Cuando —el 23 de diciembre de 2016—, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas discutió y debatió un nuevo hito del conflicto entre Israel y Palestina; confirmó con claridad que había algo muy malo en la actuación de la élite política y militar israelita.
Por ende, elevaron y votaron con 14 sufragios a favor y una abstención —de EEUU— (que no usó su poder de veto) para aprobar la resolución 2334; la cual determinó como ilegal el establecimiento de asentamientos israelíes en los territorios palestinos dispuestos a partir de 1967, y que por lo tanto Israel debía detener tales actividades y cumplir escrupulosamente las obligaciones y responsabilidades jurídicas que le incumben como «poder ocupante» en virtud del Cuarto Convenio de Ginebra relativo a la Protección debida a las Personas Civiles en Tiempo de Guerra, del 12 de agosto de 1949.
Sólo esta resolución, evidentemente incumplida por el Estado de Israel, demuestra, a las claras, una situación de agresión permanente al pueblo palestino que lleva más de 70 años sufriendo todo tipo de vejaciones ante la legalidad internacional, que ha resultado muy flexible, del Estado Israelí que está obligado, como cualquiera, a cumplir el derecho internacional, y que ha actuado al margen de este bajo la protección de la élite política de EEUU que, sin embargo, no ha podido ni siquiera vetar la decisión del Consejo de Seguridad ante las abrumadoras pruebas de violación del derecho internacional y el derecho humanitario que implicaban esos asentamientos.
Esta es apenas una muestra de una cuestión muy compleja, cuya prolongación hoy ha servido a quienes planifican crear focos de guerra en todo el mundo, para fomentar y ahora ver estallar una situación inaguantable y sin ningún tipo de acción; por parte de una ONU controlada por EEUU, que en condiciones ideales debería imponerle a Israel el cumplimiento de todas las decisiones que se han tomado en torno a un conflicto histórico que hoy se suma una nueva escalada.
Y decimos conflicto histórico, porque en una especie de epifanía ignorante cierta gente hoy se rasga las vestiduras, como quien lo hizo cuando entregaron al poder Romano y a la crucifixión a Jesús de Nazaret, para ver la historia sólo desde el ámbito de los ataques recientes a Israel, o los diversos episodios conflictivos en torno a Cisjordania o la Franja de Gaza, blanqueando la actitud irresponsable de ese Estado que se ha dedicado a hostigar, asediar, bloquear, controlar y violar sistemáticamente los derechos humanos del pueblo palestino, sin que al fulano régimen internacional basado en reglas se le mueva ni un músculo.
Tanto es el asedio y control de la zona, que resulta poco menos que imposible que los servicios de inteligencia de Israel, o sus aliados, no tuvieran ninguna certeza de la «operación diluvio» llevada a cabo con extrema violencia y capacidad logística de poder por el grupo Hamas en el contexto de la Conmemoración de los 50 años de la guerra del Yom Kippur, del 6 al 25 de octubre de 1973.
Por supuesto, en un contexto mundial donde de manera creciente se vienen expandiendo las zonas de conflicto, sumado a la guerra de Ucrania severamente estancada y prolongada para justificar nuevas escaladas a nivel mundial; era de esperarse que semejante situación de guerra, muerte, y asedio permanente; no presentase un nuevo hito violento y muy conveniente para los perros de la guerra; e incluso para el actual gobierno israelí, que internamente hace aguas y ahora logra cohesionarse para lo que ellos llaman “repeler a los terroristas»; cuando en realidad están masacrado a la inocente población palestina.
Bien lo afirmó el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, cuando al valorar las últimas acciones del Estado de Israel en la franja de Gaza, espetó: «Un conflicto que se lleva a cabo cortando el agua, la electricidad, las entradas y salidas de una ciudad, destruyendo sus infraestructuras, destruyendo todos los lugares de culto, desde mezquitas hasta iglesias, destruyendo escuelas, impidiendo a la población el acceso a las necesidades humanitarias más básicas, destruyendo con bombas edificios en los que viven civiles, en definitiva, utilizando todo tipo de métodos vergonzosos; no es una guerra, sino una masacre».
El problema está en que como la actuación histórica del Estado de Israel hacia el pueblo Palestino no puede calificarse de otro modo que de genocidio y violatorio del derecho internacional, confirmado incluso por Naciones Unidas en la resolución vista arriba, era de esperarse que la respuesta al ataque de Hamas fuera la agresión y asedio más salvaje contra la inocente población palestina; incluyendo la prohibición de provisión de alimentos, corte de agua y electricidad e imposibilidad de salida y entrada de productos o personas por las zonas fronterizas. Un asedio brutal que no se justifica bajo ninguna circunstancia, cómo lo denuncia el líder turco.
Por supuesto, la acción del grupo Hamas sólo le sirve la mesa al extremismo de Israel, encabezado por Benjamín Netanyahu, mientras le llena las barrigas al insaciable aparato industrial de las arma;, demostrado en la ficha que mueven EEUU y Reino Unido al llevar suministros bélicos a la zona; siendo, en la estricta realidad, un lamentable hito más de violencia que no llevará a otra cosa sino a incrementar la muerte y destrucción sin ninguna solución factible y verdaderamente perdurable, que no sea la muy conveniente guerra para las economías de EEUU y Europa Occidental, mientras se desvía el asunto de Ucrania.
En cuanto al conflicto de fondo, el presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin responsabilizó de la situación hoy presente en Oriente Medio, a una diplomacia estadounidense que sólo se ocupó de proteger y amparar las acciones al margen de la ley del Estado de Israel, por tener un aliado estratégico en la región, mientras daba «migajas» a los Palestinos en un contexto de cada vez mayores violaciones a los derechos humanos de ese pueblo.
Todo esto ante la mirada silenciosa y complaciente de un sistema de Naciones Unidas muy ineficiente, inactivo, e inoperante cuando se trata de atender las barbaridades cometidas por los panas de Washington; pero muy atenta y oportuna para mirar y atacar a quienes son señalados de cualquier cosa por las administraciones de la Casa Blanca o por la burocracia de esa nación del Norte de América con la Unión Europea a la zaga.
Por eso, cuando se hacen llamados a condenar la violencia, toca ser lo suficientemente global para diferenciar la causa palestina de la acción de un grupo; y condenar la violencia, por principios de humanidad, del Estado de Israel de manera sistemática contra el pueblo de Palestina, que no lleva dos días sino décadas, así como la violencia de grupos que parecen muy poco ganados a una solución pacífica a juzgar por una Operación Diluvio que parece tener como sentido político sembrar caos con la tesis del «ojo por ojo», provocando más destrucción por el extremismo Israelí.
Sin saber, dicho sea de paso, hasta qué punto factores de poder han obrado para reactivar con mayor violencia un frente de guerra en escalada, bajo el supuesto de la defensa de la causa palestina; cuestión sobre la cual el tiempo nos dirá. Realmente estamos lejos de saber los propósitos reales, aquello que no se ve, sobre la operación activada el pasado 7 de octubre.
Por eso, mientras los pueblos sufren las consecuencias de un nuevo frente de guerra; las posiciones racionales exigiendo el fin de las hostilidades y un proceso real, creíble, y perdurable; que ofrezca paz a los pueblos de Palestina e Israel, se viene imponiendo como la postura más lógica.
Por ejemplo, la República Bolivariana de Venezuela sacó un Comunicado muy claro identificando el problema de fondo y haciendo los exhortos correspondientes:
«El Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela expresa su profunda preocupación por la evolución de los recientes acontecimientos en la Franja de Gaza, al tiempo que considera que la escalada es el resultado de la imposibilidad del pueblo palestino de encontrar en la legalidad internacional multilateral un espacio para hacer valer sus derechos históricos.
El Gobierno venezolano aboga por la pronta solución de la crítica situación de hostilidad y enfrentamiento y por el fin de la violencia en todo el territorio palestino; a través del diálogo directo y el cumplimiento la resolución número 2334 del Consejo de Seguridad, que le exige a Israel poner fin, «de inmediato y por completo», a todas las actividades de asentamiento y ocupación del territorio palestino, como única vía para alcanzar la paz.
El Gobierno de la República Bolivariana reitera que, hoy más que nunca, se hace necesaria una negociación genuina entre las partes y que sean restablecidos los derechos de Palestina, para lo cual exhorta a la Organización de las Naciones Unidas a cumplir su papel de garante de la paz y legalidad internacional.»
En el ámbito regional, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América ALBA – TCP, también esgrimió un documento promoviendo los mismos ideales como tema de fondo:
«Los Estados Miembros de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) lamenta profundamente la escalada de violencia en la Franja de Gaza que atenta contra la paz internacional y viola las normas del Derecho Internacional y los principios y propósitos de la Carta de las Naciones Unidas.
El ALBA-TCP se solidariza con el pueblo palestino y a su vez exige el cumplimiento de las resoluciones de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para el establecimiento de los dos Estados, en las fronteras previas a 1967 y con Jerusalén Oriental como capital del Estado de Palestina.
Expresamos gran preocupación por el peligro que representa esta escalada de violencia para la paz y estabilidad regionales si no se encuentra una salida negociada en el corto plazo.
La Alianza reitera su llamado a la Organización de las Naciones Unidas y a la comunidad internacional para la búsqueda de una solución definitiva al conflicto, a través del diálogo y de las normas del Derecho Internacional.»
Las últimas movidas de las Fuerzas de Defensa de Israel, bombardeando el territorio de Siria, el despliegue militar de Reino Unido y EEUU apoyándoles de manera decidida, reavivando más el fuego, y las amenazas del Estado de Qatar de no suministrar más gas al planeta mientras no cese la masacre en la Franja de Gaza, sin duda son hechos totalmente previsibles de un proceso de escalada que ahora sí logró abrir un frente más sólido de guerra, junto al que acontece en Europa del Este.
Finalmente, desde la República Bolivariana de Venezuela hemos abogado de manera reiterada en la necesidad de construir caminos de paz no sólo en nuestro país; sino en la región y en el mundo, teniendo que enfrentar una guerra multiforme dispuesta por quienes salvajemente pretenden recolonizar nuestra Nación y tomar por la fuerza todas nuestras riquezas.
Por ello, por esa contención que hemos tenido que hacer en estos años, no sólo comprendemos a fondo la causa del pueblo palestino por tener un Estado y que se respeten las decisiones de Naciones Unidas, cosa que no se ha hecho por la actuación irresponsable de la élite política de Israel; sino además tenemos suficientes condiciones morales para condenar cualquier hecho de violencia o barbaridad que pretenda presentarse como justificación para defender o exaltar un principio o valor.
Debemos poner el foco en los dos grandes asuntos con respecto a este conflicto en escalada; dejando los panfletos y ejercicios retóricos a otros.
Por un lado proteger y argumentar la causa palestina de un Estado que pueda convivir con Israel en paz y con la protección de un, hasta ahora, ineficiente sistema internacional.
Por el otro verificar en que punto de este frente está o no la conexión con otros focos de guerra del planeta, que para el caso en cuestión no han encontrado dificultades para encender la chispa.
Allí, la violencia lleva años de ejercicio. Lo que parece ahora es que vamos hacia un nuevo nivel de consecuencias insospechadas e imprevistas.
Nada bueno para la paz.