Lo veníamos anunciando ya, desde este portal y otros espacios, tarde o temprano Estados Unidos dejará sola a Ucrania.
Los indicios estaban allí, se percibían. Por eso las filtraciones, suponemos dirigidas, desde la comunidad de inteligencia norteamericana, donde señalaban que Rusia ya tenía ganada la guerra, que era imposible revertir el resultado.
Otro indicio era que ya la prensa hegemónica difundía más información sobre la corrupción reinante entre Zelenski y su entorno cercano, que muchas armas de las fuerzas ucranianas se estaban desviando al mercado negro y terminaban en manos de carteles criminales u organizaciones terroristas; que ya se está viendo un posible relevo para el actual mandatario ucraniano.
Además, en medio de un año electoral nada fácil para el Partido Demócrata, no era “razonable” seguir apostando a una causa perdida.
Sumemos a ese contexto la situación en Gaza. Los grupos de presión sionistas están tradicionalmente entre los más fuertes en Washington.
El apoyo a Israel, en este momento, es más importante que el apoyo a Ucrania.
Otro factor a sumar es que, para los estrategas norteamericanos, resulta necesario complicarles la existencia a los países del Medio Oriente.
Ya se sabe que la presencia China en la zona creció, que el gigante asiático está jugando muy bien sus cartas geopolíticas con negocios a mediano y largo plazo con dos potencias regionales de la zona: Irán y Arabia Saudita.
Esto, lo sabemos, a mediano plazo tendrá repercusiones en la merma del dólar como divisa económica de uso y reserva.
Por eso apuestan a escalar el conflicto bélico en Gaza, buscan embochinchar toda la región. Por eso, Estados Unidos y Gran Bretaña lanzaron ataques contra territorio yemení llevando la tensión al mar Rojo, desde el 12 de enero, cuando los países anglosajones lanzaron de manera conjunta una serie de ataques contra más de 60 objetivos en 16 lugares de Yemen.
Recordemos que el mar Rojo es una ruta marítima crucial, por allí pasa el 12 % del comercio mundial.
Los norteamericanos aspiran a eliminar a los Hutíes, grupo de resistencia antinorteamericano, para tener manos libres y apoderarse de Yemen, poniendo a un gobierno “amigo” de ellos.
No olvidemos que la disputa global por la hegemonía requiere el control de rutas marinas para potenciar su comercio, e impedir que los adversarios desarrollen sus actividades con normalidad.
En ese contexto debemos ver la importancia de las pasadas elecciones en Taiwán.
¿Por qué? Porque Taiwán está cerca del estrecho del mismo nombre y del Mar de China Meridional, allí volvemos al tema, una de las rutas marítimas más transitadas del mundo.
A través de ella se conectan el noreste de Asia con Oriente Medio y Europa, facilitando el comercio de alimentos, fuentes de energía, recursos naturales y bienes de consumo.
Es evidente que un conflicto en la zona sería otro foco de perturbación para el comercio global y significaría elevación de precios, inflación, en un mundo que ve con preocupación como el conflicto en Medio Oriente, en los últimos días, ha incrementado el costo de los hidrocarburos.
Pero la Casa Blanca, además, piensa en Taiwán como un “nodo crítico” en la primera cadena de islas que se extiende desde Borneo hasta Filipinas, Japón y Corea del Sur.
Sabemos que los tres últimos son aliados de Estados Unidos y tienen bases militares estadounidenses. Ello resulta de vital importancia estratégica para Washington, sobre todo porque disminuiría el despliegue del Ejército Popular de Liberación (EPL) en el Pacífico occidental.
El EPL, para enfrentar aquel reto, se ha preparado con nuevos aviones de transporte, bombarderos estratégicos, portaaviones y misiles balísticos y de crucero que pueden alcanzar un objetivo a más de 1.000 kilómetros (621 millas) de distancia.
Por su parte, Estados Unidos mantiene una relación ambigua con el Estado taiwanés. Washington no tiene lazos formales con Taipéi, en teoría no apoya la independencia de Taiwán.
Pero, tampoco reconoce a Taiwán como parte de China. Debemos remitirnos a documentos firmados en 1971, cuando se reestablecieron lazos diplomáticos entre Washington y Pekín, allí la Casa Blanca dijo reconocer la posición de la República Popular China; respecto a que Taiwán era parte de China. Claro, tampoco la respaldo categóricamente.
Desde esos días surgió el término “ambigüedad estratégica”.
Bueno, es parte de su trayectoria histórica en política internacional. Estados Unidos actúa de esa manera. Porque también es ambiguo Joe Biden cuando dice que Estados Unidos saldrá en defensa de Taiwán si es atacado por Pekín. Según su legislación, muy convenientemente adecuada a sus intereses, Washington debe ayudar a armar a Taiwán para su autodefensa.
El presidente de Estados Unidos ha dicho unas cuatro veces, desde 2021, que las tropas estadounidenses ayudarían a Taiwán si Pekín atacaba, pero al instante la Casa Blanca aclaró que la política se mantenía inalterable respecto a China.
Luego dicen que Estados Unidos también se opone a los cambios unilaterales en el statu quo.
Días después, declaran que Estados Unidos ve a Taiwán como uno de sus “socios afines” en Asia; que apoyan la participación de Taiwán en organizaciones internacionales.
En ese vaivén, Pekín ha acusado a la gobernante ─del Partido Progresista Democrático (PPD)─, de Taiwán de “utilizar a Estados Unidos para impulsar la independencia”.
La postura china es inalterable en el tiempo, más allá de las circunstancias históricas. Xi Jinping, el presidente chino, ha dicho que el “Rejuvenecimiento Nacional” es un objetivo que Pekín debe alcanzar a mediados de siglo. Parte de ese objetivo es tener a Taiwán bajo su control para “Reunificar” China.
No olvidemos que la dinastía Qing, la última dinastía imperial china, debió cederle Taiwán a Japón, en 1895, después de perder una guerra.
Para 1945, el Kuomintang, que gobernaba China en ese periodo, reconquistó el control de Taiwán luego que Japón fuera derrotado en la Segunda Guerra Mundial.
Trasladaron su capital a Taiwán, después de perder la guerra civil ante el Partido Comunista, en 1949.
Pekín insiste en que China continental y Taiwán se separaron en circunstancias que estaban debilitados, pero que eso se resolverá cuando se logre el “rejuvenecimiento”.
Para el Partido Comunista es un asunto de vital importancia.
Para los dirigentes chinos, Washington representa un factor externo que interfiere en ese objetivo.
Pero más allá de lo expuesto líneas arriba, Taiwán tiene un papel relevante en la economía global; en la puja por la guerra tecnológica.
Y es que en esa isla se encuentra la Compañía de fabricación de semiconductores de Taiwán (TSMC), el mayor fabricante por contrato de chips avanzados del mundo. Teniendo en cuenta que la cadena de suministro de chips es global, si se cortara el funcionamiento de TSMC o si “alguien” tomara su control para manipular el mercado, podría causar una escasez mundial de los chips que alimentan los teléfonos inteligentes y otros productos electrónicos de consumo.
En esas circunstancias, Taiwán tiene injerencia directa y crucial en la competencia tecnológica entre Estados Unidos y China.
El mundo entero requiere que Taiwán, que suministra más de la mitad de los chips semiconductores del mundo, no se vea involucrado en una guerra.
Mirando el mediano plazo, previendo cualquier cambio de timòn en su contra, Washington viene otorgando créditos fiscales e incentivos a las empresas para que fabriquen chips en su suelo y en países aliados.
Como un antecedente en esa disputa, a esa guerra por la tecnología, Estados Unidos prohibió a TSMC, el 2020, suministrar chips a Huawei, el gigante tecnológico continental.
Así las cosas, el Partido Progresista Democrático(DPP), que siempre se ha tenido una posición pro independentista respecto a China, ganó las elecciones de Taiwán el sábado 13 de enero, tal como anunciaban las encuestas.
Apenas se conocieron los resultados, la Bolsa de Taiwán subió moderadamente y la moneda taiwanesa se debilitò.
La lectura predominante, luego de finalizados los comicios, es que este resultado no alterarà el statu quo del momento, que proseguirán las tensiones entre Taiwán y China, «pero que no habrá una escalada adicional».
Para los “tanques pensantes” del Danske Bank, «China seguirá disuadiendo la independencia taiwanesa con ejercicios militares alrededor de la isla, y es probable que Taiwán y Estados Unidos mantengan relaciones más estrechas sin cruzar la línea roja de China. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, reiteró después de las elecciones que Estados Unidos no respalda la independencia de Taiwán».
Por su parte, el Ministerio de Relaciones Exteriores de China condenó a gobiernos extranjeros que felicitaron al Partido Progresista Democrático y a su presidente electo, Lai Ching-te.
Por ejemplo, la embajada china en Japón declaró que «se opone firmemente» a la declaración de la ministra de Relaciones Exteriores de Japón, Yoko Kamikawa, felicitando al nuevo presidente electo de Taiwán.
Fue a raíz de una declaración publicada en el sitio web del Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón, luego que se anunciaran los resultados de las elecciones presidenciales de Taiwán.
Kamikawa felicitó a Lai por su victoria, llamando a Taiwàn «un socio extremadamente crucial y un amigo importante».
El Partido Progresista Democrático ganó la presidencia por tercera vez consecutiva, con un margen del 6,7% sobre Hou Yu-ih del Kuomintang (KMT).
Los analistas recuerdan que «la victoria de Lai fue más estrecha que la de su predecesora Tsai Ing-wen, y el DPP perdió la mayoría en el parlamento».
«La victoria de Lai también se logró al mantener un tono más moderado sobre la independencia en comparación con antes de convertirse en candidato presidencial, lo que sugiere que es poco probable que aumenten las confrontaciones con China. También refleja un estado de ánimo entre los taiwaneses, donde las encuestas muestran una clara mayoría a favor del statu quo, y más aún en el último año», señalan.
No olvidemos que China es el principal socio comercial de Taiwán, que sus principales empresas dependen de una u otra manera del gigante asiático.
No olvidemos que sumados los votos y escaños parlamentario, los grupos independentistas son minoría respecto a los que pretenden la unidad, o mantener las cosas como están.
El asunto está en como el gobernante electo maneja las presiones de Washington, de países vecinos, que pretenden tensar las relaciones con Pekín.
El pronunciamiento de Japón, la forma en que lo hizo, no es casual. No olvidemos, el mundo va gravitando hacia Eurasia.
El Indo Pacífico es otro punto en disputa. Estados Unidos trata que las disputas fronterizas entre China e India se salgan de los márgenes en que están actualmente. No lo logran.
La derrota de la OTAN en Ucrania apresura la emergencia del nuevo orden mundial. Era el temor, si Rusia ganaba Occidente retrocedía en su gravitación.
La tecnología militar rusa se impuso. En realidad lo viene haciendo desde que estalló el conflicto en Siria. Las estrategias rusas triunfaron.
Por eso Washington recompone alianzas. Cada día la Unión Europea es más irrelevante. La Casa Blanca apuesta al AUKUS.
Mientras tanto, el Foro de Davos empieza su reunión anual.
Quienes manejan los poderes fácticos hacen evaluación de como pueden quedar luego que el establishment se modifique.