Por: David Gómez Rodríguez
¡Francia, detén a la extrema derecha! Eso le pide el mundo al pueblo francés, pues en la primera vuelta de las elecciones legislativas anticipadas del país galo, la tolda de Agrupación Nacional representada por Marine Le Pen obtuvo mayoría, prendiendo las alarmas, haciéndonos sentir vértigo. Pero aún hay alternativas al desastre, el 7 de julio se desarrollará la segunda vuelta de esta elección que determinará si el primer ministro francés será, o no, un representante de la extrema derecha, es decir, de esos que rayan en el fascismo cuando hablan y que son fascistas cuando gobiernan.
Es cierto que en este momento no se elige al Presidente de la república, pero Macron, se siente como un rey en medio de la Revolución Francesa, observa el panorama y toca su cuello pues la circunstancia en una guillotina, pues en Francia puedes ser Presidente, pero si no tienes mayoría absoluta en el parlamento, pueden lograr colgarte en la pared con todo y la banda presidencial, sobretodo en lo que se refiere a política interna, dejando al presidente concentrado en los asuntos internacionales. Lo que quiere decir que si el partido Agrupación Nacional lograra mayoría absoluta, Francia sería gobernada más por Le Pen que por Macron -que ya era suficientemente malo-. En esa circunstancia en mi pueblo dirían ¡Sape gato!
Ese “¡Sape gato!” se tradujo a una estrategia política y un discurso, cuando Jean-Luc Mélenchon, dirigente de la Francia Insumisa, expresó: «Ni un voto, ni un escaño más para Agrupación Nacional (…) Todos deben tomar una posición, comprometerse y convencer a quienes los rodean», refiriéndose a la instrucción de retirar los candidatos que quedaron de tercero en la elección de la primera vuelta a fin de dar ventaja a la opción con más posibilidades de derrotar al partido de la extrema derecha. Lo mismo, pero con un discurso más tibio, orientaron los macronistas. Este tipo de alianza ya ha funcionado en otros momentos históricos de Francia, por ejemplo en 2002, cuando votantes de todas las tendencias apoyaron a Jacques Chirac para derrotar a Jean-Marie Le Pen, quien enseñó muy bien a su hija a ser una conservadora con carisma que ha procurado “dédiaboliser” al fascismo. Es decir, que procura hacer ver a Hitler como una opción política aceptable, aunque su postura antiinmigración hace que se le vean las costuras por más maquillaje que use.
Frente a este escenario más de 210 candidatos han asumido el llamado a enfrentar a la extrema derecha y han confirmado que no se postularan a la segunda vuelta electoral, dando mayores posibilidades al Nuevo Frente Popular de obtener la mayoría absoluta en el parlamento. Esta organización al albergar a la mayor fuerza política de izquierda de Francia y representa una vía para que Jean-Luc Mélenchon finalmente tome las riendas del poder. En este contexto, Mélenchon afirmó: “No me excluyo, pero tampoco me impongo”. En 2017, el líder político de izquierda consiguió un 19,58% de los votos y se convirtió en diputado en la Asamblea Nacional. En las elecciones presidenciales de 2022 aumentó si popularidad, y con un izquierda dividida, obtuvo un 21,95% de los votos. ¡Sí, es el líder con más posibilidades en la izquierda! No obstante, parece que el Nuevo Frente Popular es tan amplio que ha incluso a aquellos que han puesto su odio a Jean-Luc Melenchon antes que a los intereses del pueblo francés y del proyecto progresista, pues parece que más de uno prefiere ver a Jean-Luc Melenchon dentro de la bañera de Marat que como Primer Ministro, cuestión que pone muy tenso los escenarios; no quieren verse retratados en La libertad guiando al pueblo, porque les parece muy radical, a pesar de la belleza y la necesidad.
La muerte de Marat fue pintada en 1793 por Jacques-Louis David, a cuatro años del inicio de la Revolución francesa. Es una obra de arte política que da testimonio del asesinato de Jean-Paul Marat, un escritor y militante radical, que se convirtió en uno de los protagonistas de la Revolución francesa. Al momento de su muerte, Marat dirigía un peridico de agitación política y social muy popular llamado L’Ami du peuple (“El amigo de la gente”), a traves de él transmitía un mensaje revolucionario y contestatario contra aquellos que se oponían al cambio que se desarrollaba con intensidad bajo los principios de “la libertad, la igualdad y la fraternidad”. En consonancia con estos principios Marat se hizo uno de los dirigentes más importantes de los jacobinos, enfrentados constantemente con algunos de los actores políticos y grupos de poder económico más importantes de Francia, en especial con los muy “moderados” girondinos.
El 13 de julio de 1793, hace 231 años, Marat estaba escribiendo en su bañera y luego de un engaño recibió un puñal en su corazón. Quizá quien empuña el puñal en Francia hoy no es la extrema derecha, sino aquellos que identificándose con las banderas de la izquierda no asumen una posición estratégica y firme en torno al importante rol que juega hoy la Francia Insumisa fundada por Jean-Luc Melenchon.
David pintó La muerte de Marat en un estilo neoclásico. El cuadro, en un plano horizontal, deja ver a Marat desplomado, sacralizado y abordado por la luz con una perspectiva teatral sobre su bañera llena de agua y sangre. Muerto, aún sostiene la pluma y el papel en sus manos -Como rehusandose al silencio y a la muerte- y se puede ver un puñal en el suelo. Yo no quiero ver a Francia como a Morat en este tétrico retrato, la quiero ver viva, escribiendo una nueva historia para Europa, abriendo las puertas para que pase el pueblo y sus esperanzas, cuestión que nunca podrá hacer la extrema derecha en ningún país del mundo. Pues, por más que nos acusen de radicales hay que estudiar a Marx y a Rousseau, incluso a Hugo Chávez y Edgar Moran, para no sucumbir en las fauces y en las falacias de personajes como Le Pen y Trump.
Cuando le comenté a Christian Rodríguez, militante y luchador por los derechos humanos, especialmente de los derechos políticos; que escribiría sobre este tema, me comentó sobre la obra del máximo exponente del romanticismo francés, Eugène Delacroix: La Libertad guiando al pueblo, esta fue realizada a finales de 1830 y nos muestra las calles de París en pleno levantamiento revolucionario. Esta pintura a gran escala y llena de símbolos, retrata al pueblo siguiendo a una figura femenina con los senos descubiertos y aupando a seguir en la lucha. Aunque aparece iluminada no es un ángel, es una mujer comprometida, agitada y consciente de su historia, cuando uno la ve piensa en la victoria. Como ella, todos los personajes son arquetípicos. Con la bandera en la mano, la mujer en posición de vanguardia es el centro de los acontecimientos. Sin embargo, no es el único personaje-símbolo a analizar:
Delacroix retrató incluso a un burgués con sombrero de copa y aun así ninguno se parece a Marine Le Pen. Hay estudiantes, soldados con sables y un joven obrero que alza su pistola entre el humo y a la altura de la Catedral de Notre Dame, la cual puede verse a la distancia junto a otros edificios parisinos.
Con esta pintura Delacroix expresó su apoyo a la revolución y dijo refiriéndose a ella: “He abordado un tema moderno, una barricada, y aunque no haya luchado por mi país, al menos tenía que pintar por él”. Quizá la forma de luchar por Francia hoy no es saliendo a la calle a perseguir fascistas, como lo hizo Julien Terzics hasta sus últimos días, con su espíritu anarco-punk, pero sí votando contra la ultraderecha para que no tengan la posibilidad de hambrear y golpear al pueblo, es decir, a los obreros, a los estudiantes, a los que cultivan la tierra, a los profesores, a los migrantes, a los poetas, a los que se ponen chalecos amarillos y se comen el desayuno corriendo para ir a sus trabajos. En fin, el pueblo francés, si quiere luchar contra el fascismo detendrá a la extrema derecha con votos, sino los veremos pronto en las calles… maltratados y exigiendo justicia.