A estas alturas, el candidato puede ser cualquiera
La suma de errores de cálculo, subestimaciones del contrario, contradicciones internas y dependencia de decisores extranjeros tiene a las oposiciones de Venezuela atravesando un momento crítico. A pocos días para el inicio del período de inscripción de las candidaturas presidenciales, siguen sin tener una opción unitaria capaz de aglutinar todas sus fuerzas electorales.
Reflejo de este cuadro tan complicado es el hecho de que entre los nombres que se barajan, hay más de veinte personas sin contar a los que ya fueron derrotados en las fallidas primarias de octubre. Puede afirmarse, sin exageraciones, que a estas alturas, el candidato puede ser cualquiera.
Se habla desde figuras de muy larga trayectoria, como Eduardo Fernández, hasta personas completamente desconocidas como Magali Meda (asistente personal de María Corina Machado); y desde un excandidato presidencial y gobernador como Manuel Rosales hasta Teresa Albanes, una señora que tuvo sus quince minutos de fama como directiva de la pirómana comisión electoral de las primarias de 2012, la que ordenó quemar todos los materiales electorales para que no quedara ni rastro de ellos.
Por otro lado, hay un pequeño escuadrón de candidatos de las oposiciones moderadas, que siguen adelante con sus campañas y seguramente se postularán. Contra ellos, por cierto, se han desatado los peores ataques desde el propio lado opositor.
Rosales es la gran esperanza opositora (calcule usted)
Gente bien dateada de uno y otro lado del espectro político sostiene la tesis de que al final, el candidato presidencial será Rosales, quien puede ubicarse en un lugar intermedio entre la inhabilitada María Corina Machado, ganadora de las primarias de octubre, y el cogollo del G-4 o Plataforma Unitaria.
Quienes sostienen esto, dicen que Rosales viene trabajando en este plan desde que regresó de su exilio dorado y rompió (al menos en términos de lo visible) con el “gobierno interino” de Juan Guaidó, del que se había beneficiado a manos llenas, mediante el control de empresas como Monómeros, en Colombia, y Alunasa, en Costa Rica.
Logró que le perdonaran esas “travesuras” y las otras (que le habían llevado a huir del país y pasarse años en Perú y Panamá, viviendo como un magnate) y se incorporó a la lucha electoral, consiguiendo la gobernación de Zulia.
La jugada de Rosales se vio más clara el año pasado, cuando su partido, Un Nuevo Tiempo, inscribió a un candidato equis, el casi anónimo (en el plano nacional, al menos) dirigente José Hernández, en las primarias de octubre, y luego lo retiró de la carrera. Ya entonces parecía claro que Rosales pretendiera dejar a Machado correr sola en sus primarias sin CNE, para luego surgir como el abanderado de consenso.
Ya veremos si tienen razón, pero se trata de otro síntoma de la crisis opositora: están tan graves que su gran esperanza podría terminar siendo Rosales.
Estados Unidos lo sabe
Pero si de síntomas se trata, tal vez el más alarmante para los dirigentes y militantes opositores sea el informe presentado por la comunidad de inteligencia de Estados Unidos (el espionaje y el injerencismo en su flor y nata) en el que se afirma que las probabilidades de que el presidente Nicolás Maduro pierda las elecciones son sumamente bajas.
En ese documento, los agentes gringos se sinceran y dicen que Maduro sigue teniendo la sartén tomada por el mango, mientras la oposición está dividida y sin poder real.
Se trata del mismo diagnóstico que han hecho decenas o centenares de analistas de todas las tendencias, desde hace ya varios años, pero en este caso tiene el peso específico de que lo dicen las oficinas estadounidenses que andan por acá, metidas y entremetidas hasta la coronilla.
Por cierto —y no es un detalle menor—, en ese informe, los organismos de inteligencia imperiales admiten que el bloqueo y las medidas coercitivas unilaterales, perpetrados por Estados Unidos y sus aliados, no lograron su propósito de debilitar al gobierno venezolano.
El apoyo de la UE y otros “electores”
Ante el delicado panorama interno, a los sectores radicales de la oposición no les ha quedado más salida que la de siempre: apelar a los aliados internacionales, tratando de presentarlos como si fueran los grandes electores en los comicios venezolanos.
Se han activado todos los enemigos externos del gobierno revolucionario para tratar de reactivar los escenarios ya superados que generaron en la década pasada. Por todos lados se intenta presentar al país como un Estado fallido y a la migración venezolana como una amenaza contra los países receptores.
Al mismo tiempo, entran en acción los factores de poder diplomático y entes internacionales como la Unión Europea, y la Corte Penal Internacional. El fin común es, obviamente, enturbiar lo más que puedan el clima global relacionado con Venezuela, con la esperanza de que ello repercuta en el resultado electoral o de establecer las condiciones para, una vez más, desconocerlo cuando se produzca la pronosticada (por el mismo EEUU) reelección del presidente Maduro.
Estas maniobras siempre han sido repudiables, pero más lo son ahora, en virtud de que el bloque hegemónico del norte global se rasga las vestiduras por los derechos humanos y la democracia en Venezuela, mientras está llevando al mundo a una guerra nuclear y ha financiado y legitimado el genocidio en Gaza.
Esos son los aliados que tiene la oposición venezolana, con los que pretende influir en los comicios del 28 de julio. Así de profunda es su crisis.