Por: Laura Mercedes Giráldez, enviada especial
ANZOÁTEGUI, Venezuela. Después de «dar rueda» por más de 300 kilómetros, los ojos se les cerraban solos. La lluvia amenazaba con hacerse presente: las nubes bajaron y se desparramaron. No iban a retroceder. Los viajeros tampoco.
Cinco cubanos pisaban por primera vez Barcelona, la capital del estado Anzoátegui. Les bastó saber que allí había una plaza llamada José Martí para continuar camino hasta Campo Claro, en la Parroquia El Carmen.
De frente a ellos, dos banderas: la tricolor y la de la estrella solitaria; un padre y un hijo: Bolívar y Martí; los cerros, los llanos y las montañas; el Araguaney y las palmas reales. Un mural hecho por la gente de la comunidad eterniza el vínculo irrompible entre dos pueblos, que comenzó cuando el más grande bolivariano de su tiempo llegó a Caracas. Y se selló con el abrazo, en 1994, de los Comandantes Chávez y Fidel.
Custodiando el parque se alza una estatua del más universal de los cubanos. Lo que antaño se llamó Plaza Colón fue rescatado, tras años de abandono, por la Misión Médica Cubana en Venezuela, el Consejo Comunal y la Alcaldía.
Hoy, en el centro de la plaza, resplandece una estrella. Sola, como «todo el que lleva luz». Sobre ella recae la mirada del Apóstol, a sabiendas de que El que a la estrella sin temor se ciñe,/ ¡Como que crea, crece!
Los viajeros salieron de la camioneta bajo la lluvia. Lo sé, nadie me lo contó. Las gotas escondieron algunas lágrimas. Y de pronto, toda la añoranza por su terruño se detuvo. El murmullo del temporal se sentía en el alma como un redoble de tambores, como esa marcha que dice que morir por la Patria es vivir.
Al día siguiente, bajo el sol, regresaron, y vieron cómo a la sombra de «los árboles altos y olorosos» del parque, los médicos cubanos se reúnen como si fuese un pedacito de su Isla. Allí también, los padres morochos les cuentan a sus hijos la historia del viajero que «llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba a donde estaba la estatua de Bolívar».