Los guerrilleros de Castillete, organizados bajo las figuras de la célula Andrés y Ramón Pasquier; la Escuela de Defensa Integral Comandante Eliézer Otaiza (Ediceo); y la Fundación de Combatientes y Amigos de los años 60; pertenecientes al Frente Nacional de Colectivos Revolucionarios Sergio Rodríguez, celebran los 95 años del nacimiento de José Vicente Rangel.
Su vida estuvo preñada de lucha revolucionaria, de defensa de los derechos humanos. Durante el puntofijismo, fue el soldado contra el abismo porque su accionar valiente y decidido representó la tabla de salvación de los ñángaras, de los desamparados, de los condenados de la tierra, de los jacobinos negros que fraguaban desde las clases populares la utopía bolivariana con el estandarte épico social para derrotar la tragedia que padecían las clases campesinas y proletarias en Venezuela.
José Vicente convirtió sus cómodos espacios de clase privilegiada en trincheras para proteger a mujeres y hombres, a estudiantes, a militares rebeldes, del estercolero adeco-copeyano que desdibujaba al pueblo y masacraba sus liderazgos por el sólo hecho de intentar proponer la faena poética de rescatar la identidad nacional, basada en una semiótica patria, a partir de la nueva lógica del proletariado libre, del campesinado dueño de la tierra, del miliciano que va a la guerra con un canto infinito de paz.
Defendió a esas personas que entendían y que luchaban a favor de la subversión contra la era burguesa-industrial-capitalista, seudodemocrática y celadora de los intereses gringos originada de las hambrunas, de la explotación del hombre por el hombre, de la castración de la esperanza, de la enajenación de los seres humanos y del saqueo de nuestras riquezas.
José Vicente sacó del cadalso a mujeres y hombres que proponían enseñar con las luces y virtudes sociales de la educación popular con la que Simón Rodríguez forma las sociedades americanas perdidas en la oquedad identitaria y social; para que nunca un peón anhele ser patrón, para que nunca un guerrillero combata por envidia sino por convicción, para que nunca los pobres voten por sus enemigos de clase.
Gracias, José Vicente, por hacer del periodismo acción insurgente y contrahegemónica a favor de la verdad. Gracias por hacer justicia a tantos cuerpos mutilados, a tanto llanto de madres que reclamaban los restos de sus hijos y esposos desaparecidos, a tanta sangre de las fosas comunes que atiborraban los campos de exterminio, sangre subterránea que empapa hoy a heroínas y héroes que la oligarquía intentó borrar de la historia suprimiendo sus categorías de tiempo y espacio.
¡Honor y gloria para José Vicente!