Lo venimos diciendo desde hace tiempo, esta guerra de la OTAN contra Rusia, en suelo ucraniano, le está costando caro a Occidente.
No es sólo por las harto comentadas penurias económicas, sociales, que le están costando al europeo de a pie. Tiene que ver con las fisuras creadas por el mal manejo que hacen sus líderes del conflicto.
Ya hay quienes hablan de que en Ucrania no hay que esperar un acuerdo, sino que deben irse preparando para un armisticio.
Los laboratorios de ideas, en Washington, hablan de que un acuerdo puede darse cuando hay paridad de fuerzas; cuando los dos están en posición de presionar, cuando hay la misma capacidad de dañar al oponente; aquí la cosa no es así. En esta guerra, Occidente viene perdiendo no sólo armamento, no sólo hombres; aunque las vidas humanas parece importarles poco a los factores de poder.
Lo que más pierde es prestigio. Ya la superioridad de las armas, de la tecnología militar rusa, ha quedado demostrada. Allí están sus misiles hipersónicos, que no los han usado tan frecuentemente, que destrozaron los sistemas Patriot con suma facilidad.
El mercado así lo registra, el mundo se decanta por el armamento ruso, chino, iraní, en desmedro de los estadounidenses. Ni hablar de los alemanes, que han quedado sobreexpuestos con sus tanques Leopard.
De hecho, un reporte de la BBC, titulado “Porqué las armas occidentales no están inclinando la balanza a favor de Ucrania en la guerra”, publicado hace un mes, decía que “los más recientes informes de Estados Unidos indican que la arremetida principal de la contraofensiva ya empezó. El Instituto para el Estudio de Guerra dice que las fuerzas ucranianas parecen haber roto ciertas posiciones defensivas rusas que estaban preparadas de antemano”.
En otro párrafo afirman que “hasta ahora ha habido poca evidencia de que los tanques y vehículos blindados provistos por Occidente hayan podido inclinar la balanza decisivamente en favor de Ucrania.
Varios tanques Leopard y vehículos de combate Bradley de EE. UU. resultaron dañados o destruidos en los primeros días de la ofensiva, cerca de la ciudad de Oríjiv”.
El mismo trabajo enfatiza que “la 47ª Brigada de Ucrania, que ha sido principalmente entrenada y equipada por Occidente para tratar de romper las líneas rusas, fue rápidamente detenida por minas y luego fueron blanco de artillería”.
Es decir, no estás ganando, no estás empatando la guerra, no tienes como negociar. Pierdes prestigio.
Además, pensaron que arruinarían a Rusia, que en pocos meses su economía colapsaría y sus líderes, con Putin a la cabeza, estarían rindiéndose o pidiendo un acuerdo oneroso. Los cálculos le fallaron.
De hecho, los mismos medios occidentales debieron informar que la economía rusa creció un 5,2 % en agosto, comparada con el mismo mes de 2022.
El jefe de Estado ruso, Vladimir Putin, predijo un crecimiento de 2,5 % para este año, pero es posible que el rendimiento sea mayor.
Hay quien podría decir que los rusos han maquillado las cifras, pero si eso fuera asì ¿còmo resisten entonces la guerra?
Además, diversos voceros europeos, estadounidenses, han reconocido que pese a los bloqueos, restricciones, Rusia sigue vendiendo petróleo y gas, por citar sólo dos casos, a India, China, Egipto, entre otros.
Rusia sigue fuerte en el mercado de la energía nuclear.
Occidente no puede doblegar a su enemigo ni por las armas ni por la economía, y, mucho menos, por la moral.
Otro ingrediente más en el amargo coctel de Occidente, la opinión pública mundial que ellos pensaron se alinearía rápida y automáticamente con ellos, no lo hizo.
No respondieron como lo hacían anteriormente. Es lo que decimos, hay un nuevo orden mundial emergente y ellos no lo terminan de asimilar.
Los BRICS han tenido mucho que ver en eso. Este bloque que recientemente amplió su número.
Pero eso es entendible. De eso ya se habló, ya se escribió. Lo resaltante es que lo dicho previamente hoy cobra más fuerza.
Allí va un caso. Hace semanas mencionamos la incomodidad, la molestia que generó la “baronesa” Ursula von der Leyen, jefa de Comisión Europea, cuando anunció que había revisado el presupuesto plurianual de la UE para el periodo de 2024 a 2027 y había propuesto a los países “aumentarlo en 66.000 millones de euros para ayudar a Ucrania”.
Pretendía que de esos, 50.000 millones de euros se destinaran a subvenciones y préstamos para los próximos cuatro años, en concepto de ayuda financiera.
Como era previsible, la propuesta cayó muy mal en los países, pero pocos se manifestaron en voz alta. Uno de los pocos en hacerlo fue Viktor Orban, primer ministro de Hungría.
El mandatario calificó de frívola la iniciativa. Cuestionó que los fondos que se destinan a Kiev “no se sabe a donde van a parar”.
Eso no quedó allí, el 29 de septiembre surgió otro inconveniente.
El jefe de la Oficina del Primer Ministro húngaro, Gergely Gulyás afirmó que Kiev no percibirá la ayuda financiera de la Unión Europea hasta que Budapest reciba lo que le corresponde de los fondos europeos.
“Y es que es necesario un apoyo unánime para modificar el presupuesto comunitario», enfatizó.
En esa línea, Gulyas insistió en que la Comisión Europea ha estado abusando de sus poderes y retrasando «absurda y enojosamente» el pago a Hungría de dinero procedente de fondos de la UE con pretextos «espurios».
Viktor Orban, primer ministro húngaro, señaló que un porcentaje del dinero que Bruselas debería pagarle a Budapest ya se había entregado a Kiev.
«Puede que parte del dinero ya esté en Ucrania. Cuando no hay fondos para dar a Ucrania en las cantidades acordadas anteriormente, y al mismo tiempo se promete dar otros nuevos, y hay alguien que no recibió el dinero, es razonable suponer que el presupuesto ya se había agotado», dijo Orban.
Reiteramos, ese apoyo absurdo, irracional, de la CE a la OTAN, en esta guerra proxy con Rusia, ya les creó problemas con los países del Europa Oriental. Sobre todo en el tema agrícola.
Ucrania es un problema para todos. Lo peor, para los europeos, es que quien los metió en el lío no está muy dispuesto a ayudarlos.
En los últimos días las complicaciones se han multiplicado. Por la situación, y también porque Volodìmir Zelenski no ayuda mucho.
Veamos, y esto lo resalta ‘Newsweek’ cuando hizo ver como el 22 de septiembre, durante una ceremonia en Canadá, en la Cámara Baja de su parlamento, en presencia del primer ministro canadiense Justin Trudeau y el propio Zelenski, homenajearon a Yaroslav Hunka, quien durante la Segunda Guerra Mundial perteneció a la 14ª División de Granaderos Waffen-SS, unidad de voluntarios ucranianos nazis implicada en la matanza de judíos y otras minorías.
Como era de suponerse, el hecho trajo repercusiones, inclusive, rechazo entre gente que se posicionó contra Rusia en esta guerra versus la OTAN.
Por cierto, en las últimas semanas no han sido buenas las relaciones entre Polonia y Ucrania, el incidente con Hunka las tenso más.
«Zelenski ha estado enfrentando problemas más cerca de casa a medida que la disputa con Polonia se profundizó cuando Varsovia dijo que no suspendería una prohibición de la UE sobre los productos agrícolas ucranianos que Bruselas había impuesto para proteger a los agricultores europeos… Ucrania presentó una demanda contra Polonia, así como contra Eslovaquia y Hungría, pero el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, acusó a Zelenski de insultar a Polonia al decirle a la Asamblea General de las Naciones Unidas, como algunos de los aliados de Kiev están haciendo un teatro político. Morawiecki también dijo que Varsovia ya no transferiría armas a Ucrania», señala la citada revista estadounidense.
Por si fuera poco, el 26 de septiembre varios medios occidentales revivieron el tema de los gasoductos Nord Stream 1 y 2. Según The New York Times, fuentes de inteligencia de EEUU acusaron del atentado a un grupo ligado al gobierno ucraniano.
El mismo día, el periódico alemán Zeit informó que el Gobierno de Olaf Scholz viene investigando a un empresario ucraniano sospechoso de estar involucrado en ese ataque terrorista.
Para completar el panorama, gran parte de los parlamentarios norteamericanos se muestran reacios a seguir apoyando financieramente a Ucrania.
Occidente creó un monstruo, montó una guerra, pero ahora no saben cómo salir de ese laberinto.