Estados Unidos, reiteramos, vive un momento complicado de su existencia. Su política exterior, agresiva, violatoria de los más elementales principios del derecho internacional, ya resulta insostenible.
Ya pocos países están de acuerdo, por ejemplo, con su apoyo irrestricto, irracional, irresponsable, a la masacre que perpetra Israel en Palestina.
Masacre que se inició en la década de los 40 del siglo pasado, cuando con sus secuaces británicos crearon un enclave sionista, eso está documentado, en tierras palestinas.
Luego, con el discurrir de los años, fueron armando a quienes manejaban el naciente Estado israelí, y los convirtieron en fieles mastines para sus propósitos de control y caos en el medio oriente.
También para sus acciones encubiertas en todos los rincones del mundo a través del tan promocionado Mossad. Sobre todo, en tiempos de la Guerra Fría. Mucho potentado judío, sionista que, por cierto, salieron más ricos, con mayor influencia y conexiones luego de la Segunda Guerra Mundial, (después que miles de judíos pobres murieran víctimas de la barbarie Nazi), se acoplaron muy bien al nuevo establishment.
Fueron útiles a la estructura que Estados Unidos y sus cómplices montaron luego de derrotar a las huestes de Hitler, Mussolini; de que explotaran dos bombas atómicas en Japón.
Y, como dijimos líneas arriba, fueron muy funcionales al juego que Washington, sus “aliados”, instauraron contra la Unión Soviética.
Cuando cae la URSS, los sionistas estuvieron en primera fila, primero que los europeos, que ya venían perdiendo terreno para la Casa Blanca, los hechos actuales lo demuestran.
Claro, la pelea es por los recursos energéticos; por bloquear la unidad de los países árabes, por impedir que Irán ganara influencia, que China y Rusia avanzaran.
No lo consiguieron. Y fue desde el terreno energético donde empezaron a perder. Arabia Saudita, actor principal del mercado petrolero, se alejó de Washington y se acercó a Rusia, a esta Rusia revitalizada con Vladimir Putin.
Llegaron a acuerdos y fortalecieron la OPEP, la ampliaron con la participación rusa, pusieron en jaque la arbitrariedad de Estados Unidos y sus corporaciones.
Luego China, que fue ganando terreno, les propuso acuerdos comerciales, que aceptaron; los invitaron a explorar nuevas formas de hacer negocio, los apoyaron con nuevas inversiones en tecnologías, y para redondear la faena, hilaron fino y lograron reconciliarlos con Irán. Hoy, árabes y persas reestablecieron nexos diplomáticos.
Hoy, ambos son parte de los BRICS y estudian formas de ir restando influencia al dólar. Eso si es un golpe duro para la política exterior estadounidense, sobre todo para su influencia global. Estados Unidos impuso su hegemonía a través de sus fuerzas armadas, luego vía sus mercenarios, pero, principalmente por el uso del dólar y mecanismos para controlar el manejo financiero.
Debilitando el dólar, disminuyendo su uso, estableciendo sistemas y modos alternativos al sistema Swift, el fin de la hegemonía norteamericana, unipolar, se va configurando. En eso anda el mundo.
Esto se da porque muchos países se cansaron de sus arbitrariedades, de sus sanciones y medidas coercitivas unilaterales, de su arrogancia, de su intromisión permanente en asuntos nacionales. Se cansaron de su irrespeto a la soberanía de países en todo el orbe.
Se cansaron de su narrativa sobre libertad, democracia, respeto a los derechos civiles. Saben que, si eso fuera cierto, habrían presionado a Israel para que dejara la masacre en Palestina.
No lo han hecho. Israel, por cierto, se jugó la carta de la arremetida contra Gaza, más allá del ataque del 7 de octubre. Es que, en este nuevo contexto, de un medio oriente más cercano a China y Rusia, pierde peso real en la geopolítica norteamericana.
Más allá de que existan intereses de hidrocarburos en la costa palestina, que en realidad no son muy cuantiosos, ellos necesitaban hacerse sentir, y hacer que la atención se centrara nuevamente en ellos.
Eso, descontando su falta de escrúpulos para asesinar niños, mujeres, para atentar en contra de intereses de países occidentales, de infraestructura de la ONU.
Manejan muy bien la propaganda y en eso se basan. Pero, pese a ello, la opinión pública global los ve como unos criminales despiadados, como unos alumnos aventajados de Hitler, aquel que liquidó a sus antepasados.
Israel, sus gobernantes, requieren seguir siendo el mastín necesario para continuar beneficiándose de tantas prerrogativas que Estados Unidos les otorga.
Pero, lo dicho, eso no viene bien para la imagen global de Estados Unidos.
En ese contexto, tampoco le viene bien la situación interna que viven respecto a las futuras elecciones presidenciales.
Eso disminuye más la narrativa norteamericana, aquella de pulcritud y respeto a las leyes, a los derechos civiles.
Joe Tacopina, abogado de gran reputación en Estados Unidos, se refirió a la situación legal del ex presidente Donald Trump, quien podría quedar fuera de la carrera hacia la Casa Blanca porque sus adversarios estarían utilizando el poder judicial para ese fin.
«No ha existido un caso como éste, no solo para mí, sino para ningún otro en la historia de este país. Nunca hemos visto casos con ramificaciones políticas como este, que tuvieran una motivación tan política», dijo ante los medios.
En su opinión, la base política en los casos de Trump cambia todo el proceso estándar de pasos o escenarios legales habituales a los que estaba acostumbrado.
«La gente inteligente piensa que el sistema judicial se está transformando en un arma. Y es una sensación muy, muy mala cuando se supone que vivimos en el país más libre del mundo«, insistió.
Según Tocopina, la naturaleza excesivamente politizada en los procesos legales del ex mandatario republicano debe servir como precedente para el futuro.
«Esperemos que sirva como elemento disuasorio. Porque no es saludable para este país que los presidentes en ejercicio persigan a sus oponentes políticos, si eso se convierte en una nueva norma«, agregó.
No aseguró que Joe Biden persiga a Donald Trump, pero sí dijo que es la impresión que tiene mucha gente, que eso provoca pérdida de fe en el sistema judicial.
Desde su óptica, sentenciar a Trump es una posibilidad muy latente.
«Así que no hay que excluir la posibilidad de que haya una condena en uno de estos casos, y con ella un posible castigo, incluida la encarcelación. No digo que sea probable que ocurra o que no ocurra. Es solo una posibilidad… No es informática. Es gente. Y la gente tiene que reunirse para tomar una decisión«, afirmó.
Observó que tres de los cuatro casos penales contra Trump están teniendo lugar en ciudades predominantemente demócratas, esto les añade un tufo político a las venideras determinaciones.
Recordemos que el ex presidente republicano afronta procesos por delitos graves en Washington DC, Atlanta, Nueva York y Fort Pierce, Florida. De ellas, solo en Fort Pierce hay más republicanos que demócratas.
Contra Donald Trump existen 91 cargos en cuatro causas penales. Sus seguidores creen que son intentos del establishment para detener su carrera hacia la presidencia.
Curioso que, al ex mandatario le intenten hacer algo de lo que fueron víctimas líderes latinoamericanos como Lula, Rafael Correa, Cristina Fernández. Curioso, también, que un sector en Estados Unidos pretenda hacer cosa de Estado porque en Venezuela el ordenamiento legal impida a políticos como María Corina Machado participar en las venideras elecciones, mientras ellos parecen montar una cacería contra Trump.
Pero, por si fuera poco, el cacareado alarde de respeto a la libertad de información, de prensa, de opinión, quedó fehacientemente desenmascarado.
Y aquí no vamos a detallar de cómo eso es falso; porque un grupo de sujetos controlan verdaderamente lo que la mayoría dice y escucha a través de las grandes corporaciones mediáticas, de las plataformas digitales que difunden información, las llamadas redes sociales, no.
Vamos a algo más concreto, más evidente. Y es que, a raíz de una entrevista brindada por Vladimir Putin, se desataron los demonios y las demonias; tirando por tierra uno de los tópicos que defendían, al menos en la forma: la libertad de expresión.
Entre las más elocuentes estuvo la exsecretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, quien llamó «idiota útil» al periodista estadounidense Tucker Carlson por haber entrevistado al presidente de Rusia.
Más aún, Clinton dijo que no le «sorprendería si saliese con un contrato con un medio ruso porque es un idiota útil… Repite como un loro las mentiras de Vladímir Putin sobre Ucrania, por eso no veo por qué Putin no debería concederle una entrevista«.
Y en esa línea discursiva en pro de la “tolerancia”, Clinton agregó que la entrevista de Carlson a Putin representa también una señal de que hay personas en EE.UU. «que son como una quinta columna de Vladímir Putin«. «¿Por qué algunos republicanos se asocian? ¿Por qué otros estadounidenses, básicamente, le creen a Putin? ¿Por qué Trump cree más a Putin que a nuestras 11 agencias de Inteligencia?«.
Y es que la entrevista brindada por Vladímir Putin al ex presentador estrella del canal televisivo Fox News despertó la atención en todo el mundo, de hecho, a las pocas horas de ser emitida fue vista por más de 100 millones de personas.
La entrevista no pasó desapercibida en ningún rincón del planeta. Para Xu Poling, director del Centro de Economía Rusa del Instituto Chino de Estudios de Rusia, Europa del Este y Asia Central, «Carlson, por su posición política, representa a los medios republicanos del ex presidente Donald Trump. Y el hecho de que la entrevista se convirtiera en un acontecimiento político es resultado, en primer lugar, de la feroz rivalidad y lucha política dentro de Estados Unidos en el año en el que se celebran elecciones presidenciales«.
Recordó que «el conocido periodista Tucker Carlson fue despedido del medio en el que trabajaba por tener una opinión diferente sobre el conflicto ucraniano«.
No es secreto que el hombre de prensa fue a Rusia para entrevistar a Putin, luego de sortear dificultades en Estados Unidos, porque pretendía mostrar otra visión del conflicto en Ucrania.
«Este hecho, creo que nos muestra el efecto contrario, la tendencia contraria de la propaganda del partido demócrata que encabeza Biden y de su política exterior, de sus actos antirrusos y antichinos desmesurados, así como de la guerra mediática«, señaló.
De acuerdo a Xu, Biden intenta articular un sistema de alianzas para poder sostener la hegemonía estadounidense. En este proceso, enfatiza, Biden necesita inventarse un enemigo externo.
«Fabricar al enemigo exterior es más fácil durante el periodo de las elecciones. Y es que los problemas internos tienen una lógica más profunda que él no puede explicar con claridad, pero en la construcción del enemigo exterior es más consistente. Para articular esas alianzas, Biden necesita inflar las amenazas con las que podrían enfrentarse los integrantes de esas alianzas«, sentenció.
En esa lucha por continuar en la Casa Blanca, o en todo caso, mantener alguien del Partido Demócrata, arrastran a todo el planeta en sus delirios.
Es bueno porque acelera el desenmascaramiento, el ponerlos en evidencia, porque ayuda a seguir minando sus narrativas. Ni son demócratas, ni respetan las leyes que ellos dicen defender y quieren imponer a otros.
Eso sin nombrar los problemas en estados poderosos como Texas y California; donde se activan procesos separacionistas. Ni hablar del incremento de la desigualdad social. Ni hablar que crece el número de personas que ven crecer la deslegitimidad en muchas instituciones y políticos. No olvidemos que Trump y sus seguidores ya desconocieron el poder electoral, inclusive asaltaron el Capitolio por ese motivo.
Ni hablar del permanente problema con las drogas, con miles de armas circulando en las calles, que de tanto en tanto generan masacres, violencia callejera. No olvidemos la tensión racial promovida por sectas supremacistas. Ese país vive una especie de guerra civil híbrida.
Si eso ocurriera en cualquier otro país, seguramente se hablaría de un Estado fallido. Anoten: inseguridad jurídica, violencia generalizada, persecución política, irrespeto al derecho internacional, deuda pública desbordada.