La breve polémica surgida días atrás sobre la posibilidad de privatizar Petróleos de Venezuela, opción bastante remota pero siempre en boca de sectores algunos voceros del sector empresarial privado y de dirigentes políticos de la derecha criolla, se muestra recurrente en cada campaña o precampaña electoral. No solo se repite el tema sino también la superficialidad con la que a menudo lo tratan quienes saltan al ruedo a opinar acerca de un asunto de tanta trascendencia para el país. Y ese fenómeno no distingue fronteras ideológicas.
Por ejemplo, no he leído que en este planteamiento renacido en pleno combate intestino de la oposición se haya aclarado, al menos públicamente, si esa “PDVSA” que quisieran vender, parcial o totalmente al mejor postor, produce o no hidrocarburos. Porque si se está hablando de la casa matriz, esa no extrae del subsuelo ni una gota de crudo. ¿La precandidata Machado que hace apenas unos días propuso sacar en oferta la compañía nacional, se referirá a ésta o más bien a las distintas operadoras que esa firma cobija? ¿O será que sencillamente repite lo que le dijo algún asesor de esos que en los medios llaman “expertos petroleros”, eternos viudos de la era en que todo lo relacionado con este negocio debía ser preaprobado en Washington?
Por cierto, vale decir que, ni durante los años de mayor ofensiva mediática y publicitaria de la Apertura Petrolera; la tesis de la privatización de PDVSA llegó a ser popular. Recuerdo una cifra de rechazo de 66 por ciento; número muy parecido al que difundió una encuestadora (sin ficha técnica, ni mayores explicaciones) hace poco.
Regreso al asunto de esta columna. El verdadero debate transciende a la figura de PDVSA. El objetivo es la tierra, es decir, los recursos naturales. Y la verdad es que el Ministerio del Petróleo (antes Ministerio de Energía y antes Ministerio de Minas e Hidrocarburos) es el organismo en el cual el Estado debería centrar sus esfuerzos, para que este refuerce su verdadero papel de defensa de los intereses de la nación en todo lo que respecta al desarrollo del sector.
PDVSA es una compañía operadora, y aunque su papel como transnacional se ha visto mermado, producto del bloqueo imperial; cuando estás limitaciones desaparezcan, con seguridad la empresa retomará no solamente ese papel; sino que además volverá a ser la intermediaria entre el Estado y sus socios nacionales y foráneos.
En cambio, el Ministerio de Petróleo es el representante del dueño del recurso natural, es decir, de la nación; y sea una empresa estatal o privada con la que este interactúe, su deber siempre será defender los intereses del país actuando como ente fiscalizador y generador de políticas. Y eso pasa, por ejemplo, de velar por el pago correcto de todos los impuestos, de la regalía, de hacer efectivo el principio de la conservación del recurso natural y de representarnos en la Organización de Países Exportadores de Petróleo.