Como en diversos momentos de la historia, hoy vivimos un cambio de época que descoloca a muchos; personajes que aún no entienden el momento que vivimos.
A veces, es difícil entenderlo porque estamos sumergidos en la vorágine. Es complicado porque el orden mundial que se extingue no termina de hacerlo; el nuevo, el que emerge, todavía no se ve con claridad.
Hay más expectativas que certezas. Hay síntomas, cada vez más pronunciados, pero no terminan de consolidarse.
Además, cuando se edifique el nuevo orden mundial, hasta que se consolide totalmente, tampoco se verá con plena claridad. No existe una forma de entender el mundo, costará adaptarse a la nueva.
Ninguna transición ha estado exenta de confusión. Ninguna transición ha tenido de fondo un lecho de rosas. Recordemos aquello de que la violencia es partera de la historia.
Y hay violencia. El conflicto de Rusia contra la OTAN, con Ucrania como escenario, forma parte de ese parto, de esa violencia.
La potencia hegemónica que pretende retardar la irrupción de otra, en este caso, de otras, no se queda quieta. Intenta embochinchar el globo terráqueo para lograr su fin.
Tensa la soga, la cuerda, en cada rincón que puede. Allí está el ejemplo de su relación con China. Hacen declaraciones altisonantes, provocan, pero terminan invitando al agraviado a reunirse, a negociar.
Quienes leen bien la geopolítica, quienes vienen trabajando con tiempo en el desplazamiento del hegemón, saben a qué atenerse. No son tontos. Lo han estudiado. Acumularon fuerza, poder, alianzas. No se apuran. Esperan que el tiempo llegue. Dejan que se desgaste, que ante lo inexorable de su destino, se desesperen.
En esa desesperación, el hegemón cometerá errores. Perderá aliados, o verá antiguas amistades debilitarse.
Los emergentes aprovecharán sus errores, sus descuidos.
Ya se vio cuando más arreciaba la pandemia del Covid-19. Washington, con el egoísmo que lo caracteriza, desatendió a sus aliados, les robó, los ignoró, los expuso.
Los intereses individuales, de las transnacionales, de grupos elitescos, primaron sobre el bien común, del bien de la humanidad. Se entendió que esa es la naturaleza del sistema imperante. De quienes lo manejan.
Gran parte de la humanidad, incluyendo los pueblos de Estados Unidos y Europa Occidental, entendieron que sus líderes no los tomaban en cuenta.
Que preferían los intereses ya aludidos, a cientos de miles de seres humanos; a personas de carne y hueso que estaban aterradas ante una pandemia que no sabían afrontar.
Allí se habló, se cuestionó, que se abandonara el estado de bienestar. Se cuestionó que se redujera, por imposiciones catequísticas de un neoliberalismo letal, la atención social.
Se cuestionó que los sistemas de salud, de educación, fueran reducidos a su mínima expresión. Hubo un intento de remediar, pero pasada la pandemia, con miles de vidas perdidas, el debate se silenció.
En ese contexto, se reproducen focos de tensión, de violencia, en todos los rincones del planeta. Reiteramos la ya recurrente tensión, entre Estados Unidos y China, por el tema de Taiwán que, más allá de un intento por distraer el rumbo de la República Popular de China hacia el desplazamiento de Washington, está el tema del control de los microchips, donde la isla juega un rol fundamental.
Hay que resaltar también que el próximo año, así como en Estados Unidos, en Taiwán también hay elecciones. Se estima que el Kuomintang, hoy en la oposición, podría ganar las elecciones. ¿Qué significaría eso? ¿Cuál sería su efecto en la geopolítica global? Pues que esta agrupación no es proclive a “Occidente”, es más partidaria de entenderse con Pekín.
Por eso hay apuro en la Casa Blanca por resolver, de acuerdo a sus intereses, ese tema. El tiempo juega en su contra.
Otro punto caliente, con innegables repercusiones geopolíticas, se juega en África. Exactamente en Níger.
Allí, el 26 de julio, oficiales que conforman el Consejo Nacional por la Salvaguarda de la Patria (CNSP) destituyeron al presidente Mohamed Bazoum, por “el continuo deterioro de la situación de seguridad y la mala gobernanza económica y social».
Los militares alzados cerraron las fronteras aéreas y terrestres, impusieron el toque de queda a nivel nacional y suspendieron todos los poderes públicos.
Dos días después, el general Tchiani, ex comandante de la guardia presidencial, asume la jefatura del Estado.
La reacción internacional no se hizo esperar. Los integrantes de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) amenazaron con sanciones a los rebeldes, incluso les advirtieron de una posible intervención armada para restituir al depuesto presidente.
Esa declaración de la CEDEAO, cuyos gobiernos son muy proclives a occidente, especialmente a Francia, tuvo una respuesta, también de países vecinos.
El 31 de julio, los gobiernos de Burkina Faso y Malí declararon que cualquier intervención militar contra Níger sería tomada como una declaración de guerra contra ellos.
En un comunicado conjunto, los gobiernos de Burkina Faso y Malí señalaron que una intervención militar en Níger “podría provocar desestabilización en toda la región, como sucedió con la intervención unilateral de la OTAN en Libia; origen de la expansión del terrorismo en el Sahel y África Occidental».
Siguiendo en esa línea enfatizaron que cualquier ataque los llevaría a tomar «medidas de autodefensa en apoyo a las fuerzas Armadas y del pueblo de Níger».
Francia, en un primer momento amenazó con reaccionar enérgicamente en salvaguarda de sus intereses. Luego bajó el tono.
Rusia y China han sido prudentes, llamando a que se resuelva pacíficamente la situación. Por su parte, Joe Biden se pronunció pidiendo la liberación inmediata de Mohamed Bazoum.
También se pronunció Italia, a través de su ministro de Asuntos Exteriores Antonio Tajani, quien es contrario a cualquier tipo de intervención militar por parte de los países occidentales.
“Esto se percibiría como una nueva colonización”, agregó.
En todos los análisis internacionales, siempre surge el nombre de Francia. Recordemos que Níger fue una colonia gala, y pese a la independencia, hasta ahora, sobre todo con líderes como el depuesto Mohamed Bazoum, su influencia en el país ha sido notable.
Casualmente, contra esa omnipresencia francesa es que se alzaron los militares. De hecho, las manifestaciones callejeras antifrancesas se han sucedido unas tras, otras, así como el acecho a la embajada.
El rechazo es tal que el gobierno francés inició la evacuación de sus connacionales. Francia, país allegado al hegemón (con reminiscencias de potencia colonizadora, expoliador de materias primas en África) había construido una estrategia en ese rincón del mundo, pero el golpe se la desbarató.
Lo hemos dicho, a los estrechos vínculos empresariales y culturales entre Níger y Francia, el país africano se convirtió en la principal base de despliegue de las tropas francesas para la lucha contra el yihadismo, luego que salieran de Malí el año pasado.
Moussa Mara, ex primer ministro maliense, piensa que en este momento Francia afronta una situación en la que «cada palabra que pronuncian sus autoridades se utiliza en su contra«.
“Hoy Francia”, prosigue, “es un chivo expiatorio» para otros países africanos.
Agencias occidentales como Bloomberg sostienen que «la región también ha estado en el centro de la ambición del presidente francés de tender puentes entre las naciones desarrolladas y el llamado Sur Global».
No obstante, los militares rebeldes, liderados por el general Abdourahmane Tchiani, denunciaron que París habría planeado una intervención militar para restituir a Bazoum.
“Esto podría significar un retroceso en su comportamiento a décadas pasadas», señaló el medio.
Aquí entra en el análisis otro factor, un factor muy importante para Francia, para todo occidente de alguna manera: El uranio.
Francia lo importaba para alimentar los reactores nucleares de sus centrales eléctricas. La junta militar de Níger decidió suspender la exportación hacia su antigua metrópoli.
De acuerdo a cifras hechas públicas, Níger abastecía con uranio el 15% de lo que demandaban las plantas eléctricas francesas.
Seidik Abba, presidente del Centro Internacional de Reflexión y Estudios sobre el Sahel, aseveró que la cooperación entre Níger y Francia no benefició al país africano.
Otro estudioso del tema, Rym Momtaz, del Instituto Internacional para Estudios Estratégicos de París, piensa que el golpe de Estado en Níger representa un «importante revés para la proyección de poder de Francia en la región, donde Niamey era el baluarte democrático para París”.
No olvidemos que este año, África ha sido la región del mundo a la que potencias tradicionales, ya en decadencia, y las emergentes, han prestado especial atención.
Todos tratan de “seducir” al continente para establecer nuevas alianzas en este nuevo mundo que se reconfigura. En ese contexto, el mandatario Emmanuel Macron efectuó una gira a varios países en marzo último.
El presidente galo intentó mantener algo de la extinta influencia de su país, pero fue en vano. La reacción fue contraria. Mandatarios y pueblos africanos lo trataron con recelo. De hecho, algunos le reclamaron el pasado colonial, los abusos y robos que Francia había cometido.
Por el contrario, y en esta puja por sumar alianzas, influencias, la agencia Bloomberg resaltó que mientras Francia, occidente, pierden peso; Rusia lo gana.
Fue notorio, las mismas agencias informativas occidentales no pudieron ocultarlo, los manifestantes nigerinos que apoyan el golpe de Estado, al parecer la mayoría de ese pueblo, vitoreaban a Rusia, ondeando su bandera.
Desde la óptica de Bloomberg, “con el derrocamiento del mandatario nigerino se crea una franja de países, desde el océano Atlántico hasta el mar Rojo, gobernados por militares. La mayoría de estas naciones están más estrechamente alineadas con Moscú que con Occidente».
Conforme con un reporte de Reuters reproducido por varios medios internacionales; el 2 de agosto, Níger es el séptimo productor mundial de uranio, suministra el 15 % del metal que necesita Francia y representa una quinta parte de las importaciones totales de uranio de la UE.
Según la publicación, los países occidentales temen que la nación africana aumente su cooperación con Rusia.
Más aún, cuando los militares rebeldes, a través de su vocero, Amadou Abdramane, anunciaron, el 3 de agosto, la terminación de cinco pactos militares con Francia fechados en entre 1977 y 2020.
Señalaron que París será notificado por los respectivos canales diplomáticos. No olvidemos que Francia cuenta con unos 1.500 militares desplegados en Níger, supuestamente, para combatir a grupos extremistas vinculados a Al Qaeda y el Estado Islámico. También hay algunos efectivos alemanes.
Anunciaron también que retiraron las facultades a cuatro embajadores, representantes de Francia, Togo, Nigeria y Estados Unidos.
Esto significa más tensión en el ambiente. Más preocupación por el uranio, por la seguridad energética. Al problema con Rusia, por el tema de Ucrania, que encareció los hidrocarburos para los europeos, ahora suman lo del uranio.
Citando nuevamente a Reuters, recalcan que Níger es el segundo mayor proveedor de uranio para la UE, con el 25,38 % en 2022 solo por detrás de Kazajistán, de acuerdo a Euratom, agencia atómica del bloque comunitario.
«Si las importaciones desde Níger se cortan, a corto plazo no hay riesgos inmediatos a la seguridad de la producción de energía nuclear… El bloque comunitario tiene suficientes reservas de uranio para mitigar cualquier riesgo a corto plazo», dijeron voceros de Euratom.
Pero el portal Político piensa que la actual situación en Níger «podría suponer un reto para el abastecimiento de uranio a Europa a largo plazo, en un momento en que Bruselas trata de desvincularse paulatinamente de la dependencia de los suministros de Rusia, que también es uno de los principales proveedores del metal a nivel mundial”.
Claro, son declaraciones que se hacen buscando calmar el ya enrarecido ambiente. Occidente ya ha tenido declaraciones similares en el caso de Rusia, previo y durante el conflicto de Ucrania.
Hoy todos sabemos cuáles son las consecuencias. Si dependen del uranio ruso, tan es así que no se han atrevido a sancionar a sus proveedores rusos; si dependen del uranio nigerino, y ya estamos viendo la postura del gobierno actual; ¿qué podemos esperar?
Claro, siempre hay la posibilidad de que, como en estos momentos con los productos agrícolas ucranianos, la UE se agriete más, el divisionismo se manifieste, y veamos a los países negociando cada uno por su cuenta.
Hasta el momento, el encono directo de Níger es contra Francia. Quizá no les venda a los galos, pero si a la UE como bloque.
A todas estas, el respaldo a la junta militar nigerina crece internamente, los países de la CEDEAO se han calmado un poco, por lo menos en cuanto a sus declaraciones. Nadie quiere una conflagración regional con las consecuencias ya anunciadas por Burkina Faso y Malí.
Los gobiernos del mundo, la llamada comunidad internacional, más allá de occidente, muestra cautela.
Parece que la guerra de Rusia contra la OTAN en Ucrania, la tensión entre China y Estados Unidos, por Taiwán, enseñó prudencia. A no dejarse manipular por el hegemón.
Pero claro, Francia y Estados Unidos, que ven peligrar intereses, podrían intentar alguna acción. Podrían presionar a algún gobierno vecino para ocasionar una escalada bélica.
Ojalá no se desate la violencia. Europa no quiere guerras que les signifique masivas migraciones que tanto les preocupa. Los pueblos africanos tampoco desean injerencia extranjera, como en tiempos que hoy están decididos a dejar en el olvido. Esperemos.