En Efecto Cocuyo, una de esas páginas digitales que sirven de plataforma a los microgrupos en los que está dividida la oposición, especialmente a los segmentos que visten al lobo con piel de oveja, a comienzos de año fue publicada una nota relacionada con el inicio de la actividad parlamentaria y la ley sobre el Esequibo que se debate en la Asamblea Nacional.
En este caso el veneno habitual no inundaba todos los párrafos de la noticia. Un lector descuidado podría haber pasado por ella sin mayor reparo y seguir a otra información aún más dirigida. Sin embargo, una palabra del texto me llamó la atención, pues el redactor no solamente le cambio el nombre a la propuesta legal; sino que además utilizó para ello una palabra bastante significativa para quien ve el caso con los ojos de la otrora británica, de su exmetrópoli o de sus nuevos aliados o amos, como es el caso de la ExxonMobil y Estados Unidos.
El nombre oficial del instrumento al que se hace referencia arriba es el siguiente: “Proyecto de Ley Orgánica para la Defensa de la Guayana Esequiba”. Pero en Efecto Cocuyo se le denominó “ley de anexión a Venezuela de la Guayana Esequiba”.
El titular de la información publicada el 9 de enero pasado decía exactamente esto: “AN de 2020 retoma debate sobre anexión del Esequibo en la sesión de este martes”. Solamente en esa frase habría dos mensajes a considerar. Que Venezuela busca apropiarse, arbitrariamente, de aproximadamente 160 mil kilómetros y que además existe otra Asamblea Nacional; distinta de la electa hace cuatro años.
Seguramente, los que dirigen el portal mencionado dirán que, en el Diccionario de la Real Academia Española, anexión es sinónimo de unión. Pero en política internacional este término describe un proceso en el cual parte o todo un país es incorporado a otro, generalmente mediante la violencia o la amenaza.
Esto le pasó, por ejemplo, a México cuando Estados Unidos le arrebató la mitad de su tierra. Ese no es precisamente el caso de Venezuela, pues nuestra patria reclama un territorio histórico despojado en el pasado por el Reino Unido, potencia venida a menos que ha vivido y vive del robo.
Es muy curioso que así se trate el tema en Efecto Cocuyo, “fundación” que ha sido financiada generosamente desde Londres, muy en secreto, hasta que en su momento este hecho fue denunciado por el diario inglés Daily Maverick.
Alfredo Carquez Saavedra