La derecha está en discurso directo
Hasta cierto momento, el gran problema de la derecha era que no podía presentar sus programas de gobierno verdaderos porque sabía que serían rechazados por la mayoría. Entendían que no era razonable decirle al pueblo que su plan era quitarles sus derechos y repartirse la renta pública entre los ricos.
Pero hay fuertes indicios de que eso ha cambiado; y ahora los políticos que encarnan los intereses del imperialismo y las oligarquías locales no tienen empacho en contar públicamente cuáles son sus perversas intenciones. Lo sorprendente no es tanto que lo hagan, sino que buena parte de los individuos que van a resultar trasquilados por esas políticas públicas, votan a favor de los verdugos.
Ya el fenómeno se ha visto en varios países, pero el caso más reciente y claro es del de Argentina. Con una sinceridad ramplona, Javier Milei promete que va a desmontar todas las políticas de asistencia social, incluyendo la educación y la salud públicas… y salen legiones de pobres y de gente de clase media a darle respaldo para que lo haga.
Cuando el presidente electo asuma el cargo y comience a aplicar esa especie de paquetazo ultraneoliberal no se le va a poder acusar de haber mentido para ganar las elecciones. El tipo utilizó el discurso directo, sin ningún filtro, y el electorado lo apoyó.
Se trata de un asunto que merece un profundo estudio sociopolítico, tanto para evaluar lo ocurrido en Argentina como para calibrar los riesgos de que la insólita tendencia al suicidio colectivo se reproduzca en otros de nuestros países.
Estrategia imperial exitosa: la satanización de la justicia social
Uno de los puntos que hay que revisar es la forma como las agencias imperiales y sus aliados públicos y privados han logrado implantar en la psique colectiva la convicción de que la justicia social es algo negativo, que ha causado la ruina de los países.
Engendros políticos como Milei han logrado imponerse en sus países mediante el adoctrinamiento previo de grandes sectores populares, que repudian “el populismo”, un concepto en el que incluyen los enfoques socialistas; pero también los que muy bien pueden calificarse como socialdemócratas.
Se les ha sembrado a los pobres, que aspiran a ser de clase media, y a los clase media que sueñan con ser potentados; la idea de que los subsidios y los aportes a políticas de igualdad social son la causa de la inflación y otros males económicos.
Es una oprobiosa muestra de cinismo, pues esas anomalías son causadas por bloqueos, medidas coercitivas unilaterales y guerras económicas (como en el caso de Venezuela) o por bestiales endeudamientos contratados por gobiernos previos de derecha (en el caso de Argentina), pero las fuerzas neoliberales han encontrado la manera de culpar a la madre soltera que recibe una ayuda estatal o a los trabajadores amparados por leyes laborales.
Para bien o para mal, la dura realidad de esos gobiernos “antipopulistas” es que son radicalmente antipopulares, antipueblo. En Argentina, eso quedará pronto en evidencia.
La tibieza como problema para los gobiernos progresistas
Uno de los aspectos que debe ser explorado en el análisis es el de la tibieza de los gobiernos progresistas que intentan pasar agachados, sin confrontaciones con los grandes capitales, el imperialismo y el aparato mediático. Para llevar a cabo esa estrategia reblandecen sus políticas públicas y su discurso y evitan respaldar a otros gobiernos, asediados por el imperialismo y sus secuaces.
Esa tibieza termina por desilusionar a los sectores populares o, en el mejor de los casos, confundirlos. Perciben a los gobiernos blandos como una suerte de imitación de lo que sería su equivalente de derecha. Y, entonces, cuando aparece el dirigente derechista o ultraderechista propiamente dicho, prefieren darle su apoyo al original, no a la copia.
Se presenta acá una situación contraria a la que predominaba hace algunos años: la izquierda luce conservadora, modosa, respetuosa de las formas, mientras la derecha (sobre todo la ultra) aparece con posturas disruptivas, irreverentes y agresivas. Esto conecta sobre todo con los sectores más golpeados por la crisis (los pobres y la clase media baja) y los más vulnerables ante el torbellino mediático (el resto de la clase media).
El gobierno de Milei como laboratorio
Está claro que las fuerzas más retrógradas del orbe tienen ahora en Argentina un enclave que se empeñará en todo momento en ser antagonista de los gobiernos progresistas que coexisten en la región.
Es de presumir que dichas fuerzas tratarán de crear una temprana ilusión de progreso y prosperidad en esa nación, para significar que ese es el efecto inmediato que experimentan los pueblos al elegir presidentes neoliberales.
Pero también se puede prever que desde muy pronto, la aplicación de las medidas que ha anunciado Milei generará un profundo descontento popular y una especie de amargo arrepentimiento entre quienes le dieron apoyo; especialmente entre los estratos de menores recursos.
En ese campo se desarrollará la gran batalla comunicacional en la que los factores de la ultraderecha tienen la ventaja de contar con el respaldo de los grandes medios de comunicación de Argentina y los de alcance global.
Sin embargo, no es para despreciar el poder que siguen teniendo las organizaciones populares en esa nación, en particular los sindicatos que, a diferencia de otros países; gozan de una robusta salud.
Nada está escrito acerca de este laboratorio en vivo que será el nuevo gobierno argentino. Habrá que ir, día a día, evaluando lo que ocurra.