En momentos que la presión de la opinión pública internacional contra el genocidio en Palestina crece, pero el gobierno de Tel Aviv sigue apegado a su irracional soberbia y supremacismo; en momentos que la beligerancia de la campaña electoral norteamericana crece, inclusive ya se dieron algunas sentencias contra Donald Trump, y que esa beligerancia la extrapolan al ámbito global; en tiempos en los que Occidente ya no sabe cómo ocultar la derrota de la OTAN en Ucrania; en tiempos en que se acelera la presión contra Venezuela, al punto que se estaría intentando crear un “remake” del fenecido Grupo de Lima; en ese contexto, uno de los personajes más trascendentales de la política internacional en las últimas décadas: Serguei Lavrov, visita el Caribe.
Lo hace, pensamos, para hacer lo que suele hacer el gobierno de Vladimir Putin, respaldar a dos de sus tradicionales aliados, Cuba y Venezuela, cuando se recrudecen las amenazas contra ellos. Sobre todo a Venezuela, que hoy ve cómo se estaría fraguando una amenaza militar desde Guyana.
Pero, también, ante el ya inocultable fracaso de Occidente en su guerra contra Rusia, la Unión Europea y Washington intensifican, o pretenden hacerlo, las medidas y presiones contra Moscú.
Y es que la semana pasada los burócratas de la UE anunciaron por enésima vez sanciones contra los rusos.
Occidente parece haberse dado cuenta de que, en los últimos meses, se ha incrementado la importación de diversos productos en países fronterizos con Rusia, casi todos socios y aliados del gigante euroasiático. Claro, en Rusia no hay el desabastecimiento que ellos pensaban que iba a sufrir.
Eso hace más que vidente la poca eficacia de las sanciones. En opinión de Alexandra Prokopenko, integrante del Centro de Estudios Internacionales y de Europa Oriental de Berlín, “estamos asistiendo a una especie de experimento económico que nunca antes se había producido. Porque ningún país ha estado nunca sometido a tantas sanciones. Ahora hay más de 13.000 sanciones completamente diferentes contra Rusia. Son más que las sanciones impuestas a Irán, Siria, Corea del Norte y Cuba juntas. Así que es bastante difícil decir que el mecanismo de eludir las sanciones es fiable«.
Ante eso, Berit Lindeman, secretaria general del Comité Noruego de Helsinki, piensa que Europa «debe hacer un seguimiento de la aplicación de sanciones educando a las empresas, porque algunas probablemente estén violando las sanciones sin darse cuenta. Es decir, tienen un pedido de rodamientos de bolas que va a Kazajistán y están completamente contentos de exportar rodamientos de bolas a Kazajistán, sin saber que esos rodamientos de bolas van directamente a Rusia y ayudan a la maquinaria de la guerra rusa. Así que la educación es una y el control es la otra».
Reiteramos, Occidente ha fracasado y ahora buscan como resarcir su torpeza. Torpeza guiada por su obsecuencia ciega e incondicional a Washington.
La citada Alexandra Prokopenko piensa que “los países occidentales han llegado a un punto en el que necesitan detenerse y reflexionar en general sobre la política de sanciones, no sólo contra Rusia, sino en general, las sanciones como instrumento de política económica, que de algo extraordinario se convierte en algo ordinario y normal. Esto significa que este reglamento necesita algunos ajustes, algunos replanteamientos. Tal vez tenga sentido no introducir restricciones adicionales, sino en general tratar de replantear todo el marco de sanciones«.
Replantear es lo que menos hacen. Estudiar la situación, evaluarla, no cabe en sus parámetros mentales. Les va mal, pero buscan excusas vanas. Sólo les falta culpar a Rusia por no dejarse derrotar. Culpan a los aliados de Rusia por no traicionarlos. Los culpan por actuar soberanamente y en favor de sus legítimos intereses.
Así, en el caso de la guerra contra Rusia, se lamentan, en versión de Negocios TV, que Putin está trasladando parte de la producción civil a producción de armas, con parte de la ayuda de China.
“No sería posible este traspaso si no fuera por las exportaciones de China desde el inicio de la guerra de Ucrania. Porque supone que tiene un socio comercial que Occidente no esperaba: China. La sensación es que Occidente está en un nivel básico. Cada vez va ganando más fuerza China-Rusia con un bloque más autónomo en el comercio, frente a Occidente”, decían en su portal, el 16 de febrero.
Aceptan que un triunfo del bloque Euroasiático supondría una gran debacle para el Viejo Continente. Ahora, ¿no se esperaban el respaldo de Pekín a Moscú? ¿En qué planeta viven?
Pero es que se les viene advirtiendo, Serguéi Lavrov se lo repitió durante una entrevista el 16 de febrero. Les dijo que habían tomado un rumbo equivocado, que habían fracasado y que ahora les toca buscar una salida en la que no queden tan mal parados.
«Occidente debe volver al arte de la diplomacia, y el arte de la diplomacia, como el arte de la política, es el arte del compromiso… Occidente debe reconocer la legitimidad de las reclamaciones rusas. Debe reconocer el estatus de no alineado de Ucrania y el rechazo a la militarización del país, el rechazo a expandir la OTAN, así como el rechazo de la política nazi de exterminio legislativo y físico de los rusos y rusoparlantes en territorio ucraniano«; manifestó.
Respecto al tema de Ucrania y el fracaso de la OTAN, del Occidente colectivo, fustigó la última propuesta de Vladímir Zelenski.
«Que se trata de una farsa y, como mínimo, de una iniciativa poco acertada, está claro para todos», expresó.
Y, de verdad, resulta absurda. Nadie en sus verdaderos cabales entiende como el que va perdiendo la guerra, que pierde respaldo dentro de su país, que cesó a su ministro de Defensa en plena guerra, que está acusado de corrupción, junto a su entorno más cercano; pretende que Rusia debe capitular, que debe volver a las fronteras de 1991, que debe pagar reparaciones por la guerra, y que los líderes rusos deben ser juzgados por un consejo de guerra.
De verdad inaudito, o más que eso, es una propuesta que revela la nula disposición de Ucrania, o quienes están detrás de ellos, de quienes se benefician con la guerra, para buscar una salida negociada a la guerra.
Está claro que militarmente no pudieron derrotar a Rusia. Está claro que en esa frustración europea mucho tienen que ver el nivel de alianzas y acuerdos que ha sumado Rusia desde la llegada de Vladimir Putin al poder, empezando el siglo 21.
Allí también tiene que ver la arrogancia de Occidente que, con su política de sanciones e intimidación a todo el resto del mundo, provocó que el denominado Sur Global encontrara mecanismos reales de unidad e intercambios. De allí la fuerza de los BRICS, del cual Rusia es fundador.
De allí el fortalecimiento, ya señalado, de las relaciones entre Rusia y China.
Así lo entiende Lavrov, también. Para él, los planes de la minoría occidental de aislar a Rusia y de crear un cordón sanitario alrededor de nuestro país fracasaron», señaló ante la Duma de Estado (Cámara Baja del Parlamento ruso).
Pero alertó que «todavía están lejos de agotar el potencial de agresividad y seguirán aumentando la presión sobre nosotros y nuestros aliados, utilizando para ello no solo el régimen de Kiev, sino un amplio arsenal de herramientas de guerra híbrida en la economía, las finanzas, el espacio informativo, la cultura, el deporte; todo esto lo observamos a diario».
Es lógico, es de esperarse. No olvidemos que, según los propios voceros occidentales, Estados Unidos y sus “aliados” sueñan con una derrota estratégica de Moscú.
Pero la realidad, pese a sus manipulaciones mediáticas, en las que tienen mucha práctica, es terca. Los obliga a cambiar la narrativa, los mensajes, ya no hablan de una victoria sobre Rusia, hoy se “conforman” con evitar que Putin venza.
El canciller ruso es consciente de que en todos los foros o eventos globales importantes, Washington, porque los demás gobiernos son comparsa, más allá de algunos amagos de independencia, intentará desdibujar la verdadera agenda a tratar, y evitará tratar los temas importantes para imponer el tema Ucrania.
Así lo espera, por ejemplo, para la reunión del G20 a efectuarse en Brasil.
«Juntos, con los Estados del sur global, continuaremos frustrando los intentos de la minoría de convertir el G20 en un instrumento para lograr sus propios objetivos egoístas, incluida la ‘ucranización’ de la agenda de esta asociación«, comentó Lavrov.
Por cierto, la reunión de cancilleres del G20 se efectúa en Brasil entre el 21 y 22 de febrero. Recordemos que el gigante amazónico asumió la presidencia del grupo a fines del año pasado.
La reunión del G20 será otro evento en el que, seguramente, se podrá apreciar otra pulseada entre el Occidente Colectivo y los países emergentes.
Los países del BRICS, por ejemplo, buscarán apelar al establecimiento de una mejor gobernanza global, a evitar el régimen de sanciones como forma de hacer política.
Es evidente la apetencia por mayor democracia internacional, por mejores formas de comercio, por el respeto a la Carta de las Naciones Unidas.
Allí es donde China y Rusia juegan un rol fundamental. La victoria militar de Rusia en Ucrania, siempre que las victorias militares trascienden al plano político global, hace que los otros países miren al vencedor desde otra perspectiva.
Más cuando ese vencedor ha derrotado, no sólo a las tropas y armas suministradas por quienes integran la OTAN, sino que también derrotó las medidas económicas y de aislamiento. Eso le da otro estatus.
Otro estatus del que también goza la República Popular de China que, pese a todas las maniobras norteamericanas, sobre todo en tratar de impedir su acceso a tecnologías necesarias, no cesa de crecer en influencia económica, diplomática. La misma Unión Europea no se ha atrevido a imponer nuevas sanciones a China. Es que los necesitan.
Así las cosas, China y Rusia saben que deben mantener el nivel de cooperación existente.
Por eso la cancillería rusa recordó que “están desarrollando la cooperación con China en todas las esferas, enfocándolo como una importantísima tarea para nosotros. El comercio entre ambos países aumenta a un ritmo récord. Este año celebraremos con nuestros amigos chinos el 75 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas, que hoy día tienen el mejor nivel en toda su historia».
El Kremlin, a través de su oficina de prensa, confirmó que el comercio ruso-chino alcanzó la meta de 200.000 millones de dólares antes del plazo previsto, llegando al récord de 227.700 millones de dólares.
Así las cosas en el plano geopolítico global, Serguéi Lavrov planificó su visita a Venezuela. No es casual que ante la hostilidad y amenazas del hegemón, Caracas reciba a tan importante personaje.
Reafirma que el Sur Global entendió la necesidad de protegerse en todos los aspectos. La necesidad de alzar su voz en pro de un mundo justo. Es hacer notar que existe noción de unidad, de comunión de intereses ante las amenazas.
Por cierto, durante una rueda de prensa en Etiopía, el presidente brasileño, Lula da Silva, se refirió al tema de Palestina.
Dijo que el conflicto no es una guerra entre soldados y soldados, sino que es una guerra entre un ejército altamente preparado y mujeres y niños.
Opinó que la masacre en Palestina es equivalente a «cuando Hitler decidió matar a los judíos».
Lula abogó por una solución duradera al conflicto entre Israel y Palestina, que contemple la creación de un Estado palestino reconocido por las Naciones Unidas.
Ante estas declaraciones, sensatas, lógicas, evidentes, Tel Aviv reaccionó con esa prepotencia que tanto repudio causa.
El ministro de Asuntos Exteriores israelí, Israel Katz, lo declaró «persona non grata».
«No olvidaremos ni perdonaremos. Es un grave ataque antisemita. En mi nombre y en el de los ciudadanos de Israel, digan al presidente Lula que es persona non grata en Israel hasta que se retracte», señaló.
Lo dicho, arrogancia, prepotencia. Nula autocrítica, o, por lo menos, un intento de explicar racionalmente, de trato diplomático. Eso no lo entienden. Recurren al manido, y desgastado, recurso del antisemitismo para intentar justificar su genocidio.
Pero el Sur Global ya no se calla, expone, argumenta. El mundo va cambiando para mejor.