El financiamiento del FMI siempre se encuentra condicionado a la adopción de sus recetas de política económica de carácter neoliberal con terribles consecuencias sociales, económicas y políticas
El inicio del año 2024 ha venido con tres maniobras claras para tratar de hacer valer la continuidad de agresiones hacia la República Bolivariana de Venezuela.
En coyunturas electorales se espera que cada fuerza política, que aspire capturar el poder, presente su programa de gobierno. Después de todo, el juego político-electoral consiste en ganarse el apoyo del pueblo sobre la base de una propuesta.
Sin embargo, la derecha siempre se vale de la demagogia más descarada para engañar y ganar adeptos. En los actuales momentos, por ejemplo, la ultraderecha local tiene en sus planes aplicar el programa de ajuste del FMI en el supuesto (absolutamente negado) de salir ganadora de estas elecciones.
Obviamente, en Venezuela no se pueden dar el lujo de anunciar semejante atrocidad. El colosal trauma sufrido por la nación con la experiencia fondomonetarista del año 1989 y el terremoto social que fue el “Caracazo”, por una parte, así como el éxito histórico de las políticas sociales del comandante Chávez y la elevadísima organización popular alcanzada en nuestro país, por el otro, excluyen cualquier posibilidad de hablarle al pueblo con la verdad de sus planes de gobierno.
Financiamiento internacional
Uno de los puntos clave que develan las intenciones de subordinación al FMI son los anuncios de financiamiento externo. Algunos hablan de 20 millardos de dólares, otros de 25 millardos para atender los requerimientos externos iniciales de un hipotético gobierno ultraderechista.
Este financiamiento externo en ese volumen solo puede provenir del FMI. Además de la identidad ideológica, está la sumisión absoluta de la ultraderecha a las estructuras de poder internacional de los EE.UU., entre las cuales destaca el FMI.
Como ya sabemos, el financiamiento del FMI siempre se encuentra condicionado a la adopción de sus recetas de política económica de carácter neoliberal con terribles consecuencias sociales, económicas y políticas. Donde la derecha accede al poder, aplica esas políticas por iniciativa propia o bajo el tutelaje del FMI. En nuestro caso, los sectores de la ultraderecha han expresado de manera reiterada su determinación de entregarse a los brazos del Fondo, así como lo hicieron en el pasado. Esto no es un secreto para nadie.
La experiencia universal de la aplicación de los programas neoliberales del FMI es de gravísimos procesos de depauperación de las grandes mayorías populares y del saqueo de los recursos naturales de las naciones, como resultado de las políticas de recorte de la inversión social, desmontaje del Estado nacional, masivas privatizaciones, apertura indiscriminada de la economía, establecimiento de un régimen de libre mercado. En pocas palabras, se trata de la dictadura más despiadada de las grandes corporaciones capitalistas.
Brutales recortes sociales
A pesar de los terribles estragos sociales del criminal bloqueo yanqui, la ultraderecha local estaría dispuesta llevar a cabo un bestial recorte fiscal para lograr el equilibrio económico que impone el FMI. En sus fórmulas, el ajuste de la economía pasa por la reducción brutal de la inversión pública destinada a la educación, salud, vivienda, alimentación, deporte, cultura, salarios, seguridad social, etc.
De esta pretensión se desprende el desprecio absoluto por el sufrimiento del pueblo. La derecha ve la inversión social como un gasto parasitario que alimenta la ineficiencia y en nuestro país está obsesionada con el desmontaje masivo y, además, acelerado de un sistema extraordinariamente exitoso de generación de bienestar para las masas populares y de creciente equidad en el reparto del ingreso nacional, creado por el chavismo.
De la propuesta neoliberal de la derecha subyace su compromiso invariable con los intereses de los ricachones, a partir del cual se maximiza la transferencia de recursos al sector corporativo a través de los diversos procesos de distribución de ingresos y todo el peso del ajuste económico lo pone en los hombros de los trabajadores.
Van a las elecciones y, paralelamente, activan la conspiración golpista con la finalidad de restablecer para la burguesía fabulosas fuentes de riqueza y grotescos privilegios, lo cual pasa inexorablemente por la revancha social y por arrebatarle al pueblo históricas conquistas sociales de la Revolución bolivariana. Se trata de un coctel explosivo para la agudización extrema de la lucha de clases.
Petróleo, privatizaciones, libre mercado y la subasta del país,
Las políticas del FMI apuntan a la entrega de los activos del Estado a las corporaciones a través de un proceso masivo de privatizaciones, que responde a la lógica del debilitamiento del Estado nacional y su sustitución por un modelo socioeconómico y político fundamentado, exclusivamente, en los intereses de las cooperaciones capitalistas.
Es decir, el Estado no interviene y, cuando lo hace, es a favor del capital en función de imponer, sin anestesia, la ley fundamental del capitalismo de la maximización de la ganancia. La acumulación de riqueza en manos de la burguesía se dispara y, por lo tanto, también su poder social y político. Las desigualdades sociales crecen violentamente. Cualquier cosa que se interponga frente a ese objetivo es barrida por un sistema basado en el libre mercado. Frescos en nuestras memorias están aquellos bodrios del “capitalismo popular».
La ultraderecha y el imperialismo en campaña presidencial y en proceso simultáneo de conspiración golpista en nuestro país es una verdadera amenaza a la paz, al porvenir del pueblo, a la independencia de la nación, que solo podemos derrotar con un gigantesco despliegue cívicomilitar-policial
El lomito del festín privatizador sería el petróleo. En torno al petróleo ha girado la historia del país en el s. XX y lo que va de s. XXI. Ciertamente, la injerencia y las agresiones imperialistas contra nuestro país, como el golpe de Estado de 2002 y la más reciente que se extiende por más de siete años, tiene una raíz fundamental en el afán desenfrenado del imperialismo estadounidense de establecer el control absoluto sobre esta importantísima fuente energética y todos los ingresos generados por ella.
Los sectores más reaccionarios de la burguesía local, evidenciando su carácter dependiente de Washington, incorporan en su agenda política los objetivos estratégicos del imperialismo yanqui en nuestro país.
Si antes, esta pugna por desarrollar un modelo neoliberal y entreguista la llevaron a cabo partidos políticos que expresaban los intereses de la burguesía, ahora son las familias más poderosas, “los apellidos”, los que siempre se beneficiaron del reparto de la renta nacional, los que participan directamente en la batalla política nacional, tutelados desde Washington.
En tal sentido, Washington ha reactivado un proyecto político de instaurar regímenes neofascistas, sustentados en políticas neoliberales, para restablecer su dominio en su “patio trasero”. Para eso se vale de figuras como Macri, Uribe, Bolsonaro, Milei, “los apellidos” en nuestro país, etc. Uno de los objetivos principales en el despliegue hemisférico de los EEUU consiste en liquidar a la Revolución Bolivariana, que impide el saqueo de nuestros recursos energéticos y constituye un ejemplo de rebeldía frente a la dominación neocolonial. Para ello, el gobierno estadounidense y la ultraderecha local apuestan, entre otras cosas, a las políticas neoliberales del FMI.
Neoliberalismo, protestas y represión
¿Qué sucedería en nuestro país con un gobierno dirigido por la ultraderecha aplicando las políticas del Fondo?
Toda la carga del shock económico caería sobre los trabajadores. La descomposición social cabalgaría, aumentaría la pobreza, la miseria, las desigualdades, la explotación de los trabajadores.
Ante ello, un movimiento popular como el que se ha formado en el país al calor de la revolución, no va a permanecer pasivo. Se lanzaría a la batalla en defensa de sus conquistas. De hecho, si en el año 1989 ocurrió un desbordamiento popular, ahora con un grado de organización y consciencia infinitamente superior y ante una arremetida de semejante brutalidad, se desataría un conflicto incontrolable con métodos democráticos.
Como ha ocurrido en no pocas naciones, los EEUU apelan a gobiernos dictatoriales, neofascistas, para someter las protestas y viabilizar políticamente el restablecimiento de su dominio con el apoyo de políticas neoliberales.
Una situación social brutal, derivada de políticas económicas que le entregan el poder absoluto a la oligarquía, desata protestas que un gobierno dictatorial combate de manera sanguinaria. Un caso emblemático de eso fue Chile con Pinochet y su monstruosa represión, siempre bajo el amparo de los EE.UU.
Esos son los gravísimos peligros que encarna un hipotético gobierno de ultraderecha al frente de nuestro país. Se trata de una fuerza política sin escrúpulos, dirigida por títeres de una potencia extranjera, con una sed insaciable de venganza y con profundo odio social alimentado por el más primitivo anticomunismo. Es nuestro deber desenmascarar sus planes.
La ultraderecha y el imperialismo en campaña presidencial y en proceso simultaneo de conspiración golpista en nuestro país es una verdadera amenaza a la paz, al porvenir del pueblo, a la independencia de la nación, que solo podemos derrotar con el gigantesco despliegue popular y cívico-militar-policial, que llevamos a cabo en los actuales momentos.