En un mundo absolutamente convulso, parecen confluir frentes de guerra, nuevas crisis económicas y energéticas y hasta posibles pandemias de nuevo cuño; todo esto al parecer a conveniencia y beneficio de los factores hegemónicos desafiados por la irrupción de nuevos e innegables bloques de poder mundial. América Latina no puede ser una nota al margen o un convidado de piedra.
Por eso es que 2024 arrancó con todas las fuerzas por parte del imperio estadounidense y sus proyectos de laboratorio político y social para tratar de recrear aquello que Laura Richardson, la jefa del Comando Sur, afirmó de manera sencilla pero bastante clara, en su mensaje en el laboratorio de ideas militar, Atlantic Council, a principios del año pasado: la necesidad que tenían por razones de seguridad nacional de «mover ficha» en nuestra región.
EEUU consiguió reactivar su control sobre la República del Ecuador bajo la risible excusa de contribuir con ellos en materia de seguridad, luego de episodios de violencia en esa Nación que parecen formar parte de una escalada fabricada justo para hacer emerger una especie de «Plan Ecuador» con las mismas características de intervención propias de su homólogo y fracasado «Plan Colombia». Todo esto ante la absoluta complacencia del gobierno del joven derechista Daniel Noboa.
Al tiempo, se activa en el cono sur un histriónico Javier Milei, que en menos de un mes lanzó por la borda la popularidad que exhibió al llegar a la Casa Rosada el 10 de diciembre pasado, con un discurso en el Foro Económico Mundial de Davos cuasi clamando por una segunda evangelización neoliberal que salve al mundo y América Latina de la «peste» del socialismo, así como de un mundo donde los derechos de la mujer, las minorías, así como los debates sobre asuntos mundiales de consideración como el cambio climático no son más que cuestiones banales propias de una agenda que, a juzgar del presidente argentino, limita en todo la libertad liberal que pregona, y una visión muy suigéneris que, de cuando en cuando, roza con el fascismo más cavernícola que ya sufrió el planeta tierra y la propia Argentina de manos de la dupla Videla – Galtieri.
Por supuesto, todo este discurso hilado finamente para suplicar acciones concretas de freno a proyectos alternativos no es más que la activación de este frasco de laboratorio para procurar legitimar de algún modo la justificación de acciones de escalada en la región que ha determinado ser zona de paz desde hace más de una década; y donde la hegemonía estadounidense parece declinar cada vez más no tanto por el tableteo de armas y focos guerrilleros─, cuestiones que al parecer ya forman parte de nuestro pasado histórico; sino como producto de su propia torpeza política en querer imponer el monroísmo a toda costa; así como cercenar la búsqueda democrática de nuestros pueblos de visiones y acciones alternas para el desarrollo de sus patrias.
Enunciado lo anterior, en este arranque con fuerza de 2024, la República Bolivariana de Venezuela no podía faltar en el escenario, más aún si consideramos la elección presidencial que la Constitución Nacional nos fija en este año de inicio de procesos electorales consecutivos para la renovación y elección de cargos en los poderes Ejecutivo y Legislativo en los diversos niveles político territoriales.
Con un palmarés reciente de victorias sucesivas, ante toda clase de maniobras pensadas, planificadas, diseñadas y ejecutadas desde Washington; y con brazos de extensión nacional e internacional, el pueblo venezolano y la institucionalidad democrática, teniendo como garante a la Revolución Bolivariana, ha construido un momento de paz nacional, estabilidad y visos de recuperación en el campo económico; que parecen proyectarse justo en este año 2024 para mejorar la calidad de vida de millones de venezolanos y venezolanas, básicamente dañada por un genocidio económico en forma de medidas coercitivas unilaterales utilizadas como juguete de bloqueo para causar el mismo daño sin hacer frontal ni formalmente una guerra a la Nación objeto de las mismas.
En este 2024, la nueva maniobra de la institucionalidad estadounidense hacia Venezuela adquiere la forma, absurda pero muy clara, de procurar tutelar el funcionamiento del sistema político y las instituciones de nuestro país. Es decir: ya las medidas coercitivas unilaterales no sólo son entronizadas para torturar el cuerpo social y económico de Venezuela, sino que ahora buscan establecer, de facto, un gobierno paralelo en las sombras que, a punta de chantajes, amenazas y acciones de agresión; nos obligue a llevar a cabo medidas que, de suyo, violan la Constitución Nacional y lesionan nuestros intereses nacionales; por ende, alterando la paz nacional que tanto sacrificio y resistencia nos ha costado.
Lo anterior se añade al descubrimiento y neutralización de hasta cinco conspiraciones que tienen toda la cara de operaciones desarrolladas desde la misma hoja de ruta que llevó al intento de magnicidio en contra del Presidente de la República el 4 de agosto de 2018, o la ejecución de la operación Gedeón en 2020, ambas afortunadamente fallidas.
Cazados en su maniobra política (recordemos que ellos mismos establecieron una especie de fecha límite en noviembre de 2023 para que hicieramos lo que ellos dijeran como una primera advertencia de su propósito); la institucionalidad democrática venezolana no tardó en responder con determinaciones que asocian en un solo eje nuestra autodeterminación, el apego y defensa de la paz nacional y la vigencia de la Constitución Nacional que democrática y libremente nos dimos en 1999.
Por supuesto, todo esto dando cumplimiento estricto a la letra dipuesta en los Acuerdos de Barbados, que incluyen un procedimiento de revisión de inhabilitaciones emanadas de la Contraloría General de la República, y que se cumplió estrictamente el viernes 26 de enero con sentencias por parte del Tribunal Supremo de Justicia. Procedimiento por cierto que la propia oposición agrupada en la Plataforma Unitaria redactó y posicionó en la mesa.
Sin embargo y reiterando viejas e irresponsables actitudes, ni el extremismo ni Washington quedaron muy contentos con estas decisiones apegadas a la Constitución de Venezuela, y apelaron nuevamente a la agenda del desconocimiento del Estado Venezolano, del Tribunal Supremo de Justicia, apelando nuevamente al chantaje y agresiones para «torcernos el brazo» recordando aquella funesta afirmación del Nobel de la Paz Barack Obama.
A pleno conocimiento de sus conocidas reacciones, simplemente se actuó con el propósito de safarnos el lazo peligroso de permitir el tutelaje extranjero al sistema político de la República Bolivariana de Venezuela, sin importar demasiado las acciones o declaraciones emanadas desde la Casa Blanca o las rabietas de extremistas en exilios dorados o desesperados aullidos a lo interno.
El propio presidente de la república, Nicolás Maduro Moros hizo una valoración clara de las decisiones del máximo tribunal de nuestro país; dentro de un contexto de agresión aupada y desarrollada por los mismos que hoy desafían nuevamente a la nación venezolana desde el chantaje:
«¿Quién pidió una invasión de tropas estadounidenses a Venezuela? que fuera creíble la amenaza ¿Quién lo pidió? ¿Quién pidió que destruyeran la industria petrolera? Que nos prohibieran el comercio, que persiguieran el oro, que no se pudiera comprar medicinas. El pueblo venezolano lo sabe, los apellidos, los Guaidó, los López, la Machado, el Ledezma, el Borges, son los que pidieron eso. Entonces ellos hacen el daño, y voltean y por la zurda dicen «lo que estás sufriendo es culpa de la revolución, de Maduro (…) Aquí ningún apellido está por encima de las leyes. Pese a las amenazas y los chantajes del imperio estadounidense las instituciones de Venezuela han funcionado».
En este contexto de poco o nada han valido las aseveraciones y ultimátums espetados en aires arrogantes y colonialistas desde el Departamento de Estado de EE.UU.; en una afrenta que sólo da cuenta del nuevo dispositivo de promover el tutelaje de los procesos electorales en específico y en general de todo el sistema político nacional, algo a todas luces imposible de aceptar y mucho menos permitir.
En tal sentido, el Jefe de la Delegación del Gobierno Bolivariano en la mesa de diálogo de Barbados y Presidente de la Asamblea Nacional, Diputado Jorge Rodríguez lo expresó con claridad al reafirmar la voluntad de la delegación de Venezuela en constituir la Comisión de Verificación del Cumplimiento de los Acuerdos que se encuentra estipulada como parte de este proceso de diálogo, y solicitada por el facilitador del Reino de Noruega Dag Nylander, como un intento de sacar de terapia intensiva al mecanismo de Barbados.
Expresó Rodríguez: «…a estas alturas, ya deberían saber [en EEUU] que a nosotros no nos interesan sus intenciones de inmiscuirse en asuntos que sólo competen a los venezolanos, ocúpense ustedes de su país (…) No vamos a aceptar ningún tipo de presión, ningún tipo de injerencia».
En este primer momento de análisis de este contexto, es evidente que EEUU tiene muchísimo que perder si decide escalar contra la provisión de petróleo y gas que tanto necesitan para mantener estable su consumo interno a precios accesibles para su población, así como la provisión de energía a una Europa Occidental afectada severamente por su demencial provocación a punto de guerra en Ucrania, sin dejar de lado el polvorín de Oriente Medio cuyo crecimiento en el largo plazo afectará a la economía mundial y también dificultará el acceso recurrente y un precio racional de energía fósil.
Además, volver al viejo esquema derrotado e infructuoso sólo les sacaría de una área importante donde su infuencia como actor del negocio petrolero sería positiva. Sin embargo el mundo no se dentendrá y nuevos esquemas irían a sustituir esa presencia lo cual les significaría ─en el largo plazo─ una derrota estratégica, salvo que quieran incendiar la región por los cuatro costados con una intervención militar sobre nosotros, cuando lo único que exigimos es respeto como Estado soberano.
Mientras ellos ven estos asuntos en Washington, que dependerá de su curva de aprendizaje, es claro para la República Bolivariana de Venezuela que la defensa de la paz y el accionar para garantizar procesos políticos y electorales en un clima de estabilidad es un línea roja inamovible.
Ya nuestra patria sufrió la experiencia de una oposición extremista conduciendo la Asamblea Nacional con la consecuencia de una de las épocas de agresión genocida y salvaje más terrible que ha sufrido nuestro pueblo, cohonestada desde allí con toda clasa de maniobras.
Eso ya no vuelve a permitirse en la Venezuela de esta nueva etapa, piensen lo que piensen; y hagan lo que hagan desde Washington.