El PSUV postuló a Nicolás Maduro como resultado de la voluntad manifiesta de más de 4,5 millones de militantes y dirigentes de base, quienes participaron en un proceso asambleario realizado en más de 14 mil centros electorales, en más 50 mil comunidades y en más 269 mil calles, de las 24 entidades estadales, 335 municipios y 1.165 parroquias del país
“No nos dejaron inscribir a nuestra candidata”
La gran mentira de la Semana Santa (doble pecado, para los creyentes) ha sido la versión según la cual los factores opositores agrupados en la llamada Plataforma Unitaria o G-4 no pudieron postular a la profesora Corina Yoris; designada a dedo por María Corina Machado como candidata de esa alianza partidista.
La mentira se cae por el desarrollo de los mismos hechos, pues las tres organizaciones políticas afines a ese segmento opositor que estaban autorizadas para postular candidatos, así lo hicieron, sólo que no presentaron el nombre de Yoris, sino otros.
Un Nuevo Tiempo, y Fuerza Vecinal postularon a Manuel Rosales; y la Mesa de la Unidad Democrática inscribió el nombre de Edmundo González Urrutia. Entonces, cualquiera puede preguntarse lo siguiente: si tuvieron acceso al sistema del Consejo Nacional Electoral para postular a esos dos candidatos, ¿por qué no presentaron a Yoris?
Es evidente que fue una decisión de esos partidos, no el producto de bloqueos o manipulaciones del CNE o del Poder Ejecutivo. La hipótesis más creíble es que ninguno de los dirigentes partidistas que supuestamente respaldaban a la persona designada por Machado querían en verdad postularla; entre otras razones porque eso hubiese significado cederle a la oligarca inhabilitada el rol que quieren para ella Estados Unidos, sus aliados, y la prensa global: el de líder de la oposición.
Rosales se vio obligado a postularse
Otro gran embuste, en este caso con ribetes picarescos, es la declaración de Manuel Rosales, quien dijo que estuvo hasta cinco para las doce del día de cierre de las inscripciones tratando de convencer a varios dirigentes para que se postularan, pero como no lo logró, se postuló él mismo.
Si se ha seguido la trayectoria de Rosales desde hace varios años, es posible concluir que su proyecto presidencial es de larga data. Comenzó cuando regresó al país, tras años de exilio dorado en Perú y Panamá (donde vivía a cuerpo de rey, según lenguas viperinas de su propio nido), se puso a derecho, negoció el perdón y luego optó por la gobernación de Zulia.
El año pasado, la estrategia de Rosales quedó muy clara cuando se negó a participar en las primarias hechas a la medida de Machado, dejándola a ella correr casi sola, a sabiendas de que no iba a poder postularse por su inhabilitación.
En las horas cruciales, Rosales “se hizo el Willie Mays” (así dicen en Zulia) para no cederle su poderosa tarjeta electoral a la doctora en Filosofía propuesta por Machado, con la convicción de que, si de filósofos se trata, él mismo se basta y se sobra.
Y Rosales no fue el único que les quitó la escalera a Machado y su candidata-delegada. Esto se hace evidente incluso fotográficamente; pues en la rueda de prensa que la inhabilitada dio después del cierre de las postulaciones todos los dirigentes de la Plataforma Unitaria estuvieron convenientemente ausentes.
Son unas elecciones sin candidatos opositores
Entre las mentiras de cierto sector opositor, y de sus megáfonos internacionales, hay algunas que son exponencialmente descaradas. Por ejemplo, decir que Venezuela se encamina a unas elecciones presidenciales sin candidatos opositores, cuando están inscritos doce de ellos, es decir, 92 % de la lista, siendo el presidente Nicolás Maduro su único rival, el representante de la opción revolucionaria.
De las 37 organizaciones con fines políticos que respaldan a esos candidatos, 26 son opositoras, es decir 70 % del total.
Es cínico que la voz cantante de esta mentira la lleve Estados Unidos, un país que tiene casi 250 años de “democracia” en la que jamás ha ganado un candidato presidencial de un partido diferente al duopolio Demócrata-Republicano; y además, sus comicios son de segundo grado, por lo que la decisión final la toman las élites de los colegios electorales; razón por la cual unas cuantas veces el ganador no ha sido el que el pueblo ha votado mayoritariamente, sino el segundo.
Grandes masas apoyan a la candidata inhabilitada
Y si de falsedades hablamos, hay que incluir entre las más destacadas el cuento del arrollador apoyo popular que tendría la inhabilitada Machado, una narrativa que se sustenta en una costosa campaña mediática y de redes y en unas elecciones primarias que fueron elaboradas a su medida, sin supervisión de ninguna especie, en cuyos resultados hay que creer con fe, sin que haya evidencia alguna, como si de una religión se tratase.
El mejor desmentido de esa coba es la absoluta indiferencia de las masas opositoras respecto a todas las pataletas de Machado. Si fuese cierto ese respaldo popular, se habrían producido movilizaciones populares o, al menos, protestas caseras como las que tanto practicaban las clases medias en tiempos pasados, incluyendo los cacerolazos y los gritos desaforados de maldiciones e invectivas desde la seguridad de los balcones.
Un balance inicial muestra que el respaldo “masivo” de la ultraderechista es el mismo de siempre: el Departamento de Estado, los frustrados expresidentes del Grupo de Lima, la maquinaria mediática y esta vez, tristemente, Luiz Inácio Lula Da Silva y Gustavo Petro, quienes, a pesar de dirigir países con mucha tradición futbolera, quedaron en posición adelantada, fuera de juego, fuera de lugar, offside u órsay, como usted quiera decirle porque, dígase como se diga, es igual de triste.