En el siglo XIX, el poeta francés Charles-Pierre Baudelaire dijo: “La mayor astucia del diablo consiste en persuadirnos de que no existe”. Las Escrituras señalan que Satanás es una persona real que vive en un ámbito invisible: el mundo espiritual. Además, tanto Job como Timoteo exponen su personalidad sádica y sus malvados actos, y Job y Mateo nos brindan acceso a conversaciones que mantuvo con Dios y con Jesús.
¿De dónde salió un ser tan perverso? Mucho antes de existir el ser humano, Dios creó a su Hijo “primogénito”, a quien milenios más tarde se conocería como Jesús (Colosenses). Después de él fueron creados otros “hijos de Dios”, llamados Ángeles. Aunque todos ellos eran perfectos y justos, hubo uno que se convirtió en Satanás.
Aquel ángel no recibió ese nombre al momento de ser creado. Más bien, se le aplicó este nombre hebreo cuando decidió vivir en oposición a Dios. Satán era un ser angelical que ejercía de fiscal en el cielo, cuya misión era acusar a los hombres por sus pecados ante Dios, ya que los sometía a tentaciones para exponer el pecado. En la mentalidad hebrea Satán llegó a ser sinónimo de perdición, destrucción, malicia y búsqueda del mal por parte de los hombres.
La primera aparición de la palabra “satanás” en la Biblia hebrea se refiere a una figura sobrenatural. Aparece en Números, donde se describe al Ángel de Yahvé confrontando a Balaam en su burro: “la partida de Balaam despertó la ira de Elohim, y el Ángel de Yahweh se paró en el camino como un Satanás contra él”. En Samuel, Yahvé envía al “Ángel de Yahvé para infligir una plaga contra Israel durante tres días, matando a 70.000 personas como castigo hacia David por haber hecho un censo sin su aprobación”. En Crónicas se repite esta historia, pero reemplaza el “Ángel de Yahvé” con una entidad denominada “un satanás”. En el libro de Números, Satán se llama Shatan (en el sentido de «adversario», «oponente»). El término Shatan también entra en la vida jurídica israelita, en la que alcanza el sentido de «acusador delante del tribunal», como se puede ver en Salmos y Zacarías.
Satanás fue el primer “homicida”. Procura no dejar indicios de su identidad (Juan y Hebreos). Así, cuando habló con Eva, recurrió a una serpiente para ocultar quién era en realidad. Hoy sigue haciendo lo mismo, invade países, saquea sus riquezas, impone medidas coercitivas a los pueblos. Y lo hace cegando las mentes de los incrédulos a través de las empresas privadas de comunicación social para que no perciban hasta dónde llega su poderosa influencia.