Hace un año escribimos que el atentado contra Cristina Fernández, que la derecha trató de banalizar y hoy pretende sumir en el olvido, era parte de una estrategia para apoderarse del Litio.
En esta lucha global por disponer de la mayor cantidad de recursos naturales, principalmente alimentos y minerales, el litio, tan abundante en nuestro hemisferio, resultaba fundamental.
Semanas antes de que intentaran asesinarla, Cristina Fernández había manifestado, ante muchos de sus partidarios, que el litio sería para los argentinos, para desarrollar industrias y mejorar la calidad de vida de los argentinos.
La derecha argentina, igual que la global, tomaron nota de lo que dijo la dirigente peronista. Ellos tienen sus propias ideas para el mineral. No toleran que existan proyectos nacionalistas contrarios a ellas.
Más en un país como Argentina, donde el macrismo le dejó el campo minado al peronismo. Alberto Fernández no supo lidiar con ello. Inclusive, su afán por conciliar intereses tan dispares como el del gran capital internacional, local, con el de los sectores populares, seguidores naturales del peronismo, fracasó.
La derecha rioplatense, rancia, enemiga frontal de los “descamisados “, como llamaba Evita Perón a los sectores populares, no hace concesiones.
No entiende de que los demás también tienen derechos, que los reclamos de los otros, de los distintos, de los excluidos, deben ser escuchados.
Es esa derecha, la que aupó dictaduras como las de Videla en los años 70 del siglo pasado. Ella es odiadora, valga la expresión. Aún hoy, después de tantas pruebas, testimonios, evidencias, pretenden negar los horrores de la dictadura militar.
Existe una cultura negacionista en sectores significativos, en la tierra de San Martín.
En esta gran pugna, en este proceso de cambios, donde nace un nuevo orden mundial, los debates, las divergencias; se dan en todos los rincones.
Argentina, país relevante en Latinoamérica, por su bono demográfico, por su volumen económico, por su influencia en la zona, no está al margen de las divergencias.
De hecho, la derecha argentina, sus intelectuales, han sido muy activos en el debate. Su clase política, Macri, el macrismo, no debaten mucho, no son gente con muchas luces; pero, eso sí, se alinean siempre, y, sin mayor reflexión, con Washington.
Desde esa perspectiva, con una crisis económica que ha deteriorado los ingresos económicos de los argentinos, con severos cuestionamientos al interior del peronismo, la derecha, también desacreditada, debió reinventarse.
Debió reinventarse y, quizá sin quererlo, quizá con premeditación maquiavélica, creó una especie de Frankenstein 3.0.
Ese monstruo, que, como todos los productos de la extrema derecha, son reminiscencias del pasado, remiendos de fenómenos sociales ya vividos, se encarnó en Javier Milei.
¿De dónde salió el personaje? ¿Quién es? ¿Qué se sabe de su vida pública y privada?
Empecemos por algo que llama la atención. Él, que ha hecho una bandera de su ataque a la “Casta Política”, que es como define, despectiva y agresivamente, a todo partido u organización política, a sus dirigentes, cuadros, por «ineptos y corruptos»; tiene denuncias de corrupción.
En efecto, el líder de La Libertad Avanza (LLA), es culpado de vender candidaturas, cupos, para quienes buscaban algún cargo de elección popular.
Milei está en el centro de la atención pública, ahora empiezan a tomarlo en serio, luego de las primarias argentinas. Antes era tomado como un personaje excéntrico, deseoso de llamar la atención con su grandilocuencia, sus frases y posturas estridentes. Un fenómeno de las redes, de lo farandulesco, para titulares escandalosos.
Nadie lo tomaba en serio, o muy pocos. Pero ahora ya se le comienza a investigar. Y así, encontramos una fecha clave, el 9 de octubre de 2022. Lo ubican en la «Madre Patria», donde todavía creen en la figura del rey. Allí, ese día, se efectuaba un evento de la polémica agrupación política Vox: el Festival Viva 22.
Este cuestionado partido, ultraderechista, liderado por Santiago Abascal, ese día congregó, en Madrid, a unos 20 mil asistentes y tuvo participación, vía videos, de personajes como Donald Trump, el primer ministro polaco Mateusz Morawieck, su par húngaro Viktor Orbán y quien meses después fuera electa jefa de Estado en Italia, Giorgia Meloni.
Dirían algunos, la crema y nata de la extrema derecha mundial.
En esa reunión estuvo presente Javier Milei.
La puesta en escena de su presentación, de la subida al escenario, fue notable. El tipo trotaba, muchos lo aclamaban.
Una vez en el estrado, empezó con el esperado discurso, el que los presentes ansiaban, amplificado por su voz estridente.
No se salvaron de su lengua viperina los progresistas, socialistas, “el zurderío”, como le gusta decir.
En su agenda, desde su perspectiva, no faltó el cuestionamiento a los conflictos étnicos, a los pueblos originarios, la agenda ecológica.
La maquinaría se puso en marcha. Vox, la ultraderecha, ya había investigado las posibilidades reales de Milei, el nivel de aceptación que podría tener en una carrera política. Pero, sobre todo, el momento político en que podían lanzar su candidatura.
Los recursos mediáticos y financieros corrían por su cuenta, por la de la ultraderecha. Cuando decimos VOX, ojo, decimos las ultraderechas del mundo.
Se dieron cuenta que era el momento adecuado. El momento idóneo, dada la situación social, política, que vive Argentina.
Ahora, en estos momentos, los cuestionamientos a la ultraderecha, al “gorilismo” de la dictadura militar, no tiene el rechazo que tenía hasta hace poco.
Hablar de dolarización, tampoco. Mucho menos de conculcar derechos sociales. La ultraderecha, a través de los medios tradicionales, pero, principalmente, por las llamadas redes sociales, supo poner en duda todo eso.
Pero, principalmente, se aprovechan del mal momento económico de Argentina. Repetimos, Fernández no supo lidiar con la trampa que le dejó Macri.
Y, fijémonos, (lo dijo Manuel López Obrador, entre otros) ese préstamo mil millonario que le hizo el Fondo Monetario Internacional (FMI) a Argentina, no fue normal, fue irregular.
No se cumplieron los pasos, los requisitos. Salió en tiempo récord. ¿Por qué el FMI hizo eso con Macri, con Argentina?
Ahora lo estamos viendo.
La idea era impedir que el peronismo gobernara como lo hizo en tiempos del Kirchnerismo, de Cristina Fernández. Que el pueblo sintiera que esa era la apuesta acertada.
La extrema derecha, el neofascismo, se dio cuando que se avecina un nuevo orden mundial. Notó la fuerza que tomarían los BRICS.
La lucha se da en todos los espacios, Latinoamérica es uno de ellos. Sobre todo, insistamos siempre en esto, cuando hay mucho litio en juego.
Hacer fracasar la gestión del peronismo era vital para crear desencanto en el pueblo argentino, para alejarlo de posturas soberanas, autónomas. Tuvieron éxito.
Las banderas del peronismo están replegadas. Han sido mermadas. Hay desánimo por la política. Hay, también, un sector predispuesto a salidas extremas ante una situación que sienten desesperante.
Los rioplatenses viven algo que el estudioso portugués, Boaventura de Souza Santos, define como “fascismo societal”.
De acuerdo al escritor luso, esto viene a ser una anomalía que se incrustó en la sociedad, apareció en diversos estratos; no fue estimulado ni promovido por ningún partido político, ni por el Estado.
Igual ocurrió en otros procesos en Sudamérica, pero con signos ideológicos distintos. Por ejemplo, las grandes marchas pre y post pandémicas en Chile y Colombia.
Pero volviendo al caso argentino, el fenómeno se caracteriza por ausencia de jefes, de ser, en teoría, pluralista, pero con afanes conservadores. De restaurar valores que sienten perdidos.
De acuerdo a lo escrito por Souza Santos, es el fascismo de la antipolítica, pero, a la vez, de quienes no tienen idea de lo que es y fue el fascismo. Parece que es un modus operandi de las “sectas libertarias”.
Suelen ser populistas. Milei es un populista, de ultraderecha, pero populista. Tiene un gran sentido para decir lo que la gente quiere escuchar. Para canalizar en sus discursos, en sus gestos, el descontento, el rencor de la población contra sus gobernantes. Contra toda la clase política. Así ha podido conectar con los sectores populares, que, desde siempre, fueron afines al peronismo. En los sectores populares todavía veneran a Evita, pero hoy está, o, por lo menos un sector importante lo está, dispuestos a votar por Milei. Alguien que denosta de lo mejor que legó Perón.
Pero es que, además, su inconsistencia ideológica, política, se hace evidente cuando se le somete a una mínima evaluación. Igual cuando observamos su conducta o discurso sobre los políticos argentinos, los de la derecha. Es mentira también que su discurso “libertario” sea novedoso.
Veamos. Califica de basura a socialistas y progresistas, en momentos que la crisis los pone como culpables de las penurias que sufren los argentinos, lo cual es hasta entendible en el contexto de una campaña electoral derechista. ¿Eso es novedoso? No. Es lo mismo que hemos escuchado en Argentina desde la primera década del presente siglo.
Centrándonos en las contradicciones. Se mantiene favorable a la venta de niños, defiende la liberalización en la venta de drogas, la legalización de la sustracción y venta de órganos humanos, pero es firme opositor al aborto. Eso tiene confundidos a los sectores conservadores, neofascistas, en Argentina.
Ha criticado al Gobierno de Macri, pero le ha ofrecido cargos en caso de ser electo presidente. ¿Cómo entender que despotrique estruendosamente contra la casta política y luego le ofrezca cargos a quien es uno de los principales representantes de esa casta?
Más aún, se presenta como un defensor a ultranza del mercado, pero ya sentó postura respecto a China. Dijo que suprimiría el trato comercial con ese país. Habló de limitar su relación con Brasil y salir del MERCOSUR.
¿Por qué? Por razones ideológicas, o, mejor dicho, por agradar a la ultraderecha norteamericana.
Su genuflexión es tal que anunció su deseo de trasladar la embajada de Argentina en Israel a Jerusalén, igual que Donald Trump.
Su incontinencia verbal, que tantos réditos le reportó en un primer momento, ahora le podría costar cara.
Por ejemplo, los empresarios argentinos tienen como destino predilecto para su carne y soya, a China. Brasil es uno de sus principales aliados comerciales. ¿Les interesa romper esos nexos sólo porque Milei quiere congraciarse con algunos extremistas? Difícil de creer.
Peor aún, según la lógica de Milei esos mercados podrían ser reemplazados por Estados Unidos. Es bueno recordar que el proteccionismo implantado por Joe Biden ha perjudicado a los productores e industrias europeas. Los europeos son “aliados” tradicionales de la Casa Blanca.
¿Por qué tendría que ser distinto con Argentina? Los empresarios argentinos también se hacen esa pregunta.
Además, Milei podría terminar aislando a su país. Ya ha tenido palabras altisonantes, comentarios desagradables, contra Lula, contra Luis Arce, presidente de Bolivia. Igual ha sucedido con Gustavo Petro, de Colombia.
Con el Papa. Eso ha sido otro gran error. El Papa es una persona que tiene gran valoración en su país, y, ya se dijo líneas arriba, su masa de electores es heterogénea, entre esa masa existe mucha gente que se identifica con el Sumo Pontífice.
Pero el discurso de Milei tiene severos rasgos religiosos, algunos lo encuentran mesiánico. No tiene empacho en despreciar a los sectores menos favorecidos, ni esconder sus afanes represivos, de estigmatizar a los sectores populares.
El no oculta sus intenciones de enfrentar el problema de la inseguridad con violencia letal. La emprende contra la diversidad sexual, contra los movimientos feministas, contra los sindicatos y contra los sectores humanistas, lúcidos de la Iglesia Católica.
Resurge nuevamente la pregunta, ¿cómo un personaje con esas características puede calar en los sectores populares? Por la misma razón que lo hicieron Hitler y Mussolini, porque había situaciones materiales y espirituales creadas.
El fascismo actual ha mudado, se ha mimetizado, pero con el empleo de la neurociencia, del neuromarketing, han refinado sus mensajes y acciones para el control de las masas.
Antes lo llamaban manufactura del consenso. Lo demás es viejo, saber aprovechar el momento, sentido de la oportunidad.
Y, por supuesto, el interés por el litio, en momentos que China, Rusia, los BRICS, suman aliados con abundantes riquezas naturales. Sobre todo, minerales y tierras raras vitales para las nuevas tecnologías.
Nada asegura un triunfo de Milei en las elecciones presidenciales argentinas, quizá su candidatura se desinfle, por otra menos temeraria.
Pero el que existan personajes como él en la política Latinoamericana, es preocupante. Que su mensaje cale en sectores importantes de la población, nos debe llamar a la reflexión.