciones jurídicas internacionales que promueven, fomentan y protegen la libertad de comercio entre nuestras naciones.
Por muy promisorio que esto suene, es preciso que la Unión Europea vuelva al respeto a este orden internacional de libre comercio rectificando, por ejemplo, su política de sanciones y medidas coercitivas unilaterales hacia la República Bolivariana de Venezuela; con la cual acompañó las instrucciones de Washington.
Estas medidas extraterritoriales, al margen del derecho internacional, no sólo afectan a la Nación caribeña sino que echaron por tierra las posibilidades concretas de fortalecer procesos de intercambio económico con visión de desarrollo humano; como sucedió con PETROCARIBE, creada justo para dotar de energía petrolera y sus derivados a las naciones del Caribe en convenios flexibles y sustentables. Durante su intervención, la Vicepresidenta Ejecutiva Delcy Rodríguez fue particularmente incisiva en este punto y las consecuencias terribles de violar las libertades económicas a nivel internacional.
Generar confianza para la inversión también pasa por el retorno de todos los derechos de Venezuela sobre los fondos, cuentas, activos que posee en territorio europeo cuyos derechos continúan conculcados sin que asista en ello ningún elemento del derecho que no sea el atropello contra una Nación pacífica.
Todo esto promueve, ante estas promesas de inversión que ya fueron muy publicitadas en la Cumbre CELAC–UE del año 2015, una sola cosa: hechos son amores y no bonitas palabras.
De todos modos la propia declaración recaba aspectos que no dejamos de lado:
“3. Reforzaremos nuestro diálogo y fomentaremos amplios contactos interpersonales. Reafirmamos que colaborando como socios soberanos somos más fuertes y estamos mejor situados para afrontar las numerosas crisis y múltiples desafíos de nuestra época, como la inseguridad alimentaria, la pobreza, las desigualdades en ambas regiones, las perturbaciones de las cadenas de suministro y el aumento de la inflación. También cooperaremos para mitigar los efectos adversos del cambio climático y la degradación medioambiental, de acuerdo con el principio de la equidad y de las responsabilidades comunes pero diferenciadas y las capacidades respectivas, a la luz de las diferentes circunstancias nacionales.
(…) 12. Resaltamos los nuevos progresos de la cooperación europea y latinoamericana y caribeña, y nos congratulamos de la integración europea y de la consolidación de la CELAC, tomando nota de que la CELAC ha declarado que América Latina y el Caribe son una Zona de Paz.
(…) 28. Reconocemos la contribución potencial de la agenda de inversiones de la Global Gateway UE-ALC, que abordará las deficiencias de inversión en consonancia con las prioridades comunes de la UE y América Latina y el Caribe, con el objetivo de movilizar tanto la financiación pública como el capital privado a favor del desarrollo sostenible, lo que incluye la transformación digital, la educación, las infraestructuras sanitarias, la producción de energía, las perspectivas medioambientales, las materias primas y las cadenas de valor locales.”
Como podemos observar, al menos en el lenguaje de los documentos, resulta inobjetable el esfuerzo por incorporar las posiciones más alejadas en pro de un mayor consenso dentro de bloques con grandes diferencias. Toca observar si en el campo económico el papel acompaña a la realidad y viceversa.
Políticamente el diálogo fue lo suficientemente franco como para evitar arrastrar a la lógica de prolongación innecesaria de una guerra en Europa del Este que sólo los analistas más fanatizados podrán observar en la simpleza de responsabilizar a Rusia, evadiendo la correspondiente a una Organización del Tratado del Atlántico Norte OTAN en peligrosa y amenazante expansión desde la caída del bloque soviético hasta la fecha; incluyendo el incumplimiento sistemático de los acuerdos de Minsk.
Más allá de posturas específicas de condena a la Federación de Rusia, posiciones más neutrales sobre la guerra, o apoyo a Moscú, la CELAC no cayó en la tentación de dejarse arrastrar en la narrativa belicista de Europa Occidental, teniendo que matizar la declaración final que, incluso, no sería firmada por Nicaragua.
Al respecto algunos analistas, de manera errada o manipuladoramente, han afirmado una supuesta victoria de la Unión Europea homogenizando la posición de rechazo a Rusia, que hoy solo contaría con el respaldo de Managua. Sin embargo el texto de la declaración está muy alejado de tan pobres conclusiones analíticas:
“15. Expresamos nuestra profunda preocupación por la guerra en curso contra Ucrania, que sigue causando un inmenso sufrimiento humano y está agravando debilidades ya existentes en la economía mundial, limitando el crecimiento, aumentando la inflación, perturbando las cadenas de suministro, incrementando la inseguridad energética y alimentaria e intensificando los riesgos para la estabilidad financiera. En este sentido, apoyamos la necesidad de una paz justa y duradera. Reiteramos igualmente nuestro apoyo a la Iniciativa sobre la Exportación de Cereales por el Mar Negro y a la labor realizada por el secretario general de las Naciones Unidas para lograr su prórroga. Respaldamos todos los esfuerzos diplomáticos que busquen lograr una paz justa y sostenible en consonancia con la Carta de las Naciones Unidas.”
No hay que ser muy conocedor de la materia, para saber qué preocuparse por un asunto no es lo mismo que condenarlo, base esencial de la postura consensuada que, básicamente, expresa las posiciones generales sobre las consecuencias de un conflicto que está lejos de culminar. Sin embargo, afirmar una victoria europea en este punto es desconocer su narrativa agresiva y en escalada en cada declaración sobre la guerra, muy alejada de lo arriba observado.
A esto habrá que sumar la negativa reiterada de América Latina de aceptar la presencia del Presidente de Ucrania en las deliberaciones propias de esta Cumbre, lo cual deja ver que la CELAC está más cerca de posiciones constructivas hacia la paz y no en posiciones que tiendan a empeorar esta situación con consecuencias terribles para los pueblos, como de hecho hoy estamos observando que suceden en toda Europa, luego de la ruptura general de esta con la Federación de Rusia.
A la par de la reunión de delegaciones en Bruselas, se ha llevado a cabo un nuevo encuentro de la Cumbre de los Pueblos de América Latina, donde se ha puntualizado el valor de este encuentro en la posibilidad de impulsar un mundo multipolar cuando los imperios pretenden dividir al planeta en bloques, recreando una especie de guerra fría en pleno siglo XXI.
“Esta Cumbre de los Pueblos entendió que el encuentro entre la CELAC y la UE es una oportunidad para avanzar en la creación de un mundo multipolar, con relaciones multilaterales que permita progresar en Paz a la Humanidad en armonía con la Madre Tierra. Para ello un avance en camino de establecer unas relaciones entre Europa, América Latina y el Caribe, que fortalezcan una relación y cooperación birregional, basadas en el respeto mutuo y la reciprocidad; que ponga en el centro de las políticas públicas al ser humano, sin injerencias externas; rechazando categóricamente cualquier acción política o militar que pretenda interferir en el normal desenvolvimiento de las instituciones y normas constitucionales de cualquiera de los Estados participantes en la Cumbre; por ello condenamos las campañas mediáticas encaminadas a desestabilizar gobiernos democráticamente elegidos por sus pueblos en América Latina y el Caribe”.
Finalmente, en el contexto de esta reunión, se dio un encuentro dentro de los esfuerzos de avanzar en el diálogo sobre el proceso político en Venezuela, que tuvo un primer acercamiento en la Conferencia de Bogotá realizada en Abril de este año.
En esta ocasión, y destacado por el Presidente de la República Nicolás Maduro Moros, ha existido una ratificación clara en la necesidad del levantamiento de las sanciones y medidas coercitivas unilaterales genocidas que pesan sobre nuestra patria, lo cual incluso fue valorado por el Jefe de Estado como la posibilidad de abrir una nueva etapa en las relaciones entre nuestro país y Europa Occidental, severamente dañadas por el error político de querer imponer instituciones paralelas y anti democráticas en Venezuela.
Resta ver hasta qué punto estas manifestaciones se hacen valer en los hechos, tanto en gestos concretos por parte de Europa y sus instancias, así como en la voluntad de Washington que, guste o no, parece continuar digitando el accionar de este continente. Sin duda alguna de los avances posibles, o retrocesos, en la relación con la República Bolivariana de Venezuela, podrá verse un avance concreto en la relación armoniosa y multilateral entre la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños y la Unión Europea.
Nadie puede pensar que, despachando la necesidad de restablecer relaciones de respeto hacia Venezuela, se va a poder lograr un avance sustancial en la relación multilateral; tanto entre las instancias que median el océano atlántico, como en las de carácter intraregional.
No sabemos hasta donde la realpolitik dejará que lo positivo de este encuentro avance, o siga estancado todo por pretensiones de imponer irrealidades; dejando toda esta Cumbre como un nuevo encuentro de palabras huecas.